Escribo en periódicos desde hace
la friolera de veintitantos años. Y siempre hice periodismo
de calle. Porque siempre entendí que es estupendo hablar de
personas con las que convives y frecuentas muchas veces. Lo
cual es posible si se vive una ciudad como Ceuta. De tan
reducidas dimensiones como para permitir que en la calle se
resuelvan los problemas o bien se tiren por la borda
relaciones que parecían estar unidas con eslabones
resistentes a todos los embates.
En esta ciudad, donde vivir es un placer solamente percibido
por quienes han tenido la oportunidad de vivir en muchos
otros sitios antes de decidir quedarse en esta tierra,
transitar la calle es un oficio que necesita aprendizaje. Un
aprendizaje imprescindible hasta para quienes llegan
etiquetados como cabeza de huevos.
Yo he visto estrellarse a muchas personas que arribaron
convencidas de que venía a enseñar a los aquí nacidos. Y
cuyo fin fue el previsto: coger el primer barco que salía
hacia la península. Me decía un militar de alta graduación
allá cuando la democracia aún andaba dando vaivenes que
quien aprende a pasear la rue en Ceuta puede presentar
credenciales en cualquier otro sitio. Aquel hombre había
llegado a tener predilección por esta ciudad.
Tener predilección por esta ciudad es tarea fácil. Ni
siquiera en los momentos más difíciles deja de ser para su
amante la ‘andaluza niñería’ resaltada por el poeta López
Anglada. Quizá lo que estoy diciendo suene a cursilería.
Pero a mí me importa un bledo y parte del otro lo que
piensen lo demás acerca de mis sentimientos.
Con sentimientos me ha sido posible hablar con Mohamed
Alí al tropezarme con él en plena calle. Un MA que me ha
vuelto a dar pruebas evidentes de que todavía es un político
que puede dar de sí todo lo que se esperaba de él cuando
irrumpió en la actividad pública y logró una victoria
sonada. Un triunfo espectacular en un recién llegado que
generaba confianza general. Un hombre preparado y dispuesto
a convencer a tirios y troyanos.
Mohamed Alí, y así se lo he recordado muchas veces, estaba
en las mejores condiciones para conseguir grandes logros
como político. Sin duda alguna. Hoy se lo he vuelto a
repetir durante los minutos, habrán sido diez, más o menos,
en los que hemos dialogado. Él me ha escuchado a mí tan
atentamente como yo lo he escuchado a él. Aunque sería
absurdo decir que todas nuestras opiniones han coincidido.
De ningún modo. Porque hacerlo sería mentir descaradamente.
Hemos hablado del magnífico trato que, durante mucho tiempo,
se le dispensó en este medio. Y lo ha reconocido. Aunque sus
quejas actuales están basadas en que las actividades de su
partido no son tratadas como mandan los cánones del
periodismo. Y, claro, he intentado hacerle ver que el
comportamiento de su socio con ‘El Pueblo de Ceuta’ no
invita precisamente a que en esta Casa se le tenga ni una
pizca de simpatía. Su socio, Aróstegui, no disimula ni un
ápice su fobia hacia un periódico que tiene todo el derecho
del mundo a tener la línea editorial que le plazca. Una
aversión que, aunque MA se niegue a reconocerla, le está
causando problemas a su carrera política.
En rigor, bien haría Mohamed Alí, antes de que las cosas
lleguen a un extremo donde a él le sea imposible reconducir
la situación, en volver a hacerse con las riendas de un
partido que está desbocado.
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