Lutero se enfrentó al Papa “por no dejarse fotografiar”. Las
partes de la célula son tres “ cé-lu-la”. Los filósofos más
importantes de la Ilustración fueron “ Beicon, Espinnaca y
Descartes” . El calvinismo es un movimiento de “hombres
calvos”. Banco pesquero es “un banco que suele haber en el
muelle donde el pescador se sienta mientras pesca”. La
longitud geográfica es “cuando medimos con el metro
cualquier parte de la tierra”. El anticiclón de “los Ozores”
es el culpable del tiempo en España.
Queridos lectores y lectoras, seguramente amén de
provocarles alguna que otra carcajada, habrán pensado que el
autor de este artículo exagera y que estas frases forman
parte de la leyenda que siempre circula entre los
profesores, acerca de las ocurrencias plasmadas en los
exámenes que realizan sus alumnos. Nada más lejos de la
realidad .
El periodista y escritor Carlos García Costoya recoge una
buena muestra de los dislates en su libro ANECDOTAS DE
PROFESORES, publicado por la editorial Styria.
He de aclarar que las tres últimas lindezas son de mi
cosecha. Quiero decir que las he recogido de las muchas que
en su día apunté, cuando ejercí como vocal corrector de la
asignatura de Geografía de España en las P.A.U.
(Pruebas de Acceso a la Universidad) a lo largo de ocho
años.
La anécdota de Lutero, según refiere García Costoya en su
libro, es obra de un estudiante que, preguntado por el
inicio de la Reforma, escribió que “el principal motivo de
Lutero para enfrentarse al Papa fue que no se quiso hacer
una fotografía con sus tesis” Contrariado al verse
suspendido, el alumno reclamó mostrando al docente un libro
en el que se decía que “Lutero no se quiso retractar de sus
tesis con la Iglesia catolica”
Ni con cien años de cárcel pagaría el PSOE el daño que ha
hecho al sistema educativo español , desde la malhadada
promulgación de la LOGSE allá por Octubre de 1990. Hoy,
veintiún años más tarde, ya podemos presumir de tener en la
calle a casi toda una generación de analfabetos logsianos. A
lo largo de este tiempo, se han cometido barbaridades como
pasar de curso a alumnos con cinco, seis, siete suspensos,
la llamada promoción automática, para juntar con las
materias propias del curso siguiente hasta catorce o quince
asignaturas y, como no podía ser de otra manera, conducir al
garrulo o garrula a medrar en el aula, molestar a los que de
verdad han querido aprovechar el tiempo , amargarle la vida
al docente y, finalmente, terminar en los pomposamente
llamados Programas de Garantía Social, hoy reconvertidos en
PCPI ( Programas de cualificación profesional inicial) y que
no suponen la consecución del título de Graduado en
Secundaria.
Los perpetradores de este engendro que ya fracasó en Gran
Bretaña, fueron el ministro José María Maravall, Alvaro
Marchesi que fue Secretario de Estado de Educación y, como
no podía ser de otra manera, el incombustible Alfredo Pérez
Rubalcaba que también ocupó el cargo de Secretario de
Educación , llegando a ser ministro de la cosa entre 1992 y
1993.
No es descubrir algo nuevo sostener que las ideas sobre
educación que mantiene el PSOE son reaccionarias, porque
frenan cualquier progreso al estar basadas en un aberrante
concepto igualitario. Igualdad que nada tiene que ver con la
igualdad de oportunidades, sino con un proceso donde todos
deben permanecer iguales. Iguales deben ser profesores y
alumnos, uno de los más queridos y jaleados principios
heredados del Mayo del 68. Fin de la autoridad del profesor,
del maestro. Fin de toda posibilidad de transmitir
conocimientos científicos y morales.
La emulación por la excelencia individual se considera poco
menos que fascista. Nada de suspensos, universal igualación
por abajo, el aprobado escolar como uno de los derechos
humanos. Y para disimular el fracaso, que en Andalucía
supera con creces el 30 % estando a la cola de España, una
praxis tendente a la falsificación de las estadísticas,
presionando sobre los enseñantes a fin de que no suspendan a
nadie.
Por todo ello , resulta incomprensible la polvareda que
levantó hace unos meses el proyecto de la Comunidad de
Madrid de instaurar desde el actual curso escolar, un
experimento de “bachillerato de la excelencia”.
Dicho de otro modo, lo mismo que los deportistas de élite se
entrenan en centros especializados, los llamados CAR, los
estudiantes que destaquen sobre la media de sus compañeros
deben disponer también de una atención específica.
Desde el Partido Socialista se apresuraron a denigrar la
medida, argumentando que la educación no debe ser selectiva
ni excluyente, quizá sin darse cuenta de que la selección y
la exclusión la provocan los propios alumnos.
Siempre se primó al alumno excelente, al brillante, y es
raro , muy raro, el profesor que no haya dedicado su mimo al
alumno entusiasta, de la misma manera que en el generalizado
marasmo en el que está actualmente la docencia, los
profesores no encuentran más que motivos de desánimo e
incluso depresión.
¿Por qué el intento de primar a los mejores, ofreciéndoles
un ámbito especializado , ha de suponer un efecto
discriminatorio? Estamos cansados de ver a los líderes de la
izquierda enviar a sus hijos , no a los centros públicos,
sino a las mejores instituciones privadas, sin que en ello
aprecien ninguna discriminación elitista respecto al común
de los estudiantes que han de sobrevivir en la selva de
nuestro degradado y fracasado sistema educativo.
Por eso, cuesta entender que estos políticos que se dicen de
izquierda pongan objeciones al hecho elemental de que la
educación trate de rescatar al alumnado excelente de un
ámbito proverbialmente deteriorado, donde son considerados
por sus compañeros como bichos raros que tienen la fea
costumbre de estudiar , esforzarse y sacrificarse .
La excelencia es un mérito que debe estimularse por
elementales razones funcionales. Lo demás son pamplinas
politiqueras que poco o nada tienen que ver con la justicia
ni con el bien común. Pero mientras siga en vigor la LOE,
sucedáneo de la LOGSE , mientras se siga confundiendo
igualdad con igualitarismo, mientras no renazca cual ave
fénix de sus cenizas, la cultura del esfuerzo, la
disciplina, el afán de saber, seguiremos fabricando
analfabetos funcionales, eso sí, encantados de haberse
conocido.
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