Desde el primer día en que acepté
a “aislarme” en el entorno del paraje conocido como “Punta
Almina”, perteneciente a Costas, me visitan un mirlo, un
jilguero y una pareja de gaviotas reidoras. En aquél alto
mirador en que suelo aparcar el coche sin vecindad alguna
que romper mi intimidad pudiera, disfruto además de las
vistas, de la lectura y música gratificantes, igual que me
dedico a poner en orden mi cabeza, que da vueltas como en un
tio vivo intentando encontrar el porqué del sinsentido de
esta vida.
En el relajo del tiempo muerto, a veces las horas pasan
dando lugar a la atardecida, creo “escuchar” el bocinazo de
la sirena que allá abajo orientaba a los barcos en los días
de taró, esa puñetera y densa niebla que aparece cuando
menos lo esperan los pescadores ocultando a éstos de los
peñascales del entorno de Santa Catalina, futuro parque
natural con vistas al edén; bocina que evitaba pegarse la
torta contra los riscos pétreos que sirven de nidificación a
las colonias de aves.
Parece ser que el casucho vecino de las olas -y de algún que
otro traficante- hoy va camino de convertirse en Centro de
Orientación y Anillamiento de Aves de paso en el Estrecho,
bonita labor científica que se me antoja poco o nada
estresante, la verdad.
Hoy, que estaba a punto de pergueñar esta columna lleno de
rabia e indignación por los últimos sucesos ocurridos en
esta pequeña pero gran tierra, opto con prudencia por
cambiar de estilo no vaya a ser que alguna burrada de mi
agitada pluma me lleve por malos derroteros, así la Policía
conduzca a los descerebrados, caminito de los Tribunales.
Con esposas o con lazos para animales, me da lo mismo.
No es de recibo que una Ciudad que tanto da a quien menos lo
merece, a los hechos me refiero, sea correspondida con
ataques a la libertad del prójimo; con días en que los
vándalos se ceban contra el mobiliario urbano, con noches
negras atizando yesca a coches de particulares en la vía
pública, cuando no contra el de algún policía (seguro que
uno de los más condecorados, poseedor del reconocimiento
general e imborrable de sus compañeros y titular de una
brillantísima hoja de servicios ganada a pulso, tras 24
horas ininterrumpidas de tronchas y seguimientos contra el
mal; de ahí la venganza hijos de Puta), guardia, vice o
militar, con el añadido de atentar contra el descanso de no
pocos residentes que, ajenos a la acción que se cobija tras
la noche traidora, algunos malnacidos tratan de quebrar con
estos actos terroristas, que van contra la seguridad
ciudadana, contra la gente de bien. Guerra sin cuartel pues,
mano firme y dura al delincuente. Y que se pudran entre
rejas.
Cambio de rollo a mejor. Por la alegría con que estas aves
me reciben y la gracia con que escuchan mis llamadas píando
como de bienvenida sentida, adivino que son los mismos
pájaros de años precedentes. Que han llegado a ser mis
amigos de común, desde aquel 23 de junio del 2008 en que
arribé a Ceuta, aunque les advierto que bien pude haber
llegado a las Indias, total el futuro del escribidor era
incierto.
Vuelas tú y el viento se para, jilguero colorín que con tus
trinos melodiosos embargas el alma. Salta de rama en rama el
mirlo negro de pico amarillo en busca de insectos que llenar
su buche, y supongo que el de su prole que aguarda
impaciente la llegada del progenitor, y te busco un hueco en
la cámara de fotos que me dará nueva oportunidad para la
sonrisa. Surcan el aire levantisco la pareja de gaviotas
reidoras de panzas blancas como el color de la leche recién
ordeñada, dando quiebros en vistoso aleteo cuyo vuelo se
escribe con trazo igualmente blanquecino al de los reactores
de allá arribotas, que en la pizarra del cielo se hacen
enanos como el humano.
La chispa de la vida también lo es entretenerte con estas
simples cosas, con estos detalles vanales que no consisten
en una mirada de mujer ardiente y sensualmente acariciadora,
como la tuya, querida amiga, que me lees con cierto rubor.
Será por ese húmedo beso que te arranqué al descuido. Será
por un casual, el que queda a flor de labios para siempre.
|