Los vecinos de la calle Agustín Muñoz Vázquez y aledaños,
mostraron ayer su ira e indignación ante el asesinato de la
joven Laura Gutiérrez. Al grito de “¡asesino, asesino!”,
numerosos ciudadanos se congregaron en el lugar de los
hechos en una mañana fría, durante las cerca de tres horas
dedicadas a las pesquisas policiales y hasta el traslado del
cadáver.
Al filo ya de las 14.00 horas, cuando M. Amahda, era
introducido en el vehículo del Cuerpo Nacional de Policía,
cubierto con una manta de color rosa y después de declarar
en el lugar de los hechos, muchos de los presentes le
recibieron con insultos e imprecaciones.
La policía acordonó el extremo de la pequeña calle que da a
la urbanización de Patio Páramo, en la calle Linares y
colocó a agentes en el otro lado, que es peatonal. Todos los
vecinos que entraban y salían de los dos bloques de
edificios que conforman esta vía, de reciente creación, se
mostraban, sin excepción, extrañados al conocer que un
suceso de estas características hubiera ocurrido tan cerca
de sus casas, en un lugar habitualmente tranquilo.
Además, casi nadie, ni siquiera los vecinos del portón
situado frente al del crimen, ambos en un patio interior al
que se accede a través de una verja, conocían a la joven y a
su asesino confeso. “A ella no se si la he visto alguna vez,
pero a él, un chico calvo y grande, lo he visto por primera
vez cuando entraba con las esposas”, aseguraba una de las
vecinas del edificio.
Una vez desalojada la vivienda, el lugar volvió a su
tranquilidad habitual, sólo el dispositivo de cierre del
portal, estropeado, mostraba una huella del trasiego vivido
en esta trágica mañana. Por la tarde, hacia las 17.00 horas,
la calma seguía reinando en la calle. Tres jóvenes, una de
ellas llorosa y sostenida por los otros dos, abandonaban el
edificio en silencio. Otros conocidos, un chico y una chica
que salían junto a ellos, se negaban a pronunciar palabra
acerca del suceso.
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