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OPINIÓN - LUNES, 17 DE OCTUBRE DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Mil millones de personas, mil millones de dramas

Por FAO*


En el mundo hay más de 1.000 millones de pobres: La pobreza es una violación de los derechos humanos

• En el mundo hay casi 1.000 millones de personas que pasan hambre: El hambre es una lacra que impide el desarrollo y merma las capacidades físicas e intelectuales

Los días 16 y 17 de octubre, se conmemoran, respectivamente, los Días de la Alimentación y de la Erradicación de la Pobreza. Son éstas, dos jornadas en las que, teóricamente, parte del mundo vuelve sus ojos hacia los más desfavorecidos, hacia aquellos que ven sistemáticamente vulnerados unos derechos que deberían ampararles y protegerles.

En los últimos meses, las imágenes del hambre y la pobreza que afectan a muchas regiones del Cuerno de África, se han colado en nuestros hogares haciéndonos testigos de cómo estas lacras que, en un mundo de abundancia y despilfarro, afectan a casi una séptima parte de la humanidad, llevan a hombres y mujeres a situaciones de vulnerabilidad extrema, a las que nunca debería enfrentarse el ser humano.

Esas situaciones extremas, esas emergencias alimentarias y esa vulnerabilidad, no son algo temporal, ni mucho menos casual. El hambre y la pobreza son un drama diario que hace mella en las vidas de millones de personas en todo el mundo, que puede traer consigo fatales consecuencias a corto plazo, y que merma e incluso anula las capacidades físicas e intelectuales, lo que impide el desarrollo. Y este drama no puede achacarse únicamente a los cambios climáticos o al mal gobierno; ni siquiera a la subida del precio de los alimentos en los mercados, o a la crisis económica y financiera.

Se trata de prevenir el problema y no de buscar una solución cuando el daño ya está hecho. Cuando están en juego vidas humanas, los parches no sirven. El hambre y la pobreza son consecuencia de comportamientos y actitudes arraigadas en nuestras sociedades desde hace siglos, relacionados con hábitos y niveles de consumo innecesarios (de alimentos, de agua, de energía, etc.) con la explotación irracional de los recursos naturales, con el desarrollo económico a costa del deterioro medioambiental, etc.

Por ello, acabar con el hambre y la pobreza requiere un cambio de actitud en todos: en gobiernos e instituciones, en los medios de comunicación, en las leyes injustas de los mercados, en los países receptores de ayudas, y, también, en los beneficiarios de estas ayudas y en nosotros mismos. Manos Unidas, lleva más de cincuenta años abogando por estos cambios. Nuestro trabajo no se ciñe únicamente a la financiación y apoyo a proyectos de desarrollo, sino que, a través de la sensibilización y la educación para el desarrollo, intentamos promover ese cambio de actitudes y de comportamientos imprescindibles para lograr nuestro objetivo último que no es otro que acabar con la pobreza y el hambre en el mundo.

* Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
 

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