Se llama mojigatos a los que simulan una virtud que están
muy lejos de tener. Los que van de ‘moralinos’, de adalides
de las fantásticas maneras de hacer, pero que, sin embargo,
andan muy lejos de poder ser ejemplos para nadie. De esos,
en esta ciudad, los hay a pares y en el politiqueo más.
Ayer volvimos a vivir otra Sesión Plenaria inmensamente
larga, de más de 10 horas de duración en la que el
Reglamento de la Asamblea, que debe estar para cumplirse,
sufre, por la anuencia de la Mesa, de un choteo que, para
los que podemos estar interesados en los asuntos, termina
por convertirse en algo tedioso e insufrible para el común
de los mortales. ‘Común de los mortales’: aquella persona
que pasa 10.000 pueblos del politiquillo que se ‘regusta’
oyéndose sus intervenciones plenarias.
O sea, que pasan de la nueva especie conocida como ‘Adonis
Plenarius’, aquella que sólo es capaz de deslumbrar a los
ciertamente mediocres. O la que logra que el presidente de
la Mesa le permita hacer de su capa un sayo, algo que hay
quien interpreta como que existe temor, y otros -los menos-
aseguran que se trata de simple ‘mano izquierda’.
Sea como fuese, la sensación tras una sesión plenaria como
la de ayer, similar a la del pasado mes de septiembre, es de
amargor. Amargor por el sectarismo y seudofascismo de
quienes dicen defender todo lo contrario. La mojigatería ya
viene intrincada en la historia de nuestro país.
Los que más ‘falan’ de legalismos, los que más defienden una
supuesta igualdad, son los que realmente ni son tan legales,
ni viven tanta igualdad.
‘Por sus obras los conoceréis’. Es bueno tener memoria
histórica, está bien conocer quiénes son estos que hicieron
aquello, pero entre los ‘Adonis’ revividos, la presunta mano
izquierda y los mojigatos, esto no hay quien lo aguante.
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