¿Cuantos años llevamos denunciando
con dureza desde las páginas de este diario los excesos a
los que habían llegado algunas televisiones? Tiren de
hemerotecas y comprobarán cómo desde los años del truculento
“Aquí hay tomate” programa de sobremesa en el que se
linchaba a personajes públicos y se juzgaba y condenaba
anticipadamente al infeliz “famoso” salpicado por algún
problema judicial o privado, ya desde este diario alertamos
de la repugnante vulneración de principios constitucionales
que suponía la moda de “los juicios paralelos”. ¿No
recuerdan cuando hace unos seis años las tertulias-rosa de
los programas de la casquería del corazón se convertían en
improvisados tribunales donde los tertulianos, erigidos en
fiscales, debatían con ensañamiento las detenciones
televisadas de Julián Muñoz, la Pantoja, Roca, Maite
Zaldíbar y demás víctimas de la moda del “malayeo”? ¿Y algún
juez o algún fiscal intervino impidiendo los sumarísimos
juicios mediáticos en los platós de las televisiones?
Ninguno. Y no es de extrañar porque el término justicia
lleva años escribiéndose con letra minúscula y utilizándose
con un claro sentimiento de rechazo. Por el fondo y por la
forma. ¿Recuerdan cuando se vendieron al Interviú y a los
programas las fotos de las fichas policiales de los
imputados en la Operación Malaya conculcando su derecho al
honor y a la intimidad y vulnerando la presunción de
inocencia y el principio de tutela judicial efectiva? Por
cierto ¿Mandó el juez encargado de salvaguardar los derechos
de sus imputados actuar contra los culpables e incoar
diligencias?Ni se escandalicen ni se preocupen por las
arbitrariedades perpetradas por indeseables, hay millones de
ciudadanos que tienen muy buena memoria y años de práctica
del ejercicio de la paciencia, sabedores de que a todo cerdo
le llega su San Martín. Y parece que la festividad está aquí
mismo, a la vuelta de la esquina y esperamos que también sea
el San Martín del relativismo y del ataque frontal contra
los valores y los principios que son el numen de la
sociedad.
Reacciones ya se advierten. Cuando el principio es “la
carencia absoluta de principios” se llega a tal hartazgo que
una chispa es capaz de incendiar un bosque entero. Porque
¿Se habrán sentado indeseables en los platós de televisión?
¿Habrán ganado dinero seres abyectos contando sus miserias
ante las cámaras como exaltación de “la moral del morbo”? Y
ahora precisamente, cuando los antivalores y los
antiprincipios parecen agonizar, contratan en el programa
nocturno La Noria a la madre del Cuco, el “menor” absuelto
(por el momento) del asesinato de la niña Marta del Castillo
(luego ya se verá) los espectadores incendian las redes,
arde facebook insultando la crueldad del programa al sentar
en un plató y pagar a la sinvergüenza de la madre de un
criminal y los anunciantes que patrocinan el programa se
baten en retirada y deciden romper sus contratos con La
Noria por la inmoralidad de sus contenidos. En menos de dos
semanas han retirado toda la publicidad, porque son
conscientes de que publicitarse en ese programa supone
enfrentarse a los internautas y a la sociedad española en
general. Primer varapalo expreso al relativismo y a la
carencia de principios. Suponemos que el primero de muchos
porque ya se sabe que “año nuevo, vida nueva” y puede que
algunos indignos espectáculos televisivos desde los que se
ha intoxicado y manipulado a los telespectadores para
embrutecerles haciéndoles comulgar con una amoralidad
institucionalizada desde las más altas esferas del Poder,
tengan por fin fecha de caducidad. Pero no hablamos desde
una perspectiva melindrosa, de hecho la chabacanería y la
estética poligonera no nos afecta en lo más mínimo, lo
auténticamente terrible e inmoral de esta falta de ética ha
sido el mal que han causado en los más jóvenes. Por el
ejemplo que han dado y la falta de valores que han
propiciado ¿Es lógico que unos patéticos analfabetos se
hagan millonarios participando en programas mientras que
nuestros jóvenes científicos becarios tengan que dar clases
de matemáticas a los niños de la ESO y estén pasando hambre
a fin de mes? ¿Para qué se va a estudiar, de qué sirven el
esfuerzo y el sacrificio sin más meta que el mileurismo
cuando cualquier barriobajera vendiendo sus escándalos en un
plató gana diez veces más que cualquier licenciado
universitario? Esta es la amoralidad perversa que ha servido
de referencia a una juventud desorientada y a una sociedad
que se ha ido arruinando a todos los niveles mientras
contemplaba el escandaloso enriquecimiento de un ramillete
de incultos mamarrachos. ¿Frase de una adolescente de la que
sido testigo? “Lo mejor para ganar dinero es liarse con un
famoso o hacer un montaje y luego venderlo por las
televisiones”.
¿Y cuanto tiempo ha de pasar para reflotar los auténticos
valores y hacer desaparecer la sensación de que no merece la
pena esforzarse porque vendiendo escándalos se gana cien
veces más?. Habrá de pasar tiempo. Pero el primer paso ya
está dado: se han retirado los anuncios de La Noria. Algo es
algo.
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