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OPINIÓN - SÁBADO, 8 DE OCTUBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

In memoriam de Antonio Benítez
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Me quedé helado, cuando el jueves, a media mañana, vi la esquela mortuoria de Antonio Benítez.

No me lo podía creer, porque hacía muy pocos días lo había visto en la calle y aunque en esa ocasión no nos habíamos parado a hablar, porque íbamos por sitios muy distantes el uno del otro, lo que sí me pareció entonces, como siempre, es que su aspecto era tan normal como otras veces, con lo que eso de morir, tan pronto, no lo hubiera podido sospechar, de ninguna manera.

He sentido su muerte como si se tratara de alguien cercano de verdad y es que cercanos estuvimos en muchas ocasiones y nuestras posiciones, también eran cercanas en lo principal, en el trabajo.

He conocido a pocas personas con un espíritu de trabajo como el que él tenía y aunque la edad ya le había apartado un poco de todas las ocupaciones, sin embargo, no había un solo día que no se diera una vuelta por sus establecimientos, sus joyerías, y no se le escapaba nada de lo que había y de lo que se estaba haciendo entonces o se había hecho un rato antes.

Él no era ceutí de nacimiento, pero llevaba a Ceuta en su corazón, en lo más profundo, como si hubiera nacido en la mismísima Calle Real.

Podría haber trasladado sus negocios a la Península, a otros lugares en los que, en la actualidad, hubiera más movimiento de lo que hay en Ceuta, pero no lo hizo, ni siquiera se le pasó por la cabeza cambiar de aires, él sabía que Ceuta le había acogido, que en Ceuta había transcurrido la mayor parte de su vida y que no podía cambiar Ceuta por ninguna otra parte. Era ceutí por sus cuatro costados.

Por eso prefirió esto, es cierto que no había nacido aquí, pero aquí ha querido morir, como otro ceutí más, de todos aquellos con los que él compartió horas de trabajo, de descanso y de amistad.

Fue, sin lugar a dudas, todo un caballero, un hombre de bien, de ,los de verdad, sin dobleces, ese tipo de hombres que saben estar en cada instante, en su sitio justo. No quitó el lugar a nadie, estuvo donde tenía que estar y hace más de un año se le concedió una de las condecoraciones que más honran a quien las reciben, la medalla al trabajo. Una medalla que no le regalaron, que él se la había ganado a pulso y que hubo quien, en Ceuta, tuvo el tino de saber reconocer su valía, a lo largo de todos los años de su vida.

Hace un par de días Ceuta ha perdido a otro de los suyos, a un profesional que supo entender y llevar a buen puerto sus negocios como sólo los entienden los más grandes y que, habiendo partido de cero, fue capaz de montar una cadena de joyerías en Ceuta que dan prestigio a la joyería y a la propia Ceuta.

He sentido en lo más profundo de mi alma no poder estar a dar el último adiós a Antonio Benítez, pero el haberme enterado tarde, el haberlo sabido cuando ya no había tiempo de hacerlo me lo ha impedido.

Y lo siento de verdad, porque él me consideraba como un buen amigo suyo y lo siento porque ya, en ese paseo del Revellín no me volveré a encontrar con la persona que siempre tenía una palabra agradable sobre el día a día de Ceuta.

Antonio Benítez nos ha dejado pero sus amigos los que desde hace tiempo lo éramos no le vamos a olvidar nunca, porque a un hombre así no se le puede olvidar, descansa en paz Antonio.
 

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