Los europeos, como el resto de los
moradores de otros continentes, tienen necesidad de dinero
por múltiples motivaciones: unos para vivir con dignidad,
otros para crecer y desarrollarse, o para invertir en ocio y
servicios. Me quedo con estos tipos honrados, que no aceptan
dinero de forma perversa, y que lo gastan también de manera
honesta. Ninguna dote es tan rica como la honestidad. Lo que
las normas no impiden, puede vedarlo la decencia.
Precisamente, lo que se esconde detrás de la crisis del
euro, es una falta de corresponsabilidad en la búsqueda de
soluciones éticas. Ya está bien de culparse unos a otros, de
que los grandes países reprochen a los más débiles, y de no
decir la verdad. Extender una cultura culposa en lugar de
una cultura solidaria es un gravísimo error.
La eurozona ha entrado en crisis, como la misma economía
global, en parte por falta de cooperación y coordinación,
entre naciones y gobiernos. Ahora bien, no olvidemos que el
epicentro de esta crisis global parte del sistema financiero
de las economías avanzadas. Por consiguiente, son estas
economías avanzadas las que deben propiciar un cambio y las
que han de hacerse autocrítica primero. Muchos analistas
dudan de la capacidad de Europa para hacer frente a esta
crisis y este virus es enfermizo y contagioso. De entrada,
pienso que el mercado financiero tiene que dejar de dominar
a su antojo el mundo, y ser más transparente en sus
actuaciones. Más del 50% de las transacciones se realizan a
través de sistemas opacos. Por otra parte, el euro, como
otras monedas, tienen el valor que tienen, no un valor
absoluto, ni deben ser la medida de las cosas. En suma, que
las personas han de servirse del dinero y no el dinero de
las personas.
Tenemos, pues, que restablecer el sentido humano en la
gobernabilidad financiera, excluir a los especuladores de
tener voz, e introducir reformas, sin prisas pero sin
pausas, en las instituciones de los Estados encaminadas a
poner orden y justicia en el centro de sus economías. Los
ciudadanos no pueden tener confianza en mercados
irresponsables que se niegan a revisar su gobernanza. Si el
euro se debilita, Europa se derrumba. Lo sabemos. Pues
hagamos los deberes, todos unidos con todos, propiciando la
transformación de un sistema perverso y caduco. Y un consejo
último, sí me lo permite, no malgaste sus capitales antes de
ganarlos.
|