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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¡Andrés, me voy!
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Hacía mucho tiempo que no veía a Miguel. En plena Calle Real, se detuvo y, sin más, muy sucintamente me contó algo que me sorprendió: su padre se encontraba gravemente enfermo y se presentía un rápido final. Me pidió discreción, que no hiciera comentario alguno. Así lo hice.

En el transcurso de los días posteriores -habían transcurrido un par de meses- el triste final se produjo y, Antonio, su padre, dejó de existir.

Yo, de forma esporádica me encontraba con Antonio, el padre de Miguel, cuando todavía tenía una cierta vitalidad. Bajaba de su domicilio para adquirir la prensa y echar sus boletos de “primitiva”. Era obligado, en esos momentos, mantener una breve conversación, ya sin temas concretos, desviándose hacia su estado de salud. Se encontraba muy mal y, en uno de los momentos, quedamente, me dijo: “Andrés, me voy”. Ya sabemos cuál es el comportamiento del receptor de un mensaje tan inesperado, aunque se considere realista. Yo le dije que lo veía muy entero, pero él insistía en que su salud se apagaba poco a poco.

Transcurridos unos días, me encuentro con Nena, su mujer, vecina y amiga de toda la vida. Al ver que su marido no había bajado por el periódico y echar los boletos de “primitiva”, me preocupé, al pensar que el deterioro de Antonio se había acelerado. Me confesó que sí, que sus fuerzas ya no le permitían acercarse al Kiosco.

Una llamada telefónica me comunica que Antonio, en un estado de extrema gravedad, había sido ingresado en el hospital, para unos días después, dejar de existir.

Antonio fue una persona muy querida y admirada, en especial en su Barriada, Villa Jovita. En ella nació, creció y se realizó. Contrajo matrimonio con Nena, mi vecina de la Colonia Weil. De esa unión nacieron cinco hijos, cuatro varones y una chica.

Le atrajo a nuestro gran amigo, la vida militar, profesión que ejerció hasta su retiro. Perteneció al Cuerpo de Especialista del Ejército, donde obtuvo para su promoción a Suboficial el número uno. Al dejar el Ejército lo hizo con el grado de Comandante.

Nuestro querido y admirado amigo, poseía una inteligencia muy especial: ajedrez, resolución de jeroglíficos... se encontraban entre sus actividades más destacadas. De ajedrez era un consumado jugador, considerado como gran maestro, y los jeroglíficos no se les resistían.

Se encontró muy vinculado al Centro Recreativo de Villa Jovita, donde de manera muy eficaz, y durante un largo periodo ejerció como Secretario. Fueron los años gloriosos de nuestro Centro, hoy desgraciadamente desaparecido.

Antonio, también hizo sus pinitos en el teatro, y formó parte del cuadro creado en la Barriada, donde otros grandes intérpretes de la escena como Ildefonso Álvarez, Alfonso Espinosa. Miguel Torres, Gregorio y Pepita Basurco... interpretaron importantes obras, siempre en el escenario de nuestro Centro Cultural.

Como maestro de ajedrez, a parte de sus apariciones competitivas, Antonio montó su “propia escuela” para menores, en principio sólo para hijos de socios, para después hacerlo extensible a todos los niños de la Barriada. Cuando se celebraba el Aniversario de la creación de nuestro Centro, entre los varios actos que se programaban, siempre estaban presentes las simultáneas de ajedrez con pequeños ajedrecistas.

Pero, lo más destacado de Antonio era su gran afición al coleccionismo. Dicen de ellos, de los coleccionistas, “que en el coleccionismo, el componente emocional está muy presente, y hay aficionados que ponen por delante su colección antes, que algo tan básico, como el comer.”

Antonio era un compulsivo coleccionista -quizás esta afición le vendría desde lejos- puesto de manifiesto, al menos, para aquellos que no estábamos en ello, en los momentos de su desaparición. Y es que, su hijo Pablo, segundo de su dinastía, accede a esta gran afición de su padre y tutela la publicación, de momento, de una extensa colección de frases de temas diversos.

Me comentaba Pablo que su padre era coleccionista de todo, que le había llamado mucho la atención las frases que pacientemente y, en cualquier momento y lugar “capturaba” e integraba en su colección.

No es frecuente, al menos yo no tenía conocimiento de ello, encontrar coleccionistas de frases, que por cierto, habría que buscar una palabra para definir a ese tipo de coleccionista, si no existe ya, como Numismática para el coleccionismo de monedas, o Loterofilia para el de lotería... Claro que no sería “fraseología” que es el conjunto de frases hechas, locuciones figuradas, modismos, refranes… ¿Valdría “frasefilia”?

Antonio, ese genio, pienso mal aprovechado, porque podía haber hecho lo que hubiese querido, aunque sin menospreciar lo que llegó a alcanzar profesionalmente. Muchas veces he pensado que la enseñanza se perdió un buen maestro o profesor, aunque esta misión no está a la altura de todos, por el poco reconocimiento que tiene en la sociedad, en especial en estos momentos.

Pero, ¿qué hará Antonio en la actualidad, en el lugar al que ha sido enviado? ¿Enseñará ajedrez? ¿Interpretará algún papel en una obra teatral? ¿Seguirá con su obra inacabada de coleccionar de todo, en especial frases?
 

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