Es la crisis. Es la palabra
maldita. La que suena a todas horas en los medios de
comunicación. La que está convirtiendo este primer tercio de
siglo en una película de terror. No hay día en el cual no
recibamos un parte de la matriarca europea, señora Merkel,
diciéndonos que otra vez hay que ponerlo todo en tela de
juicio, idear otras salidas, otros métodos, otros valores,
otras relaciones. Que nuestra economía está la pobre
exhausta y que estamos obligados a gastar muy poco y
trabajar muchísimo.
La canciller alemana nos lleva metiendo el miedo en el
cuerpo desde hace ya bastantes meses. Se ha convertido en un
martirio para todos los que estamos cortitos de valor.
Incluso los más fuertes, los más preparados para soportar el
desastre, comienzan a notar que el badajo principia a dar
muestras claras de estar tocado por la incertidumbre que
proporciona el entorno sombrío que nos vienen anunciando con
el ánimo de quemarnos la sangre.
El badajo, sin duda alguna, es lo primero que se resiente en
cuanto los problemas abundan. Y el mayor problema es carecer
de empleo o tener que vivir con un sueldo miserable que
apenas llegue para poner la olla. Tampoco los hombres de
negocios se están librando de la inapetencia que causa vivir
sometido a esa enorme desazón motivada por la ruina que nos
tiene acorralados.
Días atrás, me llamó una amiga que lleva ejerciendo la
profesión más antigua desde hace un lustro con ingresos
millonarios al mes. Y me dijo que estaba a punto de cerrar
un año malísimo. Y que, amén del descenso en lo
crematístico, me contaba que los pocos clientes de clase
media alta y ricos, que aún la visitaban, en vez de ocuparse
con ella la frecuentaban por costumbre y dedicaban la cita a
hablar de los desencuentros entre Jaime Ostos y
Milagros Ximénez de Cisneros (a propósito: yo tuve la
suerte de conocer y tratar durante mucho tiempo a la familia
de Mila y doy fe de que es una familia extraordinaria.
Influencia de unos padres excelentes). Por una pérdida de
vigor alarmante. En vista de la inquietud del momento que
están viviendo.
A lo que iba, que la señora Merkel no sólo va a influir
decisivamente en que la gente, debido a tener que aceptar
una dieta por mandato imperativo alemán, se quede
esquelética y parezca salida de un campo innombrable, sino
que tampoco descarto que sean los hombres los que cuando se
les insinúen las compañeras saquen a relucir aquel
comportamiento atribuido otrora a las féminas: “No, esta
noche no, cariño, me duele la cabeza”.
La cabeza debe de estar doliéndole ya a Mariano Rajoy.
Quien, al fin, ha dicho esta boca es mía: “Las cosas están
complicadas, va a haber que gobernar y va a haber que tomar
decisiones…”. En suma: que el titular de un periódico de
cabecera del PP es el siguiente: “Lo que viene para España
es difícil pero saldremos adelante”. La obviedad es
merecedora del premio limón.
Lo que no sabemos es cuánto tiempo tardaremos en ponernos en
condiciones de poder asegurar que los hombres han vuelto a
sentir la sangre fluir por todo el body. Para hacer posible
que vuelvan a sentirse viriles. Y puedan tener en el lecho
actuaciones dignas de ser recompensadas aunque sean con
ovación y salida al tercio. De no ser así, mucho me temo que
el índice de natalidad siga bajando con celeridad y los
pensionistas acaben muriéndose de hambre al día siguiente de
jubilarse. Por mor de una caja en bancarrota.
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