Estaba visto que llegaría y por
eso, incluso, se me ha hecho corta, en este día lluvioso del
mes de noviembre.
No me lo quise perder y fue lo primero que hice, nada más
levantarme, incluso antes de desayunar, por aquello de que
se te puede olvidar, no sería mi caso, o por si surgiera
algún contratiempo que me impidiera hacerlo.
El ambiente, aunque lluvioso, estaba a tono con lo que, al
final, ha salido. Mucho optimismo y ganas de que todo esto
cambie. No podría ser de otra forma, en un país en el que
todas las amenazas de lo negativo se vienen juntando en los
últimos meses.
Coincidí, camino del colegio electoral, con Paco Márquez
quien, aun sabiendo que iba a ganar, no quería lanzar las
campanas al vuelo:”Hay que esperar”.
Luego, a lo largo del día, salí en varias ocasiones a la
calle y lo que más se detectaba era que el personal se iba
encaminando a sus colegios electorales, con las papeletas de
votar, en la mano.
Había llegado el día del cambio, precisamente, a los 36 años
exactos de aquel otro día en el que el cambio definitivo lo
acababa de proporcionar el fallecimiento del General Franco.
Este cambio, el de ayer, tenía otro aspecto, no diré
“talante”, porque no quiero nada que huela al zapaterismo de
los últimos casi ocho años. El cambio que se iniciaba, desde
ayer, marcaba unas líneas de comportamiento diferentes, una
seriedad totalmente distinta y una manera de enfocar las
situaciones completamente antagónicas a como se han enfocado
durante los últimos años.
En el grupo ganador todo era normalidad y sosiego. Se había
recogido lo que se había venido sembrando y no había más que
comentar.
En el otro grupo, en el de los perdedores del PSOE no había
nada que decir. Ellos sabían que se lo habían ganado a
pulso, desde años atrás y que, a la hora del recuento de los
votos, las mentiras no se contabilizan.
Silencio, tras el fracaso, y ahora a rehacerse, ahora a
refundar o reorganizar, desde los cimientos, el PSOE, algo
que no hacían, desde hace muchos años.
A partir de ahora, es de suponer que aparezcan caras nuevas,
gentes que para nada piensen en “las dos Españas” de las que
tanto uso se ha hecho en los años de gobierno de Zapatero.
Rubalcaba ya, con esta derrota, ha pagado y bien, sus
servicios al partido y todas sus acciones, desde el mismo,
acciones que tanto han dejado que desear.
La vieja guardia, prácticamente, queda relegada, hasta
marzo, en Andalucía, el último bastión de los del “capullo”
en la geografía española.
A lo largo de la campaña, esa vieja guardia ya se dejó ver
en alguna ocasión, con los Felipe, los “Guerra” y todo su
séquito que querían, pero no han podido, por lo que, desde
ahora, tendrán que quedarse “guardados” donde no sean muy
vistos. Su etapa pasó, hace ya muchos años, ahora es
bastante con que tengan un buen descanso y se dediquen a
“embalsamar mariposas”, para otras cosas más serias ya no
están preparados.
Cuando estoy escribiendo, no sé lo que va a hacer, desde
hoy, Rubalcaba. Dimitir no puede hacerlo, porque no tiene
ningún cargo para dimitir de nada. Quedarse en la oposición,
a secas, le parecerá poco y, a pocos metros, siempre a la
espalda, la de los “mimitos” Carmen Chacón, buscando la
Secretaría General. Otro fracaso más que los jóvenes del
PSOE no creo que lleguen a tolerar.
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