Para el regidor, que tenía trabajo pero no tiempo, y
necesitaba incrementar el Producto Interior Bruto de la
ciudad, el atrio, era ya según cotilleos ciudadanos, una
zona selvática que amenazaba la salud emocional de los
caballas.
Un técnico que interpretará las raíces como tumores y como
medida de progreso, la actividad del hormigón, redactará un
proyecto que titulará “Remodelación de espacio frente a la
Santa Iglesia Catedral” donde en la memoria descriptiva como
dato de partida afirma que el encargo para su redacción ha
sido una orden verbal del Presidente de la Ciudad Autónoma.
Que en el lateral de la fachada de la Catedral se encuentra
un pequeño espacio con cuatro árboles que debido a su
crecimiento ha levantado la solería existente, no
permitiendo el uso de la misma.
Comenta que para el desarrollo de la composición “se han
eliminado los árboles que están levantando el pavimento y se
han sustituido por una rampa de acceso a la Catedral y un
espacio previsto para la futura colocación de un monumento a
la Asunción de la Virgen…sin embargo no se contempla en el
presente proyecto. Continúa que “además se ha previsto la
colocación de cuatro jardineras movibles”. Y como remate
final afirma que “se dotará a todo el jardín de un nuevo
equipamiento urbano en el que se incluirán bancos,
papeleras, fuentes, farolas, balizas y pilonas”. El
presupuesto material de licitación ascenderá a 315.623,87 €.
Con el proyecto aprobado las obras darán comienzo en octubre
de 2004, y poco después, alrededor del 20N, a los
arqueólogos se les aparecerá la virgen.
La disolución de la instancia
Ocupado el lugar, sin ningún tipo de plegaria, de los
talados naranjos por jardineras movibles, serrados y
abatidos, en martirio, los ficus. Convertidos los mendigos
sedentarios, de nuevo en nómadas, el atrio será un
descampado, un lugar fantasma, un espacio descarnado, un
nuevo escenario donde se establecerán unos nuevos nómadas
que escalpelo en mano van a echar una ojeada al pasado.
Como todo el mundo sabe, todos los compuestos biológicos
contienen sustancias químicas y de no talarse los arboles,
en un alarde de opinión futurista, se hubiera podido
analizar su savia, que ya habría adquirido grandes niveles
de complejidad, esta les hubiera conducido a los restos
arqueozoológicos de elefantes, cerdos y cabras, de los
cuales se habría alimentado. Por los vasos de irrigación de
las hojas existentes hubieran encontrado esparcida toda la
malacofauna e ictofauna del lugar y en el color purpura que
se prueban sus flores, observarían como se balanceaba unas
de las especies de gasterópodos oreando sus granos de polen.
Los arqueólogos como familia refinada y cuadriculada, sobre
una retícula, tramo ortogonal de cordeles, ejes de
referencia de una superficie de 170 m2, irán al fondo de los
0,50 m del asunto, que no era otro que encontrar los 9700
objetos cerámicos para buscar en ellos el gen de los
eslabones perdidos donde historiar el ADN de la ciudad.
Estos nómadas, especialistas en ruinas, convertidos en
arqueólogos del futuro, sedentizaran todo el recuento de su
peregrinaje en el libro, “El asentamiento protohistórico de
Ceuta”. Indígenas y fenicios en la orilla norteafricana del
estrecho de Gibraltar. Un sólido y de marcado carácter
científico libro donde Joan Ramón Torres, José Suárez
Padilla y el arqueólogo municipal Fernando Villada Paredes,
hacen terapia de grupo, armando un relato, cuya narración
confirmará las actuaciones de los arquitectos municipales al
aflorar el espacio porticado de la época “para facilitar
zonas de sombra y cobijo” y que tendrá como eje de fondo, la
resonancia que se establece al circular desde el espacio
limitado de una calle fenicia hasta un tiempo sin límites.
Para unos, se podían haber dejado los árboles para su
análisis, por representativos y por contener unos criterios
mínimos de fiabilidad estadística en la investigación.
Para otros, no había lugar para ir mas allá de las glosas
históricas, los panoramas descriptivos , las crónicas de
salón o las piruetas moralizantes del arquitecto municipal
que practicaba la cursilería autoritaria de lo sentimental,
para, cometido el sacrilegio de abrir la fosa, levantar sus
diversas costras y comprobar la arqueología dietética de los
mensajes misteriosos de esta colina, centro de sabiduría
ancestral, donde los dioses comparten de manera sobrehumana
la azarosa suerte de sus criaturas, proceder a taparlos.
Las tejavanas
La memoria es anterior a la acción de pensar, completada
esta, realizada la excavación de la marmórea escombrera del
paganismo politeísta, arrancados de la tierra los valiosos
objetos, convertidos los arqueólogos, figuras del verdadero
philosophe herederos del espíritu de la antigüedad en
anticuarios herederos tan solo de sus fragmentos, e
inventariados y catalogados estos camino de las vitrinas,
quedaba la tarea fundamental de cicatrizar la cesárea
efectuada, quitar los puntos de referencia y empezar a
pensar que hacer con las huellas y retazos que sobre el
terreno, se habían abandonado hechos trizas, después del
científico despojo.
Si a los arqueólogos les bastaba remover la tierra para
hacer resurgir los viejos dioses a los arquitectos les
tocaba resolver su morada, realizar una notable intervención
sobre la liturgia del recuerdo, construir un templo donde
pudieran practicar la oración los nuevos nómadas del maná
económico, que para los políticos, eran los fieles turistas
de la industria del viaje.
Para poder resguardar, si valían la pena, los restos de la
ocupación humana, la Comisión de Patrimonio Cultural de la
ciudad decidirá, de momento, enjaularlos, solución que por
su composición volumétrica evitaba que el espíritu del homo
nunca llegara a erectus. Esta aprobación de urgencia, que
pudo ser consecuencia del talado de los árboles que aumento
el dióxido de carbono, gas residual, al que se le puede
achacar el calentamiento global de los cerebros de los
miembros de esta comisión, se apoyará en dos proyectos, uno
el realizado y otro, igual de taciturno que el anterior,
esperando su turno, proyectos tragados por la empecinada
trama de una realidad que desvanece la confianza en la
arquitectura. Proyectos técnicos irresistiblemente
atractivos, porque muestran estructuras tradicionalmente ¿no
arquitectónicas?, para recrear, con preocupación esnobista,
las tipologías edilicias más espectaculares, rancias y
castizas de Ceuta el “barracón adosado” y la popular
“tejavana”, eso sí, los cobertizos y tejadillos, conectados
a la realidad social y al desarrollo tecnológico de su
tiempo, al igual que el barracón que adosado al muro de la
vicaría servirá de percha para colgar preciosos azulejos
pedagógicos.
Una vez salidos de las trincheras arqueológicas a través de
estas tipologías ligadas a los nombres de determinados
arquitectos catequistas, que han encontrado el triunfo del
adornismo en la metafísica del catálogo, el nuevo proyecto
debería transitar hacia la búsqueda de soluciones que hablen
de una nueva voluntad arquitectónica decidida a encarar
positivamente la realidad del atrio. Una voluntad que
necesita de nuevos mecanismos de reflexión, desde una mirada
intuitiva con precisión intelectual y siempre desde la
ambición teórica de una nueva reflexión que bascule por las
relaciones críticas que se establecen entre la historia de
la arquitectura y el proyecto contemporáneo.
Epílogo
Los árboles jamás podrán reclamar justicia ni demandar
memoria.
El ejército, ejerciendo de trapero de la historia, para
cuadrar el círculo, conservará visibles algunos retazos, que
repartidos por la ciudad como la cruz se aferran a la vida.
Los escudos, como cascotes de información, se encuentran
depositados en el museo del Desnarigado.
Nota: La documentación gráfica ha sido facilitada por Rocío
Valriberas y José Luis Gómez Barceló, del Archivo Central de
Ceuta, el fotógrafo profesional Fidel Raso, el alférez de
Caballería Andrés Martínez Palacios, el arqueólogo municipal
Fernando Villada, los arquitectos Angel Moreno y Francisco
José Pérez Buades y el aparejador de la Oficina de la
Barriada del Principe Alfonso Salvador Niebla.
Bibliografía
-Edgard Glaeser “el triunfo de las ciudades”. Ed. Taurus.
-Slawomir Mrozek “el árbol”. Ed. Acantilado.
-Zira Box “España año cero”. Alianza Editorial.
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