OPINIÓN - SÁBADO, 1 DE OCTUBRE DE 2011

En la muerte de Tarek Mohamed

Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com
 

Los poetas arábigo-andalousíes escribían “Blanco es el luto, como blancas son las canas, lágrimas de plata que llora el cabello por la muerte de su juventud”. Y el cielo de Ceuta, que conoce los versos de los poetas árabes, amaneció con un techo de nubarrones de vientres entre blancos y grisáceos, anunciando así el que, el cuerpo yacente de Tarek Mohamed, tras el funeral en la mezquita, iba a recibir sagrada sepultura devolviendo así su restos mortales al calor de la madre tierra y su espíritu al cielo con Dios. Inmenso fervor en la mezquita de Sidi Embarek, cientos de vecinos, amigos y familiares reunidos para despedir al que hoy es ya el padre ausente de cuatro huérfanos, el amigo descansado de sus muchas amistades y el hombre entrañable que ya no volverá a desayunar con sus vecinos en el bar, para toda la barriada. Con el cobarde asesinato de Tarek Mohamed se ha perpetrado mucho más que un crimen: se han transgredido todas las leyes de la naturaleza al dejar a su madre huérfana de hijo. Y el que una madre sobreviva a un hijo es el mayor dolor del mundo, porque el Universo está diseñado para que sean los hijos quienes amortajen a los padres y no al revés.

Asesinato, crimen, iniquidad y antes que nada repugnante cobardía. Yo vengo de trabajar mucho con gitanos y con hombres del Este que no se ocultan, sino que cuando matan lo hacen cara a cara y nunca “dando caza” a una víctima indefensa que no tiene ninguna posibilidad de responder ni de repeler el ataque. Los criminales al menos en la Península, actúan de otra manera y van de frente y no camuflados con un casco y si alguien recibe un tiro es porque se ha formado un tiroteo y disparan dos partes. Hasta ahora ir a sorprender a un padre de familia que está tranquilamente en un barecito tomando café había sido una exclusiva de los perros etarras que siempre buscan a víctimas lo más indefensas posible y sin ninguna capacidad de respuesta. Y con estas frases respondo de muy mala manera a quienes puedan sospechar de “ajustes de cuentas” y las garantizo que un trabajador como Tarek, procedente de una buena familia no tenían ninguna “cuenta que ajustar” ni hay un oscuro trasfondo en este vil crimen, la propia desprotección absoluta de Tarek Mohamed lo demuestra, porque cuando un tío tiene cuentas pendientes con alguien, o es de una banda, o le ha hecho a alguno una putada toma todo tipo de medidas de seguridad, cambia casi a diario de itinerario y va con la pistola pegada a los huevos, por si aparecen sus enemigos. El que anda metido en temas oscuros o en movidas extrañas, al saberse y sentirse en situación de riesgo continuado, actúa con mucha cautela. Y Tarek Mohamed no guardaba ni medidas de seguridad ni cautela alguna, puesto que no le eran necesarias ya que jamás perjudicó a nadie ni existe persona en Ceuta que pueda decir que Tarek le ha hecho alguna faena. Y precisamente por eso guardaba su tranquila rutina en el barrio, su desayuno y su merienda en el mismo bar, con sus vecinos, una presa muy fácil de ejecutar con el plus de que al ser un buen hombre jamás se le hubiera pasado por la cabeza el salir a la calle no con una pistola, ni con un palo. ¿Quién podría querer hacerle daño y menos aún matarle?

Esa era la pregunta durante el funeral, los hombres rezaban devotamente en el exterior de la mezquita, el viento de levante iba y venía, los vientres de las nubes parecían a punto de estallar en lágrimas de lluvia y en la acera de enfrente, sentada con un grupo de mujeres, permanecí oyendo la pena de las vecinas y el dolor al relatar el desgarro de la madre de Tarek cuando le dijeron que le habían matado a su hijo. ¿Y los hermanos del fallecido que se han quedado sin hermano? Son vacíos que no se llenan nunca, por más años que pasen. Detendrán al asesino, eso es seguro, pero veinte años de cárcel no van a hacer que los hijos de Tarek puedan celebrar la alegría de la Pascua con su padre, porque ahora son huérfanos y como son pequeños tendrán que vivir toda una vida esperando el momento del reencuentro con el padre para poder volver a abrazarle, ya saben, más adelante, cuando estén todos juntos en la Luz de Dios. Los amigos de Tarek Mohamed me hablan de él y yo llego a pensar que el asesino puede haberse confundido de víctima y haberle ejecutado tomándole por otro. En cabeza alguna cabe que alguien quisiera vengarse de un hombre como el descansado. ¿Qué mal había hecho? Cientos de hombres siguiendo al féretro entre rezos, el tiempo que ayer, sin previo aviso, se volvió otoñal y cuajado de nubes llorosas. No me trago ni ajustes de cuentas, ni venganzas, ni cuentas pendientes, ni temas raros, sencillamente puede ser que en la escalada del crimen de mano de delincuentes inexpertos que nada tienen de las maneras ni de la profesionalidad de los auténticos bandidos sino que van “como los locos” le haya tocado a Tarek Mohamed, como podía haberle tocado a otro inocente. Pero caerá. Ya están detrás. Y pasará veinte años entre rejas, poca cosa para resarcir a la familia, porque si se pone en una balanza el peso de la vida de Tarek y en otra al asesino con los veinte años de cárcel esos veinte años pesan una mierda y no llegan a pagar ni una sola de las lágrimas que están derramando los hijos de Tarek por la muerte de su padre. Eso es así. Nada lo puede cambiar.