Me acababa de levantar, el
domingo, con ganas de disfrutar el día.
Un día magnífico gobernado por un sol brillante, estupidez
interpretativa porque el sol siempre está brillando pero que
es una de las herramientas de los escritores cursis,
ensombrecido en zonas por algunas nubes con aspecto de boina
de contaminación.
Después de la ducha agarro el chándal, había pensado pasar
el día en el Parque Natural del Montseny, cuando noto una
cosa rara en la manga izquierda, al meter el brazo.
Una cosa rara, rarísima, que empezó a moverse a una
velocidad de vértigo sobre el codo de mi brazo. Rápidamente
me quito la pieza superior del chándal y sale de la manga
una especie de abeja, mosca, moscardón, lo que se quiera
decir, del tamaño de medio encendedor tipo Bic.
El bicho me ha dejado una mordedura en el codo, así como en
el dedo medio de la mano derecha, el de indicar un mini
insulto al uso, al tocar la manga.
No escribo aquí las culebras, rayos, truenos y demás
palabrotas que suelen soltarse cuando algo nos asusta.
El insecto himenóptero, no lo he visto en mi vida. Tan
grande y tan feo se asemeja al hombre mosca del cine. Ese
que se va convirtiendo en moscardón enorme poco a poco.
Se parece bastante a una ‘sarcophaga’, esas moscas de las
tumbas, si no fuera por el tamaño y por sus cuatro alas. Las
moscas son dípteras. Más bien tiene aspecto de abejorro pero
éste tiene en la parte superior del abdomen un color
amarillento (Bombus Wurfleini o Bombus Confusus) y el que
entró en la manga del chándal es totalmente negro. Si
alguien sabe qué es, que me lo diga.
Con ese tamaño se comería a un elefante.
Lo que son las cosas. El susto que me ha pegado se convierte
en una diversión para mi chico. Pretende que la capture y la
meta en una caja transparente (las que usan en el colegio
para estudios naturales).
Esta aparición me da mala espina. Sobre todo con el tema del
cambio climático porque ya es raro que por estas fechas
sigan, vivitas y aleteando, miles de moscas en su versión
mini.
Moscas y mosquitos, sus vástagos, molestan lo indecible
volando insolentemente una y otra vez delante de las narices
de cualquiera. Tan molestas como esos comerciales que
insisten en que cambie de costumbres respecto al gas y la
luz reunificándolas en una sola factura. Ya se parecen
bastante a esos políticos que se empeñaron en crear el euro.
Imagínense Vds. si los que revolotean alrededor de sus
narices son gigantescos moscones himenópteros del tamaño de
una castaña bien gorda.
Al final, el final del bicho, lo matamos con el arma de
destrucción masiva de insectos. El espray de toda la vida
con marca de bombazo.
Tuvimos que emplear casi medio bote y estuvimos a punto de
asfixiarnos.
Fin de una mosca que no era mosca.
Pero gracias a esa exageración de mosca, he descubierto que
puedo escribir un artículo sobre las moscas. Sobre todo éste
¿no?
Aunque sabemos que moscas siempre las hay. Desde la
televisiva, esa que aparece de vez en cuando revoloteando
alrededor del locutor o locutora, hasta esas personas que
revolotean alrededor de otra, más descollante, en espera de
chupar algo. Aunque sean las migajas que vaya soltando.
Bueno, basta de desvariar sobre insectos.
Como no pasa día en que no saque a la mosca pepera, noto un
poco raro al líder conservador, Mariano Rajoy. Promete que
no va a negociar con terroristas, si gobierna… prometer de
boquilla es muy fácil. Sencillísimo, tanto como
acostumbraban prometer los fariseos.
Promete tantas reducciones en materia de impuestos que me
pregunto si no plantará árboles del dinero. ¿Toreará la
crisis con el salto de la rana?
En fin. La vida sigue, yo también aunque con el recuerdo del
mordisco del insecto en el codo.
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