Mis hijos tienen un título que yo nunca podré tener, el de
haber nacido en Ceuta”, dijo en una de las últimas
entrevistas concedidas a este medio el empresario Antonio
Benítez Bautista, fallecido a los noventa años de edad, tras
una intensa vida dedicada a su familia y el negocio de la
joyería. Nacido en Gaucín (Málaga), en 1921, Benítez llegó a
Ceuta junto a sus padres y hermanos en 1933. Para entonces
ya sabía lo que era trabajar, algo que no dejaría de hacer
en toda su vida, primero por necesidad y después por
vocación y espíritu emprendedor.
Por su labor empresarial y calidad humana la Ciudad Autónoma
de Ceuta le concedió el máximo galardón que otorga, la
Medalla de la Autonomía, que recibió en otoño de 2008. Un
año después, en diciembre de 2009, el Consejo de Ministros
reconoció también su labor a través de la Medalla de Oro del
Mérito al Trabajo, que recibió igualmente emocionado en
abril de 2010. “Mi único mérito ha sido cumplir,
sencillamente con mi trabajo. Empecé desde la nada y trabajé
sin parar, incluso los domingos; y la gente de Ceuta siempre
se volcó conmigo, eso es lo más importante”, dijo el propio
Benítez al recibir el premio de manos del secretario de
Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado.
Según el propio Granado, Benítez tenía tres grandes amores
en la vida: “Su familia, su trabajo y la ciudad de Ceuta”. Y
así es como él mismo lo afirmaba, recordando el día más
feliz de su vida, cuando contrajo matrimonio con su mujer,
Manuela Vega, que le dio cinco hijos: Pedro, Manuel, Domingo
y Juan Carlos. Después, la predilección que sentía por su
ciudad de adopción, que le hacía sentirse un “ceutí de pura
cepa” aunque no hubiera nacido aquí. “No hay otro sitio como
Ceuta. He tenido la posibilidad de comprar negocios en la
Península pero nunca he querido. De hecho me metí en un
local en el mejor sitio de Algeciras, pero nada más llegar a
Ceuta ya me estaba arrepintiendo y lo vendí por lo mismo que
lo había comprado. Lo mismo me pasó en Granada. Es que no
hay nada como Ceuta”, explicaba en una entrevista concedida
con motivo de la Medalla del Mérito al Trabajo en 2009.
Aunque no tenía antecedentes familiares en el negocio de la
joyería, Benítez aprendió el oficio con dedicación, primero
con la joyería Ibáñez, que alquiló para comenzar y abriendo
después dos joyerías más: Orly y La Esmeralda, esta última
una de las más emblemáticas de la ciudad y cuyas
instalaciones fueron renovadas recientemente.
Junto a él, que siguió visitando cada uno de sus
establecimientos a diario hasta el último momento,
trabajaron también sus hijos, que continúan ahora en la
senda abierta por su padre, un ceutí de corazón.
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Una dedicación reconocida al máximo nivel
Durante el acto de entrega de la
Medalla de Oro del Mérito al Trabajo recibida por Antonio
Benítez en abril de 2010, el secretario de Estado de la
Seguridad Social, Octavio Granado, que le impuso el galardón
en la nueva sede del INSS en Ceuta el mismo día de su
inauguración, definió el premio y su relación con Benítez:
“Es una paradoja que, en unos pocos minutos, se premie toda
una vida dedicada al trabajo”. Granados afirmó entonces que
la medalla significaba también un homenaje “a todos los
ceutíes por poder disfrutar de la labor de Antonio, que nos
ha dado a todos muchísimo más de los que nosotros podemos
devolverle”. Antonio Benítez, con la modestia que le
caracterizaba, le quitaba importancia al premio, sin dejar
de agradecerlo, porque para él su dedicación al trabajo no
era sino una demostración de lo que tenía que hacer. Eso sí,
cuando fue premiado con la Medalla de la Autonomía de la
ciudad, reconocía que el premio le hacía sentirse “un poco
más caballa”. Su consejo siempre fue el de trabajar, y ya en
2009 confirmaba que no había nada que le hubiese gustado
hacer y no hizo: “Estoy muy orgulloso con lo conseguido, me
parece suficiente”.
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