Me he pasado el día viendo una
película norteamericana (¿de dónde quieren que sea si estas
películas invaden todos los canales de TV?), en la que un
cacique domina un pueblo entero.
Un hombre solo abate uno por uno, o uno por dos, o uno por
tres, a los sicarios del cacique en una orgía de tiros,
puñetazos, “mesazos”, silletazos… excepto contra el propio
cacique al que mata en el acto final de la película al
estilo de don Juan Tenorio y Luis Mejía.
Muchas de esas películas giran en torno al mismo tema, con
diferentes actores, del cacique prepotente y todopoderoso.
Igualito, igualito que en este país.
A un honrado currante le llueven palos, de todo color y
dureza, cuando comete un desliz y, normalmente, suele parar
con sus huesos en un cuartito oscuro de cualquier cárcel del
país.
Un prepotente, todopoderoso merced a la familia política,
suele salir de rositas de cualquier meollo problemático con
la justicia.
¿Es justo eso? La impunidad de gente que hacen desfalcos,
estafas y demás trolas dinerarias suelen salir, casi
siempre, bien paradas. Sobre todo si pertenecen a la élite
de la derecha.
Si es de izquierdas… rápidamente la empalan.
Visto lo visto, ya se va extendiendo por el país una
desconfianza suprema hacía quienes rigen la justicia de esa
manera.
La libertad de expresión está seriamente amenazada. Prueba
testimonial de ello es el cierre de una cuenta, en Twitter
que ironizaba sobre Mariano Rajoy… como aquella “La
Codorniz” de Álvaro de Laiglesia.
Tal vez me decida un día a escribir una montaña de verdades,
que abarcan muchísimos campos informativos, pero me podría
ahogar yo solito.
De momento quiero respirar, aunque sea aire contaminado por
el espíritu de los eternos bandoleros de entre Sierra Morena
y los Picos de Europa.
Todavía no me ha llegado el momento de descender a los
infiernos. Aunque no me importaría siempre que me acompañara
Dante Alighieri para guiarme.
Los “güelfos” y los “gibelinos” siguen latiendo aquí, en la
piel de toro.
Aunque luego los “güelfos” se dividieran en blancos y
negros.
Es cotidiano en la vida real que se disfrute del paraíso,
incluso ilegalmente, se pasee después por el purgatorio de
la publicidad negativa y termine en el infierno del
escarnio… pero no.
Aquí solemos ser payasos de nuestra propia vida.
¿Qué no?
Que se lo pregunte al Dioni, aquel segurata que se quedó
bailando la samba con 300 millones (de las antiguas pesetas)
y hoy es una estrella de la telebasura.
Vamos, mejor que cualquier Curro Jiménez, o Luis Candelas si
me aprietan.
La idea política de los políticos de nuestro país es la de
hacerse millonario con los gastos pagados. No hay más que
verlo. O leerlo en documentos serios.
Para verlo en toda su amplitud se ha de imitar a Mahoma en
su recorrido por las siete estancias del infierno.
No será necesario estar en ultratumba para darse cuenta.
Bueno, no era mi pretensión ser tan macabro en un análisis
aleatorio de unos hechos que deberían ser expuestos de
manera comedida, sin entrar en comedia.
Al paso que vamos, hipotéticamente, creo que a partir del
20-N muchos asuntos económicos quedarán en el baúl de los
recuerdos.
Sobre todo si afectan a los conservadores que para hablar en
público necesitan ‘chuletas’.
En fin. La vida sigue, yo también…
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