A lo largo del fin de semana y en
el salón de actos de la UNED han venido realizándose una
serie de conferencias sobre el Islam organizadas por una
Asociación Islámica de Benzú que, de forma privada,
invitaron a un buen orador muy versado en temas religiosos,
que viajó desde Melilla para compartir sus conocimientos con
los musulmanes de Ceuta. Ayer domingo, última jornada del
ciclo, acudí a la última intervención porque siempre es
enriquecedor y muy interesante ilustrarse sobre los dogmas y
principios de las distintas creencias.
De hecho la convocatoria fue un éxito ya que la sala se
encontraba repleta de asistentes, entre ellos Fátima Hamed,
con los caballeros sentados en las primeras filas y las
damas en las filas posteriores y a lo largo de los pasillos
al faltar espacio.
El único problema con el que me encontré, aunque no iba a
título profesional sino de forma privada e invitada por la
familia Amar Mohamed, fue la utilización de frases en árabe
que, por ser de contenido religioso, eran entendidas por
todos los musulmanes y aunque el orador trataba de ir
traduciendo de forma simultánea como señal de deferencia
hacia los asistentes de otros credos, a veces hacía difícil
seguir la línea argumental de la exposición que venía a ser
una culta exaltación del matrimonio en el Islam, que
considera la institución matrimonial como el único contrato
que puede darse entre el hombre y Allah, que bendice este
acto de forma especial. “El que ponga la intención de
casarse para tener hijos y crear una familia, Allah le
bendecirá”. Acto seguido el conferenciante pasó a exponer
las condiciones obligatorias para el matrimonio, así como
las indicaciones expresas encaminadas al musulmán al momento
de la petición de mano de su hija, donde ha de ponerse
especial interés en que, el pretendiente sea un creyente y
tenga buenas maneras, de forma que viva con la esposa
felizmente porque irá con el Corán y la Sunnah, le dará sus
derechos y la respetará.
Especialmente interesantes los motivos por los que se casa
el hombre con la mujer que son la belleza, que se va con el
tiempo; la riqueza, que puede perderse; el status social de
la esposa y que esta sea creyente y virtuosa. Y estos
motivos, como cristiana esenia que trato de merecer ser, me
recordaron especialmente al Eclesiástico, texto compuesto en
hebreo por Ben Sirá y traducido por el nieto del autor en el
año 132 antes de Jesucristo y que en su versículo 26 señala
“Dichoso el marido de una mujer buena, el número de sus días
se duplicará. Mujer valerosa es la alegría de su marido, él
vivirá en paz todos los días de su vida. Una mujer buena es
una herencia valiosa que toca en suerte a los que temen al
Señor : sean ricos o pobres su corazón estará contento y
llevarán siempre la alegría en el rostro” “El encanto de la
mujer complace a su marido y su ciencia le reconforta. La
mujer silenciosa es un don del Señor, la mujer bien educada
no tiene precio. La mujer honrada duplica su encanto, es
incalculable el valor de la que sabe controlarse” “Sol que
sale por las alturas del Señor es la belleza de la mujer
buena en su casa bien ordenada. Lámpara que brilla en el
candelabro santo es un rostro hermoso sobre una figura
esbelta.”
El orador resaltó en todo momento la importancia de la
esposa que, en el hogar es el Ministro del Interior,
denominación que fue acogida con un murmullo de satisfacción
por parte de las señoras asistentes, alegó la importancia
crucial de la educación de los hijos en principios
religiosos desde la más tierna edad, lo esencial de que
aprendan árabe y que sean introducidos en los preceptos por
el propio padre, evitando que presencien conductas y
contenidos televisivos contrarios al decoro y a las buenas
costumbres. Demostrado está que la figura de los hijos, de
los niños, aparece con carácter primordial en las religiones
monoteístas y recordé el Evangelio según San Mateo donde en
el versículo 18 aparecen las sagradas palabras de Nuestro
Señor Jesucristo “En aquel momento se acercaron a Jesús los
discípulos y le dijeron: “¿Quien es pues el mayor en el
Reino de los Cielos?” Él llamó a un niño, le puso en medio
de ellos y dijo “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis
como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Así
pues quien se humille como este niño, ése es el mayor en el
Reino de los Cielos. “Y el que reciba a un niño como éste en
mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de
estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen
al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos
y le hundan en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los
escándalos! Es forzoso, ciertamente que vengan escándalos,
pero ¡Ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!” Y se
extendió en consejos de convivencia hacia los esposos para
que le dediquen tiempo y atenciones a sus cónyuges, mientras
que a las creyentes les recordó que el uso del hiyab es
mandato divino, consejo que parecía haber calado de antemano
entre las asistentes ya que mayoritariamente iban con la
cabeza cubierta. Comparativamente más relajado el
mandamiento que la austeridad extrema en el atuendo y la
ausencia absoluta de joyas a excepción de una cruz sencilla
de metal o de madera que practicamos quienes tratando de
seguir a Jesús el Esenio y al cristianismo primitivo (que
nada tiene que ver con los Nuevos Cátaros ni con las
Escuelas Mistéricas, sino que es algo infinitamente más
simple) hacemos del ascetismo, la oración, el trabajo y el
estudio un agradable estilo de vida.
Interesante ocasión en la conferencia de recabar información
sobre extremos de la práctica del Islam, porque el estudio
comparativo de las creencias es siempre una experiencia
didáctica de primer orden. Excelente la organización de las
jornadas y clausura con rezo en la mezquita de Benzú para
los asistentes mientras servidora regresaba al periódico
para relatar la jornada.
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