Cuando algo no entiendo, me gusta
preguntar a los que saben para conocer de qué va el asunto
que acierto a comprender, A veces sucede que los que saben,
los que han propuesto el asunto tampoco saben darme una
contestación convincente y es, entonces cuando acudo a los
razonamientos lógicos que me solucionen el problema.
Nunca he entendido como una chica de 16 años pueda abortar,
y por contra se le pida el permiso paterno para ir a
realizar un viaje o simplemente para hacerse una sencilla
operación o colocarse un piercing.
Por pura lógica esto, pensándolo con detenimiento, no hay
quien lo entienda. Si puede acabar con un ser humano porque
el feto, lo diga quien lo diga, instalado en un ser humano
es otro ser humano, mientras no se demuestre que una gallina
pueda dar unos niños preciosos o un ser humano pueda traer
al mundo una lagartija o un par de pavos para Navidad.
Lo que esa gestación dentro de un ser humano, es un ser,
pero “no es humano”, eso no se lo cree ni el que asó la
manteca colorá. Hay que tener la inteligencia de un mosquito
para creerse que es un ser vivo pero “no humano”, lo que
está dentro del vientre de otro ser humano.
Pero, en fin, así lo han decidido las grandes inteligencias
de éste país y algunos, porque siempre hay algunos, ha
aplaudido esa ley del aborto a los dieciséis años, a pesar
de la cantidad de medios que existen, hoy día, para que una
chica no tenga un embarazo no deseado. ¡Será por medios para
evitarlo!.
Otra de las cosas que no acierto a entender, quizás por mis
escasos conocimientos es, para qué hace falta una Ley de
muerte digna. No entiendo que tenga una gran prioridad el
aprobar esa Ley, cuando hay cinco millones de parados, cerca
de dos millones de españoles por debajo del umbral de la
pobreza y Caritas dándoles de comer a otros dos millones de
españoles que no tienen nada que llevarse a la boca.
Si ante esta situación, que estamos viviendo en España, lo
prioritario es sacar una Ley para una muerte digna. Apaga y
vámonos.
Como creyente pienso, cada una es libre de pensar como le
venga en ganas, que todos traemos al nacer una fecha de
caducidad, y que llegada la misma nos vamos para el otro
barrio eso será, como creyente que soy, cuando Dios quiera,
no cuando nadie decida por mí la hora de marcharme de éste
mundo.
Porque quién es nadie para hacer una Ley que me diga como
tengo que morir o cómo se me tiene que ayudar a abandonar
este mundo. Lo que si es comprensible, que se le ayude a los
enfermos terminales a que sus últimos días no sean
dolorosos, y para eso ya están los médicos de paliativos.
Me da la sensación de que esto no es más que una eutanasia
disfrazada. Lo que no acierto a entender, ya lo he explicado
anteriormente, lo del aborto a los dieciséis años ya que eso
es, simple y llanamente, matar a un ser humano ni, por
supuesto esta Ley de muerte digna, mientras se desgarran las
vestiduras contra la “pena de muerte”. Cuál es la
diferencia.
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