Llevamos algo más de mes y medio
con los enseñantes en pie de guerra por las razones de los
“recortes presupuestarios”, cuando un nuevo debate se
presenta en la comunidad educativa, no solamente en nuestro
país, sino también a nivel europeo: se trata del problema de
disciplina en las aulas. En España se reclama un modelo que
recupere la autoridad de profesores y maestros, si fuese
necesario ese modelo mejor basado en fortalecer la buena
conducta, que en castigar la inadecuada.
En los últimos años, el simple rumor ha ido creciendo hasta
convertirse en clamor: queremos y necesitamos más disciplina
para nuestros hijos. En un momento en que el sistema exige
espíritu de sacrificio a todos los sectores implicados, es
necesario preparar a nuestros alumnos, para hacer frente a
situaciones venideras que requieren muchos sacrificios.
En el Reino Unido, tras los disturbios y saqueos violentos
de este verano, protagonizados por muchos adolescentes y
niños, la llamada a la disciplina se ha propagado. Hasta el
punto de pedir la vuelta del “caning” (el castigo físico con
varas de cáñamo u otro material) en las escuelas.
Pero, ¿qué dicen los padres? Según una reciente encuesta,
prácticamente la totalidad de los progenitores y dos tercios
de los alumnos, creen que es necesario un liderazgo más
fuerte del profesorado. El 40% está a favor de recurrir a
los azotes (un 19% de los alumnos de Secundaria también),
mientras que el 45% se opone. Además, el 75% es favorable a
las suspensiones, la expulsión, el aislamiento y el viejo
método de escribir 100 veces lo que no se deben hacer o
decir en las clases.
A pesar de las cifras, parece imposible que lo maestros
recurran al “caning” o al “smacking” (coscorrones): el
Gobierno ha declarado que es impensable volver a una
práctica abolida en 1986 y prohibida por el Parlamento en el
98.
En nuestro país, llevamos ya años contemplando cómo los
padres que pueden, optan por la enseñanza privada o
concertada en aras de un mayor orden y concierto en las
aulas. Ya en 2005, un estudio de la Fundación de Ayuda
contra la Drogadicción, (FAD), advertía que los padres
anhelan un modelo educativo que marque límites claros y
recupere la autoridad, de ahí que se inclinen por los
colegios privados, ya que “favorecen la socialización entre
iguales, rememoran valores de ética y de disciplina”, según
expone. Alrededor del 30% de los padres españoles prefieren
no matricular a sus hijos en colegios públicos por tres
razones: distinción, servicios y, precisamente, disciplina,
según datos del último “Barómetro de la Educación (2007)”.
Es más probable que el resto desee hacer lo mismo, pero no
pueda por cuestiones económicas. De hecho, un estudio de
2010 de la Fundación Alternativas señala que las clases
medias y altas de la sociedad están abandonando la escuela
pública en favor de la concertada, aunque esta última no
ofrece mejores resultados académicos. Lo que se aseguran,
según el Informe, es mayor control y mayor porcentaje de
padres con título universitario, un 23% en la concertada
frente al 11% en la pública.
Profesores experimentados piensan que “el comportamiento de
los alumnos es reflejo de lo que viven en casa. Cuando un
chico o chica tiene problemas de disciplina es porque en
casa la educación no es la correcta. El problema no es de
los centros educativos, sino de la familia, y allí es donde
hay que atajarlo”.
Otros experimentos docentes, sí admiten una diferencia entre
los públicos y privados. “Además del número de alumnos por
clase (ratio) la diferencia fundamental es que si tienes
problemas con un alumno, en el privado lo expulsan y no pasa
nada. En realidad, el protocolo es muy similar en ambos
(amonestaciones, expedientes, expulsión), pero llega un
momento en el público en que el proceso es muy farragoso. Es
muy difícil echar a alguien. Es más, si lo echas, sólo
consigues un traslado y el problema continúa en el otro
centro escolar”.
La distancia que separa el ayer del hoy de los centros
escolares, públicos o privados, es abismal. Yo quiero
recordar mi escolarización en un centro público-concertado,
cuando la utilización de la palmeta estaba a la orden del
día, tirones de orejas, copias repetidas muchas veces con la
frase objeto del castigo, y el número cien como modelo… Y
todo por una leve falta de disciplina, aunque a veces se
magnificaba dar correctamente la lección; sacar faltas de
ortografía en el dictado, cuando se excedía de tres faltas,
creo recordar; llegar con retraso al colegio, etc.
Ya como maestro, me tocó vivir episodios que, después de
transcurridos más de cincuenta años, en nada habrán caído en
desuso, aunque en determinados casos, los papeles pueden
haberse invertido.
Pero, conviene recordar que la educación de los niños y
niñas y el castigo están íntimamente vinculados. Aunque en
la actualidad psicólogos y pedagogos descartan por completo
las formas punitivas en el aprendizaje de la disciplina que
durante siglos tuvieron un papel predominante en la
educación de los niños.
Para el psicólogo, Howard Garner, premio príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales, 2011, padre de la teoría de
las inteligencias múltiples, el respeto no es algo que se
pueda pedir, sino que se tiene que ganar. Y los niños ven la
diferencia entre el profesor que pide ser respetado sin
ninguna otra razón y el que se gana el respeto de los
estudiantes. Pero también es importante cómo se trata el
resto de la sociedad a los profesores. Los niños ven la
relación y conexión entre políticos, actores, famosos pero
también con los profesores. En los países como Finlandia,
Corea del Sur, el profesor se gana el respeto, pero a la vez
es respetado por la sociedad.
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