El 11 de febrero de este año que
está dando ya las boqueadas, escribí yo una columna titulada
así: “Corren malos vientos en la ciudad”. Con el disgusto
consiguiente por mi parte, debido a que yo he sido muchos
años noctívago en esta tierra y siempre destaqué la
seguridad que en ella predominaba.
Pero de la misma manera que yo vivía la noche intensamente y
me permitía el lujo de pasear por sus céntricas calles y
hasta adentrarme en lugares de la periferia que no eran
aconsejables porque la oscuridad suele causar un miedo que
incita a pensar en la inseguridad ciudadana, cuando bajo los
más potentes focos nos pueden quitar la vida en un amén,
tampoco durante el día me privaba de ir en coche a la
barriada de el Príncipe y hasta sentarme en un cafetín a
charlar de fútbol con sus clientes.
Y menos aún me privé de visitar el Príncipe como andariego.
Y lo hice varias veces. Dado que hubo una época en la cual
me recorría la ciudad charlando con los vecinos que iba
hallando a mi paso. Conversaciones que luego contaba en unas
páginas de un medio local.
Mis subidas al Príncipe, andando, recuerdo que las hacía a
prima mañana, cuando el sol todavía titubeaba un montón. Y,
por tal motivo, recibí amonestaciones por parte de algunas
autoridades que solían, me imagino que con las mejores
intenciones, advertirme de mi imprudencia.
Jamás tuve el menor problema en aquella barriada. Y obtuve,
además, la confianza de personas que habitaban en ese lugar
que ha estado, sin duda alguna, abandonado a su suerte en
momentos donde las autoridades bien pudieron poner los
cimientos necesarios para haber evitado que el paso del
tiempo lo fuera convirtiendo en una zona donde los problemas
se han ido multiplicando por razones obvias.
Dicho lo justo al respecto, pues tampoco creo conveniente
ahondar en una situación de la que oí hablar mucho a
jerarcas de esta ciudad, otrora, no tengo el menor
inconveniente en recordar la nota que envió a los medios
UDyP, en febrero pasado, en la que decía que era muy
peligroso mezclar religión y cultura con paro y pobreza.
La denuncia de UDyP me sirvió a mí para darle vida al
siguiente párrafo, uno de los ocho que componían la columna
cuyo título reza más arriba y que voy a repetir: “Corren
malos vientos en la ciudad”. “Desde que Mohamed Alí
perdió el control de su partido, por haberse aliado con el
PSPC. Vientos que están haciendo que reine en Ceuta un
malestar cada vez mayor. Vientos que propician
enfrentamientos y que pueden ser motivos de acciones
causantes de daños irreparables, cuando menos se espere. La
violencia genera violencia. Y con violencia no se debe
permitir que nadie haga campaña electoral. Me refiero a la
violencia verbal”.
Fechas atrás, pudimos leer un artículo de un político de la
oposición en el cual decía que su partido era más que
partido una asociación revolucionaria. Y el hombre se quedó
tan pancho. Como si sus palabras no revistieran ninguna
amenaza solapada.
Pues bien, cómo es posible que ahora una persona se
pregunte: “¿A quién está interesando esta inestabilidad en
el Príncipe?, ¿quién quiere generar ese miedo, esa
crispación ciudadana, ese alarmismo?”. Tal vez la respuesta
pueda encontrarla esa señora en el medio que dirige. Cada
jueves.
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