Hay un paralelismo grande, en lo
que sucedió allá por 1982 y lo que acaba de suceder ahora,
en las elecciones generales a Cortes: Congreso y Senado.
Las dos veces la palabra cambio era el centro de la campaña
electoral, pero era el centro en la oposición, frente a la
situación en la que estaba el partido en el Gobierno.
En aquellos momentos gobernaba la UCD, con Calvo Sotelo a la
cabeza y aspiraba a gobernar el PSOE, con Felipe González en
busca de la Presidencia del Gobierno.
Pues bien, en 1982 el partido en el Gobierno perdió las
elecciones, de una forma tan desastrosa que pasó del
Gobierno a la desaparición, prácticamente.
Ahora estaba ¿gobernando? El PSOE, y si bien es cierto que
un partido histórico como es el PSOE, es imposible que
llegue a la desaparición, tras las elecciones del pasado
domingo ha quedado tan tocado y tan resquebrajado que,
ahora, no tendrán más remedio que reorganizarlo, refundarlo
o, cuando menos, darle una orientación completamente
antagónica a la que ha venido teniendo.
El cambio, pues, el que lo eligió se ha hecho con el poder,
entonces y ahora. Los partidarios de seguir unas directrices
diferentes son y fueron los que llevaron y van a llevar las
riendas del Gobierno de este país, mientras que los que han
perdido, antes y ahora, el poder, tuvieron y tendrán un
largo cruce del desierto, si es que aspiran a gobernar algún
día.
Desde que comenzó la campaña electoral, e incluso en la
precampaña ya, hemos dicho, en repetidas ocasiones que hoy,
cuando se va a votar, en lo que menos se piensa es en las
ideologías, marcas que quedaron aparcadas ya en el siglo XIX.
Hoy, como hace veinte años, se miran otras cosas, y en estos
momentos, especialmente, la administración de los recursos y
la dignidad de quienes llevan las riendas de la comunidad
son los elementos que más cuentan.
Cuando en 1982 la UCD perdió las elecciones y llegó a
desaparecer, a la UCD no se le podía achacar más que su
discurso ya había concluido, ya se había gastado porque lo
que pregonaba se había llevado a cabo. Se necesitaba un
gobierno fuerte y no la guerra de guerrillas que tenían las
siglas que componían la UCD. Su defunción estaba más que
justificada y la subida al poder de algo nuevo, también, lo
estaba.
Ahora ha sido otra cosa, ahora no se ha sabido gestionar los
problemas que se han ido presentando y se fueron aparcando,
cada día más, los verdaderos problemas para dedicarse a
“jugar” con aspectos de una falsa y barata progresía.
Ahora, en vez de gestionar la crisis, se detuvo toda la
situación en la concesión de “ciertos derechos” que ni
mejoran, ni empeoraban antes, las situaciones que había.
Ahora, en vez de mirar para adelante, hemos ido mirando
mucho hacia atrás, para intentar volver, queriendo o sin
querer, hacia las dos Españas.
Ahora, la torpeza y la improvisación han dado al traste con
un Gobierno que no ilusionó nunca, porque siempre se apoyó
en algo irrealizable con unas formas chapuceras.
Ahora, por todo eso, el PSOE tendrá que hacer un nuevo cruce
del desierto, en la oposición, con talento ya que el talante
les ha llevado al fracaso.
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