Hacía mucho tiempo que no veía a
Miguel. En plena Calle Real, se detuvo y, sin más, muy
sucintamente me contó algo que me sorprendió: su padre se
encontraba gravemente enfermo y se presentía un rápido
final. Me pidió discreción, que no hiciera comentario
alguno. Así lo hice.
En el transcurso de los días posteriores -habían
transcurrido un par de meses- el triste final se produjo y,
Antonio, su padre, dejó de existir.
Yo, de forma esporádica me encontraba con Antonio, el padre
de Miguel, cuando todavía tenía una cierta vitalidad. Bajaba
de su domicilio para adquirir la prensa y echar sus boletos
de “primitiva”. Era obligado, en esos momentos, mantener una
breve conversación, ya sin temas concretos, desviándose
hacia su estado de salud. Se encontraba muy mal y, en uno de
los momentos, quedamente, me dijo: “Andrés, me voy”. Ya
sabemos cuál es el comportamiento del receptor de un mensaje
tan inesperado, aunque se considere realista. Yo le dije que
lo veía muy entero, pero él insistía en que su salud se
apagaba poco a poco.
Transcurridos unos días, me encuentro con Nena, su mujer,
vecina y amiga de toda la vida. Al ver que su marido no
había bajado por el periódico y echar los boletos de
“primitiva”, me preocupé, al pensar que el deterioro de
Antonio se había acelerado. Me confesó que sí, que sus
fuerzas ya no le permitían acercarse al Kiosco.
Una llamada telefónica me comunica que Antonio, en un estado
de extrema gravedad, había sido ingresado en el hospital,
para unos días después, dejar de existir.
Antonio fue una persona muy querida y admirada, en especial
en su Barriada, Villa Jovita. En ella nació, creció y se
realizó. Contrajo matrimonio con Nena, mi vecina de la
Colonia Weil. De esa unión nacieron cinco hijos, cuatro
varones y una chica.
Le atrajo a nuestro gran amigo, la vida militar, profesión
que ejerció hasta su retiro. Perteneció al Cuerpo de
Especialista del Ejército, donde obtuvo para su promoción a
Suboficial el número uno. Al dejar el Ejército lo hizo con
el grado de Comandante.
Nuestro querido y admirado amigo, poseía una inteligencia
muy especial: ajedrez, resolución de jeroglíficos... se
encontraban entre sus actividades más destacadas. De ajedrez
era un consumado jugador, considerado como gran maestro, y
los jeroglíficos no se les resistían.
Se encontró muy vinculado al Centro Recreativo de Villa
Jovita, donde de manera muy eficaz, y durante un largo
periodo ejerció como Secretario. Fueron los años gloriosos
de nuestro Centro, hoy desgraciadamente desaparecido.
Antonio, también hizo sus pinitos en el teatro, y formó
parte del cuadro creado en la Barriada, donde otros grandes
intérpretes de la escena como Ildefonso Álvarez, Alfonso
Espinosa. Miguel Torres, Gregorio y Pepita Basurco...
interpretaron importantes obras, siempre en el escenario de
nuestro Centro Cultural.
Como maestro de ajedrez, a parte de sus apariciones
competitivas, Antonio montó su “propia escuela” para
menores, en principio sólo para hijos de socios, para
después hacerlo extensible a todos los niños de la Barriada.
Cuando se celebraba el Aniversario de la creación de nuestro
Centro, entre los varios actos que se programaban, siempre
estaban presentes las simultáneas de ajedrez con pequeños
ajedrecistas.
Pero, lo más destacado de Antonio era su gran afición al
coleccionismo. Dicen de ellos, de los coleccionistas, “que
en el coleccionismo, el componente emocional está muy
presente, y hay aficionados que ponen por delante su
colección antes, que algo tan básico, como el comer.”
Antonio era un compulsivo coleccionista -quizás esta afición
le vendría desde lejos- puesto de manifiesto, al menos, para
aquellos que no estábamos en ello, en los momentos de su
desaparición. Y es que, su hijo Pablo, segundo de su
dinastía, accede a esta gran afición de su padre y tutela la
publicación, de momento, de una extensa colección de frases
de temas diversos.
Me comentaba Pablo que su padre era coleccionista de todo,
que le había llamado mucho la atención las frases que
pacientemente y, en cualquier momento y lugar “capturaba” e
integraba en su colección.
No es frecuente, al menos yo no tenía conocimiento de ello,
encontrar coleccionistas de frases, que por cierto, habría
que buscar una palabra para definir a ese tipo de
coleccionista, si no existe ya, como Numismática para el
coleccionismo de monedas, o Loterofilia para el de
lotería... Claro que no sería “fraseología” que es el
conjunto de frases hechas, locuciones figuradas, modismos,
refranes… ¿Valdría “frasefilia”?
Antonio, ese genio, pienso mal aprovechado, porque podía
haber hecho lo que hubiese querido, aunque sin menospreciar
lo que llegó a alcanzar profesionalmente. Muchas veces he
pensado que la enseñanza se perdió un buen maestro o
profesor, aunque esta misión no está a la altura de todos,
por el poco reconocimiento que tiene en la sociedad, en
especial en estos momentos.
Pero, ¿qué hará Antonio en la actualidad, en el lugar al que
ha sido enviado? ¿Enseñará ajedrez? ¿Interpretará algún
papel en una obra teatral? ¿Seguirá con su obra inacabada de
coleccionar de todo, en especial frases?
|