LUNES 7.
Día de lectura. De lo leído este lunes, les voy a contar el
siguiente pasaje: estaba Muñoz Grandes (militar que
había hecho las campañas de la África colonial, durante la
República había creado el cuerpo de Guardias de Asalto, hizo
la guerra civil española, y que, para finalizar, había
participado en la guerra mundial combatiendo en el frente
ruso como general en jefe de la División Española de
Voluntarios) convaleciendo de una operación efectuada por el
doctor Antonio Puigvert. Excelso catalán. Y en una de
las visitas de éste a su paciente, dice que como iba y venía
de Barcelona a Madrid para ver a Muñoz Grandes, éste le
preguntaba con mucho interés acerca de cómo estaba Cataluña
y de qué pensaban los catalanes al verse privados de todos
sus fueros y privilegios e, incluso, se les había prohibido
el uso propio de su idioma en múltiples circunstancias,
finalizada la guerra civil. Respuestas del doctor Puigvert:
“Yo le conté que en las malhadadas épocas de Felipe V,
Barcelona, que había sufrido, durante largos meses de sitio,
epidemias, hambre y cañoneos de las tropas del duque de
Berwick, se vio irremisiblemente forzada a capitular. Y
cuando entraron los invasores se encontraron con un
espectáculo realmente insólito: los catalanes, aquellos
hombres que el día anterior estaban con las armas en la mano
enterrando a sus muertos, se habían puesto a trabajar. ¡A
trabajar!” Muñoz Grandes al oírlo, se impresionó. Y yo
continué: “Creo que si al término de nuestra guerra civil,
en lugar de castellanizar a Cataluña, como se pretende, se
hubiesen dedicado los esfuerzos catalanes a catalanizar
España, habríamos salido ganando todos. Se quedó pensativo
el general. Y después de un momento de pausa me contestó”:
“Puede que tenga usted razón”.
He aquí, pues, el mito de Cataluña. Heredado de los que
dijeron cuando la crisis del 98 que el remedio pasaba porque
la periferia le hablara a la meseta de “los mares lejanos”.
Los que así se expresaban eran, nada más y nada menos que
Maragall y Maeztu, pero también Unamuno, que
invitaba a que catalanes y vascos catalanizaran o
vasquizaran España, insuflándoles lo mejor de sí mismos.
Mientras Francesc Cambó, por su parte, proponía el
latigazo del insulto a Castilla, siguiendo la línea marcada
poco antes por Prat de la Riba, de la misma manera
que Sabino Arana, el inventor de la nación vasca. De
aquellos polvos, estos lodos de unos nacionalistas, que,
basándose en los mitos de la Historia de España, tratan de
romperla en mil pedazos.
MARTES. 8.
José Antonio Carracao, secretario general de los
socialistas de Ceuta, sabe encajar las críticas. Lo cual no
es ninguna novedad para mí. Ya que he podido comprobar en no
pocas ocasiones cómo aceptaba con el mejor talante los
reproches que yo le hubiera podido haber hecho por cualquier
actuación suya. Aunque del último que le hice, hace apenas
nada, me dijeron que le había disgustado más que otros, y
llegué a creer que Carracao estaba perdiendo ese saber
digerir las opiniones menos favorables hacia su
comportamiento como político. Pero debo airear que estaba
equivocado. Tan equivocado como para reconocerlo en la misma
medida que me alegro de que hoy, en cuanto me ha visto, no
haya dudado en mostrarse tan cercano como afable. Es decir,
con esa su cordialidad de hombre joven que va aprendiendo
con celeridad los entresijos de la política. O sea
MIÉRCOLES. 9
Me encuentro en la puerta del Hotel Tryp con unos
empresarios sevillanos que me están celebrando lo bonita que
está la ciudad. Y a mí no se me ocurre más que decirles que
cada vez que me toca destacar tales halagos me gano la
inquina de esos políticos que detestan que se distinga
semejante hecho. Un hecho evidente. Porque quién no se
acuerda de cuando la conocida hoy como avenida del
Alcalde López Sánchez-Prado era un muladar. Un
estercolero. Un sitio donde, cuando apenas se hacía la
oscuridad, cualquier desaprensivo podía echarse los
pantalones abajo y hacer sus necesidades. La ciudad ha
mejorado en todos los aspectos. Y quienes no quieran
reconocerlo es que les puede el rencor contra los que
tuvieron la oportunidad de participar en tan grande logro.
Ceuta está cada vez más bonita. Ceuta, cuando está
transitada por sus gentes, se convierte en una ciudad que se
mete por los ojos. Una ciudad que a quienes tenemos la
oportunidad de verla diariamente se nos antoja normal. Pero
no es así. Ceuta está para disfrutarla con la pasión de
saber que es un placer residir en ella.
JUEVES. 10
Me llaman de la recepción del Hotel Tryp para decirme que
Alejandro Sevilla Segovia ha dejado para mí un libro. Y,
aunque no me apetecía salir hoy, he decidido hacerlo para
recoger el presente de mi estimado amigo. El título del
libro es el siguiente: “La Guerra de la Independencia en las
Actas Capitulares de la Santa Iglesia Catedral de Ceuta”. Y
está dedicado a Fernando Jover Caos de Benós y de Les,
director e impulsor del Centro Asociado de la Universidad
Nacional de Educación a Distancia en Ceuta, con sincero
afecto de su autor. Alejandro Sevilla, canónigo Doctoral de
la S. I. Catedral de Ceuta, nos ofrece un nuevo trabajo de
investigación de gran interés para el conocimiento histórico
de la Diócesis Septense. En las Actas Capitulares
Catedralicias quedaron reflejadas las circunstancias de cada
tiempo, y en el caso concreto de la Guerra de la
Independencia, arrojan luz sobre momentos tan críticos para
la historia de España, demostrando el importante papel
desempeñado por la iglesia en tales acontecimientos. Al
Padre Alejandro Sevilla debemos agradecer la paciente
recopilación y publicación de tan importantes documentos.
Dice Francisco de Asís Márquez Pacheco en la
contraportada del texto que tengo entre mis manos y que ya
he comenzado a leer con gran interés.
VIERNES. 11
Estaba tomando café con unos amigos en la cafetería del
Hotel Parador La Muralla, allá cuando la tarde empezaba a
declinar, cuando aparecieron muchas mujeres pertenecientes a
la asociación ceutí de amas de casa. Se les veía contentas,
y dispuestas a celebrar una asamblea y a participar en una
conferencia. Al frente de ellas, como siempre, iban dos
buenas amigas mías, desde hace ya muchos años. Ellas son la
presidenta, Inés López Silva y Encarnación García,
vicepresidenta. Ambas, cuando nos vemos, siempre tienen una
palabra agradable para mí. Y, claro, mentiría si no dijera
que me encanta dejarme adular por ellas. Bien es verdad que
a Encarnación la conocí antes. Porque tuve la oportunidad de
gozar de la amistad de su marido: Joaquín Silva. Una
amistad que necesitó cierto tiempo para consolidarse. Pero,
a partir de ese momento, Joaquín y yo conseguimos llevarnos
la mar de bien. Y no era fácil; pues Joaquín tenía un
carácter fuerte. Y, sobre todo, había dos cosas con las que
no se le podía llevar la contraria: con el primer equipo de
su pueblo, y con el Madrid. De Joaquín sigo yo hablando a
cada momento. Y eso lo saben muy bien quienes me frecuentan.
SÁBADO. 12
Ayer disfruté de unas horas de ocio estupendas. Todo
principió con una comida y acabó en una agradable sobremesa.
Los comensales fuimos cuatro. Enrique Ávila y
Soledad, Gloria y yo. Ayer, al fin, pudimos cumplir un
deseo que venía de muy atrás, casi desde el momento en el
cual los cuatro coincidimos en una fiesta, fuimos
presentados, y quedamos en vernos. Ni que decir tiene que la
presentación correspondió a Fernando Jover y a su
mujer. Que ayer no pudieron estar con nosotros. Hablar con
Enrique y Soledad merece la pena en todos los sentidos. Y
cuando digo que merece la pena no tengo ya por qué aderezar
lo dicho con los consabidos adjetivos que se suelen decir en
estos casos. Lo que sí voy a recordarles a Soledad y Enrique
es que si ellos quieren nosotros estamos dispuestos a volver
a las andadas. Es decir, a citarnos otro día, no tardando
mucho, para continuar la conversación allí donde la dejamos
(Ah, Enrique y Soledad tuvieron que soportar el que yo me
levantara de la mesa, en ocasiones, para saludar a algunos
políticos. Y creo que no les pedí las disculpas necesarias
en su momento. Así que aprovecho la oportunidad para
hacerlo).
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