El objetivo legítimo del gran
partido de la oposición es ganar las elecciones. Los
ciudadanos comprendemos que en esta lucha por el poder lo
lógico es el aprovechamiento de la debilidad del otro y el
truco recurrente de ser olvidadizo con los errores propios y
airear machaconamente los ajenos.
Todas las encuestas le auguran un triunfo rotundo al Partido
Popular en las elecciones del 20-N. Porque la debilidad de
su oponente es tan manifiesta como para que sus dirigentes
estén convencidos de que sólo les queda procurar por todos
los medios evitar que la derrota sea escandalosa.
La debilidad del Gobierno socialista es patente. Ya que la
situación del país es realmente grave. Existe una ruina
económica, que hace posible que las empresas privadas se
vean en la obligación de echar gente a la calle, y los
empleos que se van generando son mal remunerados y se están
imponiendo las rebajas de salarios para quienes prefieren
seguir conservando su trabajo. Y qué decir de los cinco
millones de parados. Un auténtico drama.
Los gobernantes socialistas han cometido errores graves. Sin
duda alguna. Gobernar no es fácil. Y mucho menos cuando se
presenta una crisis económica de tamaña dimensión. Pero
cuesta mucho creer que las cosas hubieran sido diferentes de
haber estado en el poder los populares. Pues no hay más que
mirar a otros países europeos para comprender que en todos
los sitios cuecen habas.
Ahora bien, en vista de que en la vida el entusiasmo es
vital para enfrentarse a los problemas, es conveniente para
España que se produzca el cambio. Ya que todo cambio es
generador de esperanza. La cual es muy necesaria. Antes de
que nos toque acceder a la desesperanza. Que es aún peor que
la desesperación.
Mariano Rajoy se ve ya presidente. Hombre comedido e
inteligente, sabe sobradamente que será el ganador de las
elecciones del 20-N. La mejor encuesta está en lo que ve a
su alrededor: un montón de individuos adulándole, tirándole
de la levita, y turbándolo con elogios desmesurados. Como
fue la intervención de María Dolores de Cospedal en
los fastos celebrados por el partido en Málaga.
El líder del PP, sin embargo, más que decirnos cómo nos
sacará de tan grande crisis económica, cumple con el guión
establecido en casos así: que no es otro que airear
machaconamente los errores socialistas y ser olvidadizo con
los propios. Nada achacable a semejante forma de actuar.
Cuando está más que probado que la política es una actividad
que no está hecha para personas puras. Que la política -y no
me acuerdo ahora quien lo dijo- es el arte de impedir que la
gente se meta en lo que sí le importa. Ahora mismo se me
viene a la memoria una frase de Julio Caro Baroja,
leída en su libro ‘Las brujas y su mundo’: “Si hoy existiera
la pena de la hoguera, los políticos serían los más sujetos
a ella”. Dura sentencia. Por supuesto que sí.
En cuanto concierne a Ceuta, cabe decir que seguirá siendo
un granero de votos para el PP. Aunque bien haría Juan
Vivas, cual presidente de los populares, una vez
celebrada las elecciones, en cortar de raíz el desorden que
se está produciendo en el seno del partido. De no ser así, o
sea, de continuar desoyendo las voces disidentes, mucho me
temo que éstas irán aumentando. Y más pronto que tarde,
repercutirá negativamente en su contra.
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