Culpa ha sido de la crisis
monetaria el que las tertulias a la hora del aperitivo hayan
ido menguando hasta el punto de que ahora resulte muy
difícil ver a cuatro o cinco personas hablando de cuanto se
encarte en ese tiempo de ocio que tanto nos agrada a los
españoles.
Una herencia griega, quizá, si nos atenemos a que los
romanos, en un principio, detestaron el dispendio que hacían
los helenos de su tiempo. Y es que los romanos, siempre tan
prácticos, no veían con buenos ojos que nadie dilapidara
horas intercambiando impresiones y, mucho menos,
reflexionando. Hasta que aprendieron lo saludable que es el
ocio y de qué manera el chismorreo ayuda a vivir mejor.
Cierto es que los griegos se han pasado de la raya.
Convencidos todavía que “las grandes ideas que han hecho
progresar a la Humanidad nunca fueron fruto del estudio,
sino del ocio”. Y siguieron dedicándole más tiempo a éste
que a doblarla aunque gastándose los dineros que no
generaban. Y, claro, han conseguido con su modo de sestear
más de la cuenta que en Grecia se haya instalado una
bancarrota que ha puesto en peligro la economía de todos sus
socios europeos.
Así comencé, fechas atrás, mi primera intervención, porque
creí que venía a cuento de algo que se había dicho, en una
tertulia compuesta por cuatro personas que habíamos decidido
comer, beber, y disfrutar de una sobremesa relajante,
incluso desafiando nuestra raquítica economía.
Ni que decir tiene que mi exposición desató la risa y
propició que se me tachara, a coro, de ocurrente. Pero a
partir de ahí, una vez que la anécdota nos puso a todos el
ánimo resuelto y la palabra fácil, salió a relucir el
ambiente electoral que se respira en la ciudad.
Un ambiente que da como ganador por goleada al Partido
Popular. Lo cual no es noticia. La noticia sería,
verbigracia, si José Antonio Carracao estuviera en
postura. Es decir, en situación de poner en un brete el
triunfo de los populares (a propósito, y sin ánimo de
molestar, el candidato socialista, al que aprecio en su
justa medida, debería evitar esa manía que le ha dado por
caminar por la ciudad, enchufado siempre al teléfono móvil.
Pues no le favorece en absoluto).
A lo que iba. En un momento determinado, tocó hablar mal del
bipartidismo. Es decir, que se echaba de menos la presencia
de un tercer partido que fuera capaz de amenazar la
hegemonía de socialistas y populares. Y me mostré en
desacuerdo. Y expuse mis razones. Acordándome de que el
pluripartidismo a la italiana es una invitación más a la
corrupción. Y es que la gobernabilidad, según se ha dicho
hasta la saciedad, es también más azarosa y más sorprendente
cuando se reúnen muchos diferentes para gobernar o para
distribuirse la tarta. No estorba un partido testimonial.
Que pueda servir de alianza. Pero nada más. Y sobran los
nacionalistas.
Tampoco se nos quedó en el tintero recordar la antipatía que
está generando el que haya en el Gobierno local varias
personas procedentes del Gil. De ello, dije yo en su momento
que nadie es perfecto. Y que lo mejor sería que los gilistas
no se azoraran cuando se les recuerda el hecho cual oprobio.
Porque no lo es. Si bien Vivas, que sigue estando en
la cresta de la ola, podría haberse acordado de la valía de
algún que otro militante popular. Sí, hombre, los hubo que
desempeñaron bien su cargo en el pasado.
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