Intentan ‘comprar’ una ‘zorra’

Nuria de Madariaga
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No, no es una historia real, sino el título de una fábula en la que ‘comprar’ no significa ‘compra’ ni ‘zorra’ significa ‘zorra’ y de la que se desprende una enseñanza: la justicia no debería anteponer jamás la argumentación bizantina al sentido común.

Curiosa como poco la sentencia que absuelve a Luis Manuel Aznar por la noticia (firmada lógicamente con pseudónimo) que publicó en su diario y que se titulaba “Muñoz intenta “comprar” a Alí”. Insistiendo en que “Jose Antonio Muñoz ha intentado ‘comprar’ al Portavoz de la Unión Democrática Ceutí en la Asamblea Mohamed Alí”. Pues para la sentencia “comprar” no significa “comprar” ni tiene nada que ver con sobornar, ni corromper, ni menos aún con un cohecho más grande que la Sagrada Familia de Gaudí. Y es una lástima que la sentencia que absuelve al periodista de un delito de calumnia por acusar de la corruptela a José Antonio Muñoz, con el descrédito y la ignominia que ello supone a nivel público, vaya a ser recurrida. Porque ya no se podrá publicar impunemente “Pepe de los Palillos ha intentado ‘comprar’ al Juez y le ha ofrecido un puesto y un sueldo”, sin que al que lo publica se le caiga el pelo.

Porque, pese a la interpretación bastante forzada de la sentencia absolutoria “comprar” es “comprar”. Y que el precio ofertado sea la Vicepresidencia de un club de futbol, caso de resultar electo el comprador y además un sueldo, y que el “comprado” lo sea, no por apolíneo ni simpático, sino por el cargo político que ostenta y que le puede llevar a influir en la elección o no elección del sujeto, es un cohecho de manual de Jurisprudencia. Blanco y en botella. Por mucho que se adobe la sentencia con referencias a resoluciones de Audiencias Provinciales que no vienen más que a constatar que cuando se acusa a alguien de querer “comprar” a un cargo público eso es cohecho. Porque el verbo que se utiliza significa “adquirir a cambio de precio” por más que se empeñe la sentencia de marras en argüir mil matices para hacer lo blanco negro y estirar y estirar la interpretación del término tratando de desvirtuarlo y negando la evidencia.

Y cierto es que el Juzgador utiliza su criterio interpretativo a la hora de redactar una resolución, pero no de forma ilimitada y cayendo en lo que pudiere considerarse un “estrambótico jurídico”, ya que sentencias como la que absuelve a Luis Aznar de un delito de calumnias por la afirmación falsa, infundada, capciosa y profundamente lesiva para el honor de José Antonio Muñoz al que imputa una tentativa de cohecho hacia un político para así verse favorecido en sus aspiraciones, ese tipo de resoluciones judiciales crean una gran inseguridad jurídica, una sensación generalizada de indefensión y tiene un efecto descorazonador en la sociedad. Porque significa que “comprar” a un cargo con prebendas y sueldos “no” es cohecho. ¿Y que es entonces cohecho? Y que imputar a un sujeto la comisión del cohecho “no” es calumnia. ¿Y qué ha sido hasta ahora la calumnia sino acusar en falso a una persona de la comisión de un delito y hacerlo a sabiendas de su falsedad?. Lo que se experimenta a la lectura de la sentencia, aparte de incredulidad, es confusión. Y aquí no se va a utilizar la babosa y “maricomplejines” aseveración de “respeto pero no comparto” la decisión judicial. Porque el respeto no “se impone” sino que “se merece” y si honradamente y desde un ejercicio de conciencia y de valores irrenunciables y desde la perspectiva del peso específico del ciudadano en un sistema democrático, se entiende que esa sentencia no es conforme a Derecho se recurre y si encima se está plenamente seguro de haber sido calumniado con una acusación de cohecho, se anuncia el Amparo Constitucional por si hay que llegar a esas instancias. Porque la resolución que absuelve a un periodista que publica una noticia falsa, difamatoria y calumniosa como es la de que un ciudadano que aspira a ocupar la Presidencia de un club de futbol tratara de “comprar” a un político para “allanarse el camino”, nada tiene que ver con el derecho a la libertad de expresión ya que en este caso esa “supuesta” libertad colisiona frontalmente con los derechos al honor y a la dignidad de un tercero y los conculca de manera abominable.

Y como precedente es una resolución peligrosa ya que tergiversa el verbo “comprar” hasta extremos tales que “adquirir u obtener a cambio de precio” ya no es tal, sino que es “otra cosa” ¿Y se puede pedir respeto para la tergiversación interesada del idioma? Pues no, porque sería una imposición absurda, lo “que es, es” por mucho que se trate de descafeinar. Comprar a un político o a un juez es cohecho. Y si te acusan de cohecho y es mentira es calumnia. Y quien te acuse en falso de ello te está calumniando.

Ahora bien, tirando de sentencias, que voy que vengo, que corto que pego, se puede hacer bailar la evidencia e interpretar como a cada cual le apetezca, porque la interpretación jurisprudencial es muy de “plastilina” ¿No han visto como al juez Serrano, gran hombre donde los haya, le pedían hasta hace dos días veinte años de inhabilitación por haber permitido a un padre un día más de visita del hijo para que ambos salieran en una procesión de Semana Santa?. El fiscal “garante de la legalidad” vino a interpretar y pedía veinte años de inhabilitación para uno de los jueces mejor paridos y más honestos de España. Tocan a rebato, se recula y ya resulta que no, que el tema estaba “mal interpretado” y de paso “se pide respeto”. Y qué me dicen del juez Del Olmo que adujo que el uso de la palabra ‘zorra’- con la que el maltratador calificaba a su ex mujer- no siempre denota “desprecio o menosprecio a la dignidad de la mujer”, puesto que, si bien una acepción es sinónimo de prostituta otra, otra lo es de “persona astuta”. ¿Respeto a quien? Miren, miren por donde me paso el respeto. ¡Vayan ustedes y su “interpretación” de las normas a la mierda!. El respeto se merece, no se impone bajo amenaza o coacción. Y bendito sea el que por su trayectoria y su verdad lo merece.

El resumen de esta reflexión es que el ser humano, todos los seres humanos, estamos sujetos a un amplísimo margen de error y aquí, quitando a Su Santidad el Papa, no hay “ex cátedra” que valga. Pero lo que es sangrante es la desprotección de la víctima de una calumnia que se ve sometida al deshonor, al desprestigio, al ataque contra su credibilidad y a un daño social irreparable y todo ello en virtud de una falsedad insidiosa y comprueba que la ofensa queda impune y sin respuesta legal. No hay resarcimiento a la víctima ni reproche al autor de la infamia. Calumniar “sale gratis” dando pábulo y alas a difamadores y a quienes hacen de la mentira un instrumento de destrucción de famas y de honras.

Incredulidad, desconcierto, decepción, indignación, indefensión. Mézclenlo todo en una batidora y saldrá del experimento un aún mayor empecinamiento en conseguir justicia y que se apliquen tanto la letra como el espíritu de la Ley. Por el bien de todos. Y por el bien de la Justicia.