Nuestra Constitución fue aprobada
por las Cortes, en sesiones plenarias del Congreso de los
Diputados y del Senado, celebradas el 31 de Octubre de 1978,
siendo ratificada por el pueblo español en referéndum el 6
de Diciembre de 1978, y sancionada por el S.M el Rey ante
las Cortes, el 27 de Diciembre del mismo año, según texto
publicado en el “Boletín Oficial del Estado” de fecha de 29
de Diciembre de 1978.
El artículo 27 titulado “Libertad de Enseñanza” en el
apartado 1) recoge: “Todos tienen derecho a la educación. Se
reconoce la libertad de enseñanza”; el artículo 2) se
refiere a “la educación tendrá por objeto el pleno
desarrollo de la personalidad humana, en el respeto a los
principios democráticos de convivencia y a los derechos y
libertades fundamentales”; el artículo 3) nos dice que “los
poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los
padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones
básicas”… y así hasta diez apartados.
La Constitución del 78 cumple el trigésimo tercer
aniversario, significando el punto de partida de una etapa
de prosperidad y convivencia democrática, sin precedentes en
la historia de España. En plena crisis económica, los
valores y principios constitucionales ofrecen una fórmula
eficaz para buscar una salida a los graves problemas que
abruman a nuestra sociedad.
España se constituye en un estado social y democrático de
Derecho y la soberanía nacional corresponde al pueblo del
que emanan los poderes del Estado. Es imprescindible que
ciudadanos y poderes públicos cumplan con su deber, al
servicio del interés general, porque la lealtad
constitucional es el mejor camino para buscar la luz al
final del túnel. Al día de hoy, el egoísmo partidista o
territorial, supone un lastre que no nos podemos permitir.
Las opiniones de distintos analistas se refieren a que “las
legítimas discrepancias políticas no pueden eludir la
obligación de buscar la concordia, que se impone en una
coyuntura tan difícil”. Bajo el aliento de la Corona, los
dirigentes políticos, sociales y económicos, deben sumar
esfuerzos en la búsqueda de soluciones eficaces. Por ello,
resulta inaceptable la actitud de quienes, en un día que se
conmemora su aprobación, se niegan a cumplir sus deberes
constitucionales o pretenden negar las virtudes de una
Constitución que sigue ofreciendo un marco de libertad y
democracia para todos. El acto que se celebra en el Congreso
de los Diputados, todos los años, refleja simbólicamente el
consenso de todos los españoles, en torno a una Ley
Fundamental, que prende un período de nuestra historia, que
sitúa a España en el lugar que le corresponde en Europa y en
el Mundo. Todas las personas pueden sentirse cómodas en un
contexto de derechos fundamentales y libertades públicas que
permiten expresar la propia personalidad individual y
territorial, sin perjuicio de la lógica primacía de interés
común. La Constitución de 1978 se ha convertido ya, con sus
33 años de vida, en la segunda de mayor duración de la
historia española, sólo superada por la de 1876.
La Constitución del 78 produce entre los españoles un
entusiasmo descriptible. Menos incluso que la de 1812 que,
quizás por ser la primera, dispuso de servidores entusiastas
preparados, sin remuneración alguna, a dar su vida por ello.
Dice la redacción del texto que fue fruto de un consenso.
Siguen opinando los comentaristas: “La constitución del 78
nacida entre aplausos, es hoy criticada por todos, menos por
los políticos que viven de ella”. En principio, tenía un
espíritu que se ha ido evaporando con el tiempo. Fue
producto del consenso de todas las formaciones políticas
españolas, de ahí que se le conociese como “la Pactada”. Un
gran valor, ya que las anteriores habían sido impuestas por
la fuerza predominante en aquel momento, al rebelarse las
demás, terminarían arruinándola y, a veces, incluso al país.
Algunos plantean, ¿hay que reformularla? De hecho,
recientemente se ha producido una leve reforma del texto
constitucional, introducida por el Gobierno saliente del Sr.
Rodríguez Zapatero, que pone freno al gasto público. Al
parecer ha sido un acierto…
Convienen tener presentes las actividades que se programaban
en las escuelas. En la actualidad, en nuestro ayuntamiento,
en el Salón de Trono, se convocan a los alumnos de distintos
centros educativos para recordar el momento de la Carta
Magna.
Pero lo de Roberto Rufino fue de más relieve. Él y cuatro
compañeros más del “Convoy” tuvieron la fortuna de, por tal
motivo, visitar el Congreso. Acompañaron a Roberto, bajo la
sabia dirección de nuestro recordado Maestro D. Miguel
Calderón, los también alumnos Lupión, Enrique, Carlos y
Ucero. El acontecimiento tuvo lugar en el curso 1984-85.
Me he puesto en contacto con Roberto y me cuenta como
transcurrió su “aventura”: <<Participamos en un concurso
sobre la Constitución Española. Ganamos y, como premio,
visitamos el Congreso de los Diputados y el Museo del Prado,
como hechos más significativos. D. Miguel, nuestro llorado
Maestro, que Dios tenga en su gloria, nos acompañaba. En el
Grupo, yo era el de menor edad. Mis compañeros eran
ligeramente mayores que yo. También nos acompañó D.
Fructuoso Miaja, alcalde de la Ciudad. Visitamos el “Corte
Inglés”, que me encantó. Yo parecía un muñequito de dibujos
animados japoneses, con los ojos desorbitados, por el
asombro de todo lo que veía. En el Congreso observamos, con
todo detalle sus instalaciones, estuvimos sentados en las
gradas… y el hecho lamentable de los impactos de balas de
aquel triste “23-F”>> (Nuestros alumnos se encuentran en la
primera fila de la izquierda. Roberto el cuarto).
Roberto pertenece a una gran familia de alumnos que dejaron
un grato recuerdo en nuestro Convoy: Javier, Magdalena y
Ada, formaban un cuarteto maravilloso, e hicieron felices a
todos sus compañeros y maestros. ¡Eran otros tiempos, pero
el recuerdo queda ahí! En nuestro libro “Un antes y un
después” están recogidas sus vivencias.
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