Ayer, por el sábado, acudo a la
misa y a la cena de gala que organiza la Casa de Ceuta en
Barcelona con motivo de su 45 aniversario.
Ambiente distendido, saludos de los amigos entre amigos,
encuentros desde la lejanía en la lejanía del tiempo. Amigos
de la niñez que no se encontraban en cuarenta años,…
Saludo a Guillermo Martínez, que viene en representación de
la Ciudad, y hablo un poco con él de cómo van las cosas. No
podemos seguir hablando como a mí me interesaría porque está
siendo muy solicitado por los demás asistentes.
Por la mañana, después de la misa que dan por llamarla
rociera, encuentro a mi buen amigo Silverio de la Yesa Chico
(la verdad es un poco chocante su segundo apellido porque de
‘chico’ no tiene nada este gigante). Ha venido en coche y
por lo que veo ha llegado al lugar después de andar perdido
por las calles barcelonesas. Buen palo se ha pegado en el
viaje. Dios no lo ha podido coger confesado, llegó tarde a
la cita. Sigue siendo tan cachondo como buen caballa que es.
La misa rociera es una repetición exacta de la que se
celebra todos los años. El buen amigo de Ceuta, el párroco
Salvador Torres, se supera así mismo en la organización y
desarrollo del oficio sin saltarse en ningún momento el
guión. Sigue colaborando con el párroco mi buen amigo
Antonio Lasheras con su habitual profesionalidad presentando
actos.
Me encuentro con Julio Carmona, el secretario de la Casa,
cuya fisonomía es casi un perfecto calco de Mariano Rajoy,
más aún que se ha dejado la barba. Comentamos los lances de
nuestro intercambio de misivas electrónicas. Ambos, Julio y
yo, damos por sentado que siempre habrá una buena amistad.
Tendencias políticas aparte.
Por la tarde-noche acudo con bastante antelación al Hotel
Novotel, ubicado en la zona más moderna de Barcelona y que
ha sufrido un cambio tan radical que el ‘skiline’ barcelonés
parece superar al de Nueva York.
He llegado más pronto porque estaba dispuesto a coger el
mejor sitio desde el que enfocar el acto principal de la
cena: la entrega de galardones y caballas de oro, para dar
cuenta de su desarrollo.
Por la distribución planificada me corresponde la mesa
número 13. No es que sea supersticioso en creer o no este
número como portador del virus de la mala suerte…
efectivamente lo es.
Así se lo hago saber a Julio Carmona, que ese número no me
gusta. No hay otro remedio que apechugar con ello.
En el aperitivo previo a la cena me encuentro con viejos y
nuevos conocidos.
Entro ellos están Ramón de la Cruz, de la Casa de Ceuta en
Melilla; Pedro Contreras Segura, de la Casa de Ceuta en
Alhaurín de la Torre; Martín Clavero Jové, de la Casa de
Ceuta en Madrid.
Más tarde “tropiezo” con mi buen amigo Juan Carlos Jiménez
Gamero, presidente de la Casa de Ceuta en Sevilla, nos
abrazamos con efusión y con el que intercambio algunas
palabras, breves por culpa de tener copado el tiempo con el
acto en sí.
Con Silverio de la Yesa, presidente de la casa de Ceuta en
Cádiz, me cruzo varias veces durante todo el acto. No
paramos de hacer del cachondeo nuestra medida. Me supera en
estatura.
Sigo saludando a viejos conocidos, no por viejos, entre los
que destaco a Paco Narváez ya despojado de cualquier cargo
político y poco después saludo a la vicepresidenta del
Gobierno catalán, Joana Ortega i Alemany, que se preocupa
porque las fotos que le haga salgan perfectas.
Antes, mi ya mejor amigo en Barcelona, el presidente de la
Casa, Rafael Corral, me ha presentado a la jefa del Gabinete
de Prensa de la Vicepresidenta, la maravillosamente guapa
Agnés Russiñol, con la que hablo un rato y quedamos en que
le envíe las fotos que haga del acto.
Mal asunto. El de enviar las fotos al Gabinete. Solo podré
enviar las que hice en el aperitivo. Explico el porqué.
Como escribí más arriba, había llegado con una hora de
antelación al comienzo del acto con el objetivo de coger un
buen sitio en el que situar la cámara de vídeo, tomar
instantáneas del acto y seguirlo con rigor.
Para ello dejé la bolsa con los aparatos en una de las
sillas que rodean la mesa número 13 a fin de advertir a mis
compañeros de mesa que ese sitio estaba reservado.
Sin embargo, al volver al salón comedor, me encuentro la
mencionada bolsa en el peor sitio de la mesa, totalmente de
espaldas al ‘escenario’.
Les digo a mis compañeros de mesa que la bolsa estaba en esa
silla y les expliqué los motivos… no comprendo la posición
tan cerril de un matrimonio al que, hasta ese momento, había
considerado amigo. Se empeñaron, sobre todo la mujer, en no
cambiar de sitio.
Normalmente soy un hombre de paciencia limitada. Hago saber
lo que quiero que sepan en tres ‘campanadas’, si a la
tercera no consigo convencer… punto final y me voy del lugar
para no proseguir una discusión que no me beneficia en nada
(ni por el trabajo, que no cobro, ni por discutir con
cerebros cuadrados).
Efectivamente me largué antes de que colocaran el primer
plato. Lo siento por Rafa Corral, que siempre confía en mí,
y por los compañeros de mesa, mis buenos amigos José
Berrocal y Pepe Vera con sus respetivas esposas, que no
tuvieron arte ni parte en la incidencia.
Esta situación ya se ha producido tres veces, aunque con
distintas personas, a lo largo de las actividades
desarrolladas por la Casa de Ceuta en Barcelona. Como soy
así, ya no habrá cuarta vez.
La disposición egoísta y la cerril postura de algunas
personas me producen tal revoltijo de bilis que, por no
llevar más lejos este tipo de situación, prefiero zanjar por
lo sano. Así evito la prolongación de males mayores. Sobre
todo que no se me suba la tensión, ya de por sí bastante
alta.
En fin, fue un mal asunto para el comienzo del final de mi
ya larga colaboración con Rafa Corral. Existe gente que ni
siquiera merece la pena les dedique ni una sola línea.
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