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OPINIÓN - VIERNES, 25 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

La revolución pendiente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He tratado de mantenerlo en secreto. Aunque mentiría si no dijera que hacerlo me ha costado lo indecible. Pero, al fin, he claudicado y no tengo el menor inconveniente en propalar que todos los jueves, desde hace ya un mundo, espero con verdadera impaciencia leer el artículo que escribe Juan Luis Aróstegui.

Confieso que la prosa de Juan Luis me enganchó desde la primera vez que tuve la oportunidad de comprobar que es de una consistencia formidable. Tan preñada de solidez y firmeza, tan sobrada de vitalidad, que no tengo la menor duda de que pasará a la historia de esta ciudad como ejemplo moral de un ciudadano que jamás rehusó enfrentarse a una caterva de habitantes racistas.

Entiendo que urge construir cuanto antes un arengario en el lugar más destacado de la ciudad para que esos escritos de cada semana sean leídos al pueblo por su autor. Por lo cual corresponde a la autoridad competente -en este caso, sería a Mabel Deu, consejera que es de Educación, Cultura y Mujer- acelerar en la medida que le sea lo posible los requisitos, al efecto, a fin de que en el menor tiempo posible podamos todos disfrutar de las arengas de un hombre que se expresa como el líder de la revolución que Ceuta está pidiendo a gritos.

Manifiesto a voz en cuello, aun a costa de quedarme afónico, la necesidad que este pueblo tiene de contar cada jueves con una tribuna, muy principal, desde la que se haga visible la figura de alguien que dice estar al frente de algo que no es sólo un partido político, sino que representa, a su vez, “la expresión organizada de un movimiento revolucionario”.

Ansío con verdadero interés poder ilusionarme pensando en que un día a la semana tendré la oportunidad de acudir con prisas a una cita en la cual me espera un orador capaz de hacerme comprender que pertenezco a una comunidad cristiana de personas injustas. Y es así, según Aróstegui nos recuerda constantemente y con crudeza, debido a que miramos por encima del hombro a los vecinos pertenecientes a otra etnia. Y que esa tendencia a sentirnos superiores desemboca en una discriminación que a él le aguijonea el alma. Y, claro es, nos anuncia que ha llegado el momento de acabar con tan dañina conducta.

Nos confirma Juan Luis, con el vigor que caracteriza a su escritura, que él, intelectual de verdad, de los que ya no existen, está dispuesto a cambiar esta tierra. Que no cederá un ápice en la enorme tarea -de titánica la califica el líder de Caballas- de guiar a esta sociedad por el camino de la verdad. De la paz. De la fraternidad. Con el mejor de los fines: que dejemos de ser racistas. Y que perdamos el miedo a que un buen día Mohamed Alí, por ejemplo, pueda ser el sustituto de Juan Vivas.

Comprendan que ante semejante intelectual declarado ateo, uno esté deseando todos los jueves leer sus diagnósticos sobre los males que viene padeciendo la sociedad ceutí y los remedios con los que cuenta él para cortar de raíz los siempre perversos convencionalismos. Por ello, me van a permitir que insista en pedir para Aróstegui una tribuna pública. Un arengatorio desde el cual podamos extasiarnos con su palabra, cada jueves. Con ese verbo apasionado y siempre proclive a la defensa de los más necesitados. Máxime cuando en esta tierra, según el hombre con traza de profeta, abundamos los racistas. Que Dios nos coja confesados.
 

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