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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Día de Difuntos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En la Odisea de Homero, Ulises convoca a los espíritus de los muertos y entre ellos acude su antiguo compañero Aquiles. Aunque su sombra sigue siendo majestuosa entre los difuntos como lo fue entre los vivos, le confiesa a Ulises que preferiría ser el último porquerizo en el mundo de los vivos que rey en las orillas de la muerte.

Nada deben envidiar los vivos a los muertos. A pesar de que ya se nos haya dicho que no existe el infierno, dice el filósofo. Por filósofo se tenía a Juan Belmonte cuando se dejaba caer con alguna sentencia de las suyas. Vaya la siguiente: paseaba el maestro por la famosa calle de la Sierpe sevillana, después de haberse recuperado de un achaque comprometido, cuando un admirador le preguntó: “¿Cómo esta usted, don Juan?” Y don Juan, sin apenas pestañear, contestó: “Mejor que muerto…”.

La inevitabilidad de la muerte se suele aprender muy pronto. Sobre todo cuando uno se queda sin padre o sin madre. A esa edad donde los nuevos dientes están aún conociendo el terreno donde se han instalado. Perderle el miedo a la muerte es vital para poder vivir mejor. De lo contrario, a ciertas edades, y al anochecer, los hay que encienden la luz y la angustia los invade. ¿Qué es la angustia?: la muerte. La tuya, la de los demás.

Morirse no es cosa de viejos ni de enfermos. Verdad de Perogrullo. Ya que desde el primer momento en que empezamos a vivir, ya estamos listos para morirnos. Como dice la sabiduría popular, nadie es tan joven que no pueda morir ni tan viejo que no pueda vivir un día más. Por muy sanos que nos encontremos, la acechanza de la muerte no nos abandona y no es raro morir –por accidente o por crimen- en perfecto estado de salud. Lo señaló muy bien Montaigne: “no morimos porque estemos enfermos sino porque estamos vivos”.

Hablar de la muerte en la Conmemoración de los Fieles Difuntos, popularmente llamada Día de Muertos o Día de Difuntos, es lo más indicado. Como indicado sería recordar las antiguas costumbres de la muerte; la evolución del concepto; la muerte y el poder… Hasta llegar a nuestros días. Y así, hablando de ella, no sólo la tratamos como algo natural, que no quiere decir pérdida del respeto alguna, sino que también adquirimos unos conocimientos acerca de un hecho irremediable al que hay que afrontar sin saber cómo se hace.

En el Día de los Muertos, y en una época en la que se está harto de oír que los héroes cotizan a la baja, rara es la ciudad que no cuenta en sus cementerios con personas que son veneradas, al ser tenidas por extraordinarias o por santas, debido al comportamiento que tuvieron ante situaciones donde eran conscientes de que se jugaban la vida. Y, aun así, en vez de coger las de Villadiego para no morir, prefirieron luchar por la causa para la cual fueron elegidos democráticamente.

Es el caso, entre otros menos conocidos, de Antonio López Sánchez-Prados. Aquel médico fusilado en su momento porque se había distinguido demasiado defendiendo sus ideas en una España convulsa, cainita y rebosante de odio por ambas partes.

Hoy, sin embargo, el nicho 45 del cementerio de Santa Catalina estará, una vez más, cubierto de flores. Así como su estatua, situada frente al edificio municipal, será parada de muchas personas que, sin haberle conocido, elevarán una oración por él.
 

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