Con el país polarizado
electoralmente cara al 20 de noviembre, las elecciones
marroquíes del 25 del mismo mes apenas están teniendo eco en
la prensa española, aun cuando el vecino Reino de Marruecos
es un actor estratégico de primer orden en las relaciones
exteriores de España con la orilla sur del Mediterráneo, esa
ribera que desde El Cairo a Tánger respira cada vez más el
aire del islamismo político como alternativa a la crisis de
sus sociedades.
Otra vez como en las elecciones del 2007, los islamistas
parlamentarios del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD)
parten como favoritos… y otra vez el régimen vuelve a
impulsar un “frente nacional” que lime y recorte una virtual
victoria islamista. Los datos ahí están para quien se
moleste consultarlos: en las últimas elecciones generales el
PJD obtuvo la mayoría de votos, 1,05 millones seguido de los
istiqlalíes con 975.000 papeletas, si bien luego a la hora
del reparto de escaños en el Parlamento la peculiar
“ingeniería electoral” tan típica y tópica en Marruecos le
dio incompresiblemente la mayoría al oficialista partido del
Istiqlal (Independencia), del actual Primer ministro Abbas
El Fassi, ese que en su momento comparó la cansina
reivindicación marroquí sobre Ceuta y Melilla con ¡la
Palestina ocupada!, espuria y peligrosa interpretación afín
al imaginario del yihadismo salafista e impropia de un
político, que este escribano del limes contestó como se
merecía en uno de sus habituales columnas. En la actualidad
y ley en mano, el futuro Primer ministro marroquí debería
normalmente salir elegido de la lista más votada, con lo que
si el PJD vuelve a sacar mayoría dos son los nombres sobre
cuyos hombros debería de recaer la responsabilidad de formar
gobierno: el secretario general Abdelilah Benkirán, un
hombre tradicionalmente con excelentes relaciones en Palacio
o el mismo El Otmani, experto y prestigioso político de
talante amable y moderado, actual presidente del Consejo
Nacional del partido de la Lámpara.
Claro que la oposición está tocando a rebato y, desde la
Administración, se está haciendo lo posible por arañar votos
de donde sea pues el desencanto en la calle es muy grande y
sin una participación ciudadana de cierta entidad la
legitimidad (que no la legalidad) del proceso electoral
sería altamente cuestionable. Pero si hacen falta votos… de
algún lado se sacarán, vaya. Mientras tanto, además del
Istiqlal y del aun joven Partido de la Autenticidad y la
Modernidad, el PAM fundado siguiendo el modelo Basri por el
ambicioso ex ministro del Interior Fuad Alí El Himma, desde
el corazón del régimen se ha alentado la formación de la
“Alianza por las Libertades”, un bloque de ocho formaciones
políticas encabezado por los tecnócratas del RNI que
cuentan, así mismo, con su propio partido islamista que
tiene como objetivo cortarle el paso, en lo posible, a las
aspiraciones electorales del PJD. Éste partido islamista
integrado en la “Alianza del G8” como se la conoce en
Marruecos, por ser ocho los partidos que la integran, no es
otro que Renacimiento y Virtud (Ennahda Wal Fadih), nacido
en 2007 en Oujda como una escisión del propio PJD y que
acoge en su seno al tronante diputado y polémico imám
casablanqués Abdelbari Zenzami y en el que, finalmente,
también se ha integrado uno de los ex presos salafistas
encarcelado tras los atentados de Casablanca en mayo de
2003, el también imám tangerino Mohamed Fizazi, quien hace
meses había coqueteado inicialmente con el PJD (llegó a dar
antes del verano un mitin en Castillejos arropado por el
partido de Benkirán) y también había amagado con formar un
partido propio. El objetivo inconfesado no es otro que
fragmentar, en lo posible, el voto islamista. Y en ello no
se van a ahorrar esfuerzos.
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