Tetuán se despierta gris,
encapotado y “orbayando” (tiren de diccionario que el
“asturiano” es la primera lengua de la nación, qué carallo),
mientras el país encara con desidia las próximas elecciones
del 25 de noviembre, casi coincidentes en el tiempo con las
españolas, lo que son las cosas. Pese a sus limitaciones, la
nueva Constitución ha insuflado sobre el papel un aire nuevo
pero las caras y los programas electorales parecen ser lo de
siempre, “más de lo mismo” que diría en España el partido de
Rosa Díez, UPyD. A día de hoy y de llevarse a efecto, la
caída en la participación sería clamorosa: piense el lector
que tan solo alrededor del 6% de los marroquíes vota
ideológicamente. Y no parece que de aquí a noviembre puedan
cambiar mucho las cosas: siguen sin definirse las
circunscripciones y el número de candidatos por las mismas,
mientras que la reciente retirada de la Ley de Finanzas
atará a la misma al nuevo gobierno salido de las urnas.
La única novedad estaría en el alineamiento de los partidos,
con el fin de sumar sus escuálidas fuerzas y de paso el
inconfesado objetivo de intentar aislar políticamente a los
virtuales vencedores de las elecciones generales del 2007,
los islamistas parlamentarios del Partido de la Justicia y
el Desarrollo. Claro que entonces el PJD, liderado por un
hombre sagaz, prudente y moderado como El Othmani, era otro
y las circunstancias también... Tres son los polos políticos
en los que se estarían agrupando las principales formaciones
políticas: por un lado los llamémosles “partidos de la
administración” (exceptuando en cierta medida los “harakíes”),
presuntamente “liberales”, como son el RNI, la UC, el MP y
el PAM; por otro el frente de izquierdas formado por el FFP,
el PPV y el PS (contestado por el PSU y otras pequeñas
formaciones), al que le robaría proyección, de confirmarse,
la eventual renovación (nunca formalmente derogada) del
pacto de la Kutla, alianza entre los pesos pesados de la
derecha nacionalista, el Istiqlal, los socialistas de la
histórica USFP y los ex comunistas del PPS. El boicoteo a
las elecciones está encabezado políticamente por el PSU y
otras pequeñas formaciones de izquierdas, partidos
islamistas como Al Badil Al Hadari, la propia matriz del PJD
(el Movimiento Unicidad y Reforma, MUR) de creer las últimas
declaraciones de su vice-presidente, Mohamed Hilali y, por
supuesto, los influyentes e implantados islamistas de
Justicia y Espiritualidad así como los jóvenes no alineados
del Movimiento del 20 de Febrero, que el último 25 de
septiembre han vuelto a dar una notable prueba de fuerza,
sacando solo en Casablanca a 15.000 personas a la calle.
Sobre el papel, los islamistas parlamentarios del Partido de
la Justicia y el Desarrollo (PJD) no parecen tenerlo nada
fácil, máxime cuando dos de sus pesos pesados (el duro y
radical Ramid y el pragmático y centrista El Othmani) han
anunciado ya que no se presentarán a las elecciones, lo que
deja al tronante secretario general, Abdelilah Benkirán,
como gallo del corral. Por otro lado Ahmed Tauofiqh, titular
del ministerio de Habús y Asuntos Islámicos, ha comunicado
por carta a los imames de las mezquitas que, ésta vez y al
contrario que durante el referéndum constitucional del 1 de
julio, están obligados a mantener una “estricta neutralidad
durante la campaña electoral” y, de presentarse a las
elecciones, deben comunicarlo con un mes de antelación al
resto de las candidaturas digamos “civiles”. Todo parece,
como siempre, estar “atado y bien atado” lo que ha llevado a
emblemáticos opositores como Omar Balagref, fundador y líder
de la asociación “Ciudadanos de Marruecos”, a no presentarse
a las elecciones por reconocer lo obvio: “el juego político
está totalmente cerrado”. Safi baraka.
|