Han comenzado ya, y eso que
todavía faltan un par de semanas para que lleguen, de
verdad, las fiestas.
Es una costumbre, extendida y esperada, especialmente cuando
esa comida, cena o simple invitación, parte de la empresa,
en la que las gentes llevan trabajando una buena parte de su
vida.
Esto vale, está bien, y las empresas saben lo que tienen,
saben lo que deben hacer y quieren cumplir con un ritual ya
preestablecido ante sus trabajadores, como aquellos cumplen,
religiosamente, con las obligaciones contraídas, desde que
entraron en la empresa. Hasta aquí todo en orden.
Ahora bien, lo que no se nos presenta, tan en orden, son
esas otras cenas, comidas o simples invitaciones de ciertos
estamentos estatales, municipales especialmente, que se
vienen programando, en el calendario del jefe, para atraerse
la voluntad de “estos invitados”, a la hora de ir a votar, o
para agradecerles el “hipotético” apoyo, en forma de voto,
que le dieran en los últimos comicios, especialmente,
municipales.
Ahora que estamos en crisis y que no hay visos de que se
vaya a salir de la situación que nos envuelve, causa
extrañeza, si es que no otra cosa más dura, ver que, en
breves fechas y dos días seguidos, va a haber una invitación
múltiple para personas de edad, aquí en Ceuta.
Se habla de setecientas personas cada uno de esos dos días,
un verdadero banquete numeroso, que se pagará con dinero de
las arcas públicas, o lo que es lo mismo, invita el jefe y
pagamos todos los demás.
Tengo mis dudas de que para esa invitación se haya hecho una
relación seria y formal, encaminada a todas las personas de
más de ..... años, y tengo mis dudas de que esa invitación
pueda justificarse con unos presupuestos serios y de control
de gasto.
Sea como sea, así es Ceuta y ya sé, de antemano, que haber
hecho mención a esta “fiesta selectiva” no me ocasionará el
aplauso de muchos de los invitados, ni tampoco de los
invitantes.
Así están las cosas, y ya que estamos en este tipo de
fiestas, parece que los menús se van poniendo a tono con la
situación económica del momento, dándose la circunstancia de
que menús que hace diez años rondaban los 35€, ahora no
cuestan más de 20. Y es que todos saben que o hacen esto o
se quedan con el restaurante vacío.
Yo sé que cuesta trabajo tirar por la borda toda una serie
de costumbres que vienen dándose, desde hace cuarenta años,
pero también debemos aceptar que hemos entrado en una
situación en la que, a duras penas, se puede llegar a final
de mes, en empresas y en los asalariados, con lo que
cualquier tipo de francachela pone al personal de cara a la
pared.
Y esto, en lo particular, en lo privado, que lo que hace
referencia a lo público no puede tocarse un euro de más,
salvo que te quieras estar saliendo de las normas marcadas y
remarcadas por las propias normas rectoras.
Invitaciones, cenas, comidas y el regalo de las “cestas”, no
se quitan de un plumazo, se van atenuando, poco a poco, y si
esta situación de crisis persiste, a nadie le podrá extrañar
que aquella costumbre que se convirtió en norma, vaya
desapareciendo con el tiempo.
Ahora bien, que nadie se escandalice, ni se ponga demasiado
triste, por la situación, los tiempos vienen dándose de una
forma o de otra, y lo primero que tendremos que hacer es
adecuarnos a los propios tiempos, con cesta o sin ella, con
cena o con merienda y con invitación municipal o sin nada
que se le parezca. Lo primero es saber cumplir con uno
mismo.
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