Mañana lunes día 7 la “Umma” o
comunidad musulmana, sobre 1400 millones de personas
repartidas por ámbitos geográficos muy diversos, celebrará
la Pascua Grande, el día de Aïd El Kébir o Aïd Al Adha,
popularmente llamada Fiesta del Sacrificio, décimo día del
mes lunar del Dualhuya, en el que cada cabeza de familia
sacrifica religiosamente un animal sano (ovino o caprino)
tumbándolo sobre su lado izquierdo y poniendo su cabeza
hacia La Meca antes de degollarlo, diciendo entonces el
“Bismilla” (Alabado sea Dios). Muchísimos musulmanes ven
este acto como una obligación, cuando no es así: el
sacrificio del cordero no es ningún deber religioso, no es
en absoluto ningún pilar o creencia básica del Islam
basándose únicamente en la “Sunna”, la Tradición del
Profeta. También un buen número de fieles desconoce con
certeza los orígenes históricos y el profundo sentido
simbólico del sacrificio, deslizándose cada vez más hacia un
frenesí consumista que guarda similitudes con el vivido en
las neopaganas Navidades cristianas.
La institución de la Fiesta del Sacrificio, asumida en los
tiempos iniciales del Islam como un guiño hacia el Judaísmo
y Cristianismo, recuerda en la “Sunna” el degüello de un
carnero (cordero de más de un año) en el monte Moria (la
futura Jerusalén) por el patriarca Abraham en vez de su
propio hijo como sacrificio a Dios, importante y decisivo
paso en la fenomenología e historia de las religiones pues
significa simbólicamente la sustitución de los sacrificios
humanos por el de animales. Abraham, Padre de una multitud
de Naciones, Padre de Israel en la Biblia (Isaías, 51,2),
“Modelo de Fe” en Pablo (Romanos 4), “Padre de los
Creyentes” para el Islam (Sura 3, La Familia de Inran), es
una señera figura referencial para el tronco común del
Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Asumiendo la
tradición, podemos contextualizar la presunta historia entre
los siglos XVIII a XIII antes de la Era Común, remitiéndonos
a leyendas compartidas en el ambiente social de tribus de
ganado menor, trashumantes en el arco geográfico que iría
entre el Creciente Fértil (Mesopotamia) y Egipto. En el
relato bíblico de Abraham se funden diferentes tradiciones,
que el redactor (yhavista en este caso) combinó hábilmente
hasta convertirlo en el héroe epónimo de las famosas 12
Tribus de Israel. Las referencias coránicas de Abrahám se
encuentran en varias suras, siempre de la política época
medinesa: La familia de Imran, La Vaca y Las Mujeres:
“Abraham no fue judío ni cristiano, sino que fue hanif,
sometido a Dios, no asociador”. En el Islam pues Abraham es
una figura central, constituyendo el paradigma del creyente
no como judío ni como cristiano, sino como “hanif” y
“sometido a Dios”; Dios lo tuvo por “khalil”, amigo, siendo
sus más próximos el Profeta Mahoma y los musulmanes. La
historia coránica de Abraham introduce un cambio notable
frente al texto bíblico: así, llama a su padre Azar (posible
deformación con el nombre de su siervo Eleazar) en lugar de
Tarej y sustituye directamente a Isaac por Ismael,
instituyendo este último con su padre el culto en La Meca
sobre unas míticas ruinas, la Kaaba, santuario atribuido a
Adán; por último, el Corán hace a Abraham depositario de
unas misteriosas escrituras (Suras mecanas La Estrella y El
Altísimo). En síntesis, si el Abraham del Judaísmo y el
Cristianismo son al menos el mismo personaje, Abraham
adquiere para el Islam una personalidad propia: Isaac, como
“Hijo de la Promesa”, es sustituido por Ismael… En cuanto al
termino Abraham, sería un nombre personal teofórico de rango
semítico bastante común en santuarios, cuyo significado
podría ser “el Padre (Dios) es exaltado (o sublime)”.
En cuanto al Aïd El Kébir en Ceuta, siempre Ciudad Querida,
me ha vuelto a extrañar que las responsables autoridades
hayan impedido un año más, por presunta praxis sanitaria, la
importación para éste día de los borregos criados en
Marruecos y, sin embargo, no adopten ninguna medida para el
tráfico fronterizo de los otros, la espesa y radical secta
de los “tablighi”. ¿No les parece…?. Visto.
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