Uno de los hábitos que a los niños
espartanos se les enseñaba era el de ser parcos y comedidos
en el hablar. La región a la que pertenecía la ciudad de
Esparta –y la primera zona que conquistó- se llamaba
Laconia. Así pues, ser parco en palabras es ser lacónico. El
ejemplo más famoso de ese habla “lacónica” ocurrió en el año
338 A.C. cuando el reino griego de Macedonia dominaba
Grecia. Solamente Esparta permanecía aislada. El rey
macedónico Filipo II envió un mensaje a los espartanos con
el propósito de asustarlos, que decía así: “Si invado
Laconia, dejaré a Esparta a ras de suelo”. La respuesta
espartana contenía una sola palabra “Sí”.
Sí es la respuesta que yo le he dado a un individuo que me
ha dicho que jamás me serán perdonadas mis columnas
referidas a Juan Luis Aróstegui. Un sí que llevaba
implícito el siguiente mensaje: de ser el líder de
‘Caballas’ tan inteligente como él se cree, seguramente
habría dejado de proclamar que todos los que escribimos en
periódicos estamos vendidos.
Sí es la respuesta que yo le he dado a un Fulano que me ha
dicho que tengo todas las papeletas de la lotería para que
me toque echarme encima a los dirigentes del Partido Popular
de Ceuta. Por no convertirme en un adulador permanente de
ellos.
Sí fue mi contestación a esos aficionados de la Asociación
Deportiva Ceuta que me tacharon de ser parcial en mi opinión
acerca de que nada podía influir en contra del rendimiento
del primer equipo de la ciudad por vivir la plantilla en
Sevilla. Por necesidades económicas.
Sí fue mi contestación a esa persona a quien aprecio, aunque
me esté recordando, cada dos por tres, que es una pena que
yo no escriba entregado a la causa del partido que gana las
elecciones locales por goleada y que ahora ganará las
generales con el mínimo esfuerzo. Ya que manteniendo esa
postura no consigo más que perjudicarme.
Sí es mi réplica a cuantos quieren convencerme a cada paso
de que haga lo contrario a lo que me dicta mi razón. Una
razón a la que siempre suelo mantener a raya. Esperando en
todo momento que alguien llegue con los argumentos
suficientes para convencerme de que estoy equivocado en mis
creencias relativas. Pues ya me guardaría yo muy bien de
serle fiel a las creencias absolutas.
Sí es lo primero que les digo a quienes tratan por todos los
medios de hacerme comprender que ya no se me ve con buenos
ojos en este periódico. Un periódico donde, debido a la
crisis, es razonable que se preste oído a quienes quieren
pescar en río revuelto. Sin caer en la cuenta de que uno se
conoce al dedillo cómo funciona la ciudad y sus elementos.
Incluso a los que no dan un palo al agua y se lucen cada día
en terrazas céntricas. Porque saben que llegará el momento
en que se vean necesitados de ayuda.
Sí es la mejor manera de manifestarme ante quienes me
reconocen esa minucia de independencia que trato de
mantener, contra viento y marea, en una ciudad donde
escribir cada día es tarea compleja. Y en la que, cuando
menos lo espera uno, puede salirle al paso un toro suelto
con las intenciones de Islero.
Sí es decirle que no, aunque parezca una contradicción, a
quien me ofrece un medio en el cual podría expresarme
libremente. Por una razón muy sencilla: porque ni aun así
sería más libre.
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