Cuando falta apenas nada para que
las urnas decidan qué partido ganará las elecciones, por más
que los españoles tengan asumido desde hace ya varios meses
que la victoria corresponderá a los populares, siempre los
hay que viven esperanzados con que se haga realidad una
sorpresa que impidiera a Mariano Rajoy obtener esa
mayoría absoluta que vienen propalando las encuestas.
Mayoría absoluta necesaria para que los de la gaviota puedan
formar gobierno sin tener que contar con los partidos
nacionalistas, atentos siempre a sacar tajada de tales
situaciones de inferioridad del ganador. Por tal motivo,
aunque sean pocos los socialistas y nacionalistas que siguen
aferrados a la idea de un milagro de última hora, hecho
posible por los votantes indecisos, no les quepa la menor
duda de que existen.
Dice un amigo, muy dado a sentenciar él, que la fe es creer
lo que no hemos visto anunciado. Que es la que tienen
cuantos todavía sueñan con que el domingo las urnas se
expresen contra pronóstico. Es decir, que sus resultados
sean los no previstos, los no anunciados, a bombo y
platillo, por las innumerables encuestas que se han venido
aireando.
Hablando de fe, no puedo sino acordarme de la que tienen
depositada algunos políticos populares de Ceuta, en que se
les nombre delegado del Gobierno de la ciudad. Y me alegro
por ellos, créanme, que estén viviendo en ese estado de
excitación que produce la creencia de poder ser elegido para
un cargo que anhelan con toda su alma. Y que para todos los
aspirantes sería, sin duda alguna, el broche de oro de su
actuar en política.
Vivir sin fe en nada debe de ser horrible; amén de privarse
uno de ser más feliz que lo que pudiera ser sin ella. De
modo que en estos momentos me atrevo a mencionar que la
felicidad de Francisco Antonio González, de
Cayetano Jesús Fortes y hasta de Nicolás Fernández
Cucurull será mucha. Una dicha acorde con la convicción
que tiene cada uno de que su nombre está escrito en una
papeleta que acabará en un bombo de donde saldrá el próximo
inquilino de la plaza de los Reyes.
No, mire usted, no me he olvidado de José Luís Morales
ni tampoco de Manuel Coronado, el no nominarles es
porque yo tengo la certeza de que ellos carecen de fe en lo
tocante a ser designados para convertirse en la voz del
Gobierno de España en esta tierra. Es más, a ambos, es
decir, a Manolo y a José Luís, no se les nota esa felicidad
que aflora en el rostro de sus compañeros. La que, repito,
emana de saberse posible candidato a sustituir a José
Fernández Chacón.
En fin, que, cuando estamos a poco y nada de conocer si el
PP obtendrá la mayoría absoluta que precisa, para gobernar
en solitario y hacer de su capa un sayo, o sea, ponernos a
todos firmes, en Ceuta, parece ser que la máxima
preocupación de algunos miembros destacados de los populares
radica en disputarse el trono de la Delegación del Gobierno.
Con lo fácil que sería nombrar delegado del Gobierno a
Juan Luis Aróstegui. Pues con él, cual virrey de esta
tierra, no tengo la menor duda de que viviríamos años de
amor fraterno. Ceuta se convertiría en tierra deseada. En un
oasis de paz, prosperidad y hermandad a raudales. Lo que no
entiendo es que Vivas no se haya dado cuenta aún de que debe
apoyar (!) esa causa por el bien de Ceuta.
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