No hemos hecho más que entrar,
oficialmente, en la campaña electoral y ya se presentan
estas elecciones, las del día 20-N, como las más o las casi
más importantes de todas las que se han celebrado en nuestra
democracia.
Efectivamente, estas no pueden ser unas elecciones
cualquiera, porque la época que estamos viviendo no es,
tampoco, una época cualquiera y los más pesimistas, incluso,
consideran que sólo con un cambio en las directrices del
país se puede salir de una situación tan alarmante como es
la que tenemos, en nuestros días.
Afortunadamente, muy pocos, en la calle, piensan en lo
político, como tal, para estas elecciones. Hoy, quien más,
quien menos, aunque sólo sea porque rara es la familia que
no está sufriendo algún aspecto desagradable en la economía,
está pensando en lo económico y muy especialmente por lo que
representa el azote del paro, ahora mismo por encima de los
cinco millones de personas sin trabajo.
Y, por si no fuera bastante con lo que había, el paro sigue
sin freno, como nos acaba de demostrar el hecho de que en el
mes de octubre, recientemente concluido, se haya
incrementado ese paro con otros 134.182 parados más, o lo
que es lo mismo, en el mes de octubre, cada día fueron al
paro otras 4328 personas más, algo que se hace insoportable
y que habrá que frenar con unos métodos, desde luego,
distintos y posiblemente opuestos a los que se han venido
utilizando..
Las encuestas, que algo pueden orientar, nos llevan a un
cambio total y, parece que definitivamente, dan la ventaja
insalvable al PP, al que se considera que es el único
partido capaz de poder romper la trayectoria que llevamos,
desde hace muchos meses.
Si no hay, pues, ninguna barrabasada, de esas innombrables,
el descalabro del PSOE puede ser de los que hacen época, y
es que con el deterioro que los distintos gobiernos de
Zapatero han traído a nuestra sociedad, no cabe otra
solución más que un cambio radical, con el que el PSOE se
pase tres o cuatro legislaturas descansando.
Un gobierno fuerte, sólo así, sin que haya que recurrir a
nacionalistas, ni a otro tipo de aventureros puede y tiene
que ayudar a sacar a nuestro país de la situación en la que
se encuentra.
Y esto no es nuevo, porque en condiciones especiales, y ésta
lo es, los cambios políticos tienen que ser a costa de
gobiernos fuertes, que sepan y puedan actuar, en cada
instante, de acuerdo con lo que se necesite, de verdad.
En 1982, cuando tan deteriorada estaba nuestra sociedad, con
Calvo Sotelo de compromiso, en el poder y con la UCD rota,
la victoria contundente del PSOE dio ocasión a que otras
fuerzas, AP y luego PP, se hicieran fuertes, pero con el
PSOE gobernando varias legislaturas, reparando parte de lo
deteriorado anteriormente.
En 1982 la UCD pasó del Gobierno a la “casi” desaparición.
Ahora, el PSOE no llegará a esa situación, porque su
historia le da la consistencia necesaria para, derrotado o
no, seguir en la brecha, pero la historia no le va a impedir
al PSOE pasar del Gobierno a obtener, posiblemente, los
peores resultados que ha tenido en nuestra democracia ese
partido.
Estamos en campaña electoral, querámoslo o no, porque el
ambiente que se nos presenta no es otro y de ahora, hasta
las diez de la noche del 20-N, cuando ya sabremos quienes
son los vencedores, no me cabe la menor duda de que vamos a
oír de todo, en todos los grupos, pero lo que no dará
ninguno de esos grupos es la receta completa para salir, de
inmediato, de la situación en la que nos encontramos hoy.
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