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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

El debate
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Todos los periódicos, tanto de tiradas nacionales, locales o digitales, como radios y televisiones, han informado y opinado, hoy martes, cuando escribo, del debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Rubalcaba, cual si se hubiera tratado de un partido Madrid-Barcelona. Así que no me queda más remedio que hacer otro símil con el deporte rey, porque creo que le viene bien a ese enfrentamiento dialéctico mantenido por los líderes de los dos partidos hegemónicos de esta España nuestra.

Rubalcaba se presentó en el escenario de juego como uno de esos equipos que habiendo perdido por goleada en su campo, un encuentro de la Copa del Rey, acude al partido de vuelta sabiendo que por más que haga lo tiene todo perdido. Lo cual no le impide a sus jugadores sacar fuerzas de flaqueza y demostrar durante el encuentro una entrega enorme y, por encima de todo, que lo ocurrido en el primer envite fue una desgracia. Pues de lo contrario, es decir, yendo a cumplir el trámite, se exponen sus futbolistas a recibir otro varapalo que les dejará tocados para mucho tiempo.

La desgracia de Alfredo Pérez Rubalcaba son los cinco millones de parados que tiene un Gobierno del cual él ha formado parte. Parte importante. Ya que no ha sido un ministro cualquiera, sino un gran ministro. Por ser uno de los políticos más preparados e inteligentes de una España donde escasean personajes como él.

De Rubalcaba, especialista en desenvolverse en situaciones extremas, se han dicho tantas cosas buenas como malas. He aquí algunas de ellas, que tengo recogidas en mi blog de notas, para cuando se tercie hacer uso de ellas. Y nunca mejor que en estos momentos.

Se le ha tachado de calculador, maquiavélico, intrigante, genio tenebroso, incombustible, superviviente, “drogadicto del poder”; se le ha tildado de ser el Fouché español y, por si fuera poco, también de darse un aire a Rasputín -no sé si porque el cántabro está tan bien dotado como lo estaba el hombre que, con su descomunal badajo, fue capaz de hipnotizar a la zarina Alejandra-.

Pues bien, Rubalcaba tenía ante sí un encuentro muy complicado con Rajoy. Es más, en los últimos días se había insistido en recordarle que salía a competir con desventaja por su falta de telegenia. Hablando claro: le han venido recordando que es más feo que Picio. Como si su contrincante fuera el doble de Paul Newman. O lo más parecido a Robert Redfor.

Por consiguiente, nadie podrá rebatirme que el líder del PSOE llegaba a tan trascendental cita atado de pies y manos. Sometido a un trámite en el cual todo estaba perdido de antemano y donde lo principal era evitar una derrota escandalosa que inundara de bochorno a los suyos. Estaba obligado a impedir una vergüenza histórica. Un sonrojo imperecedero. Una humillación sangrante.

Y lo primero que hizo es afrontar el reto con entusiasmo. Que es medicina muy saludable cuando vienen mal dadas. Y con entusiasmo, amén de conocimientos, Rubalcaba decidió jugárselo todo a una carta. A la carta del ataque con improvisaciones de todo tipo. Improvisaciones resultantes de haberse preparado a conciencia el partido, para luego actuar de memoria. Y estuvo magnífico. Y si no ganó fue porque enfrente tuvo un rival, un gran rival, que supo jugar a la defensiva. Una táctica que se le da muy bien a Rajoy. Aunque pronto tendrá que abrir líneas. Digo yo.
 

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