Pese a que aguantó el tipo, junto
al omnipresente Istiqlal (Independencia) y los partidos “de
la Administración” (la Alianza por la Democracia, liderada
por el RNI y el PAM) el gran perdedor de los comicios del
pasado 25 de noviembre fue la Unión Socialista de Fuerzas
Populares (USFP). Tras su virtual salida de la “Kutla”
(Bloque Democrático) rechazando integrarse en el nuevo
gobierno, el jefe del Ejecutivo, Abdelilah Benkirán, se
apresta a formar un equipo compacto y fuerte por medio,
fundamentalmente, de cuatro formaciones que abarcarían en su
seno la sensibilidad global del país: en primer lugar el
islamismo político de su propia formación, el Partido de la
Justicia y el Desarrollo (PJD) que se alzó por segunda vez
(en 2007 ganó en votos aunque no en escaños) con la
victoria, seguido de los nacionalistas del Istiqlal, los
izquierdistas (antiguos comunistas) del Partido del Progreso
y el Socialismo (PPS) y finalmente los “harakíes” del
Movimiento Popular (MP), que representarían a la
sensibilidad bereber (“amazigh” se dice ahora), ampliamente
extendida por todo el país.
En este contexto de renovación política salido de las
últimas elecciones, con las que el Reino de Marruecos entra
en una segunda fase contando con la aprobación en junio de
la última Constitución, el reciente nombramiento de Fouad
Alí el Himma como miembro del Gabinete Real supone, cuando
menos, un sombrío motivo de preocupación y una sonora
bofetada política para el nuevo gobierno salido de las urnas
el 25 de noviembre.
Efectivamente, ha sentado como un tiro tanto en el seno de
buena parte de la clase política, con el PJD y el nuevo jefe
de Gobierno Abdelilah Benkirán en primer plano, como en una
inmensa mayoría de la población, el incomprensible
nombramiento el pasado miércoles 7 de El Himma como
consejero del Gabinete Real, un hombre que a tenor de los
precedentes podría alzarse bajo ciertas circunstancias como
un eventual valido. El ascenso de El Himma, además de una
torpeza mediática es una burla a los cambios políticos en
ciernes y un jarro de agua fría al espíritu de renovación en
el que, pese a todo, sigue confiando buena parte de los
marroquíes; y más que un error, un significativo paso atrás.
Oportunista, ambicioso y sin escrúpulos, prepotente rayano
en la chulería, aun recuerdo su inopinada visita aquél
verano, con signos de ebriedad y en bermudas, pegando
alaridos a los funcionarios de la frontera de El Tarajal en
“Bab Sebta”, a las puertas de la Ciudad Querida; ¡qué
vergüenza para un ministro delegado de Interior, qué
bochorno para un amigo del rey!. En Marruecos todo el mundo
comprendería que, a su presunto amigo, Su Majestad le
hubiera agraciado con algún palacete o ciertas extensiones
de tierras de los Dominios Reales pero tal y como están las
cosas, con el Movimiento del 20-F en la calle (“¡Mamfakinch!”
/ No olvidamos!) y el “caliente” invierno que se echa
encima, además del resultado electoral del pasado 25 de
noviembre en el que el sentir del pueblo fue categórico
apostando claramente por el programa y las nuevas caras de
los islamistas parlamentarios del PJD, elevar a sidi El
Himma (enemigo declarado de Benkirán y los suyos) a la
categoría de consejero real ha sido una imprudente medida de
la que, me temo, Mohamed VI algún día no muy lejano se
arrepentirá. Si quedara alguna duda ahí está bajo el régimen
de su padre, Hassan II, el desdichado ejemplo de Reda
Guedira. En España tenemos un refrán del que recuerdo a
nuestros vecinos la primera parte: “Cría cuervos”. El resto
viene solo. Y como advertía Alfonso XIII la noche del 14 de
abril de 1931, camino de un exilio del que nunca volvería,
los cortesanos suelen ser la ruina de las monarquías. Visto.
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