A veces suelo jugar con la ventaja
de haber vivido ya muchos años en esta ciudad. Y por ello me
puedo permitir el lujo de contar cosas que deben ser
conocidas. He aquí una de ellas. 1987: yo reunía todos los
requisitos para ser el director de la Escuela Municipal de
Fútbol perteneciente al Instituto Municipal de Deportes. Y,
por tanto, me fue adjudicado el puesto.
Mi llegada al IMD fue muy mal recibida. Puesto que quienes
hacían y deshacían allí sabían que, además de director de
una escuela que había que organizar, a mí se me había
revestido de poder para supervisar cuanto aconteciera en
dicho organismo deportivo.
Era septiembre de 1987. Y pude convencer a Juan Vega
para que convirtiera, sin consignación, un potrero en
parcelas dispuestas para que los niños de Ceuta pudieran
practicar fútbol. El sitio del cual hablo es lo que hoy se
conoce como Parque de Juan Carlos I.
Los campos de fútbol fueron trazados y allá que comencé a
conquistar a los niños que debían formar parte de una
escuela que nunca fue bien vista por quienes manejaban el
IMD a su antojo. Me acompañaban en la tarea dos hombres
designados por mí: Antonio Tirado ‘Antonati’ y
Manuel Luque Ríos.
Bien pronto me di cuenta de que los problemas se me iban
acumulando. Que la escuela no progresaba. Y por más que
pedía explicaciones lo único que se me decía es que me
dedicara a cobrar y callar. Que mi sueldo era lo suficiente
bueno como para que no me metiera en asuntos que no me
incumbían.
Tuve tiempo, como supervisor del organismo, de informar a mi
superior que el IMD funcionaba muy mal. Que allí imperaba el
desastre y… tengamos la fiesta en paz. Y siempre se me
respondía que tratara por todos los medios de hacer la vista
gorda. Que no se vivían momentos adecuados para que tales
cosas salieran a relucir.
Entretanto, los niños, que se habían inscrito en la escuela,
llegaban tres días a la semana a los campos de fútbol. Lo
hacían vestidos con ropas compradas a adidas. Procedían de
todos los rincones de la ciudad. Aunque eran mayoría los que
bajaban de la barriada de el Príncipe.
Debo decir que la presencia de aquellos niños despertaba un
interés inusitado en las tres personas que formábamos parte
de aquel principio de escuela que se estaba forjando. Una
escuela boicoteada. Pero que contaba con la enorme ilusión
que ella había despertado en Tirado, en Luque y en mí.
Pasaba el tiempo, y cuantas más veces acudía yo a la persona
que tenía que otorgarme poderes para que aquel proyecto
futbolístico cuajase, más me daba cuenta de que no
interesaba que aquella escuela saliera adelante.
Y no dudé en pedir explicaciones. Y lo hice a tumba abierta.
Y se me dijo que el Partido Socialista del Pueblo de Ceuta –PSPC-,
que estaba a punto de llegar a un acuerdo para gobernar con
el PSOE, no veía con buenos ojos que tantos niños musulmanes
fueran vestidos con prendas de adidas. Que la escuela de
fútbol debía ser un coto cerrado. Y
Ante esa respuesta, no tuve más remedio que decirle al
alcalde que renunciaba a ser empleado del Ayuntamiento. Mi
sueldo, entonces, era muy bueno. Creo que fui el primer
empleado municipal en pedir la cuenta por oponerme al
racismo de aquellos políticos del PSPC. Lo que va de ayer a
hoy.
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