Regreso de un desplazamiento a una
ciudad francesa. Entro en una especie de cruce infernal y me
quedo en la duda de qué camino proseguir.
Un enorme camión T.I.R. se encuentra aparcado en medio de
una rotonda en obras, con las dudas merodeando entre mis
células grises, decido girar a la izquierda del camión y
continuar por la derecha.
En un momento dado me detiene un agente de los Mossos
d’Esquadra que se encontraba en ese punto. Me dice, con
malos modos, que he entrado en la vía por el lugar
equivocado.
Me apeo del coche y giro un pequeño recorrido por donde
acabo de incorporarme a la carretera principal. Resulta que
el enorme camión tapa completamente las señales de tráfico y
entre ellas está la flecha de dirección obligatoria.
Se lo expongo así al agente y me responde que quién soy yo
para enseñarle nada.
Visto así las cosas, decido callarme para no empezar una
discusión con una persona cerril que no se baja de su carro.
Me pone la multa, mientras yo me encamino al lugar ‘de los
hechos’ y saco unas cuantas fotos. Con la cara encendida por
el furor me pide la cámara con la intención de que borre las
fotos tomadas. Le espeto que sin orden judicial no me puede
requisar nada que no sea cuerpo de algún delito (ya me pasó
algo parecido cuando hice fotos de la frontera del Tarajal).
Por suerte para mí, se había acercado el caporal (el cabo)
jefe del grupo de policías catalanes y se interesó por el
tema. Después de indicarle al ‘mosso’ que se fuera con los
demás habló conmigo sobre lo ocurrido, pidiéndome disculpas
porque el ‘mosso’ no estaba de servicio y que por algo que
le había picado se comportaba así. Me anuló la denuncia.
Bueno, esto puede ser una anécdota más de las miles que
ocurren cada día en un país que ha dejado de ser soberano.
Esa prepotencia demostrada por el policía catalán no es
nueva. Así se comporta quién lleva uniforme y se enfrenta
con quién le responde adecuadamente y contrariándolo.
Esta es la postura eterna del PP desde que Aznar apareció en
escena y salió elegido presidente.
Esa postura de prepotencia junto con la manipulación de los
medios de comunicación afines para darles vencedores,
implica una total destrucción de la democracia.
El PP, lo digo y lo afirmo, es un peligro para los
auténticos demócratas. Al tiempo.
Prepotencia retratada en algo tan simple como si yo hubiera
hecho una foto a la de Cospedal o a cualquier mujer pepera;
la hubiera retocado con el PhotoShop, dejándole las tetas al
aire, publicándola en cualquier medio de comunicación…,
estaría lamentándolo en la cárcel o, cuanto menos, acudiendo
a responder al juez por tamaña injuria.
Lo hace uno, o una, del PP y todo son agua de rositas…
El miedo sigue presente en este país, sobre todo en quiénes
tienen el poder de decir verdades y cuando creen que tal o
cual personaje será ganador… no dudan en correr a su lado
para ensalzarle hasta el asco con la mirada puesta en sus
futuros beneficios personales.
Los que hacen eso son indignos servidores, falaces y
traidores, que hacen daño al pueblo como aquellos
correveidiles pueblerinos que lamían el culo de sus
señoritos.
En la serie televisiva “Amor en tiempos revueltos” aparece
un personaje periodista, al que llaman Narciso, que retrata
perfectamente a quién no debe estar al servicio de la
información.
Como ese asqueroso personaje, existen muchos en la vida
real. Que conste. Quién se dé por aludido es su problema.
Repito: la democracia no existe en éste país, llamado
España. Muchas veces escrita, la palabra democracia, en
vano.
En fin. La vida sigue, yo también con la mirada puesta en el
20N y aún indeciso del destino de mi voto. Todos son
iguales.
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