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OPINIÓN - LUNES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / SI LAS PIEDRAS HABLASEN...

El patrimonio arquitectónico y monumental de Ceuta cuenta su propia historia...

Por Gabriel Fernández Ahumada, de la Consejería de Educación, Cultura y Mujer


Pregunta.- Háblanos de la época en la que naciste...

Mi nacimiento se produjo alrededor del siglo XII en un momento de expansión urbanística de la ciudad. Ceuta era entonces uno de las principales urbes del occidente islámico.. Soy un baño urbano, de barrio, y pertenecía al que era considerado como el arrabal de los tres baños, por lo que faltarían cerca de mi otros dos baños. Mis instalaciones se fueron ampliando poco a poco y en el siglo XIV los Meriníes dieron mayor cabida a la mayor de mis salas, la fría. Incluso antes de que todo esto sucediera, mi aspecto nació determinado por las estructuras sobre las que fui construido, bastante anteriores al siglo XI.

¿Cuáles?

Tengo antecesores nada más y nada menos que romanos. De hecho, como todos los baños, me baso en el sistema monumental de termas romanas, que tenían como nosotros tres salas: una fría, una templada y una caliente, aunque nos diferenciamos de los romanos en el uso del agua. Mientras que ellos utilizaban piscinas de inmersión y agua en abundancia, nosotros los baños árabes, como cultura islámica con raíces en zonas del desierto, nos preocupamos mucho por el tratamiento del agua y usamos piletas para hacer abluciones, es decir, para que nuestros visitantes se echen el agua por encima.

¿Tu cometido entonces era principalmente higiénico?

Al contrario de lo que hoy se pueda pensar, antiguamente el baño o hamman no solo se utilizaba por cuestiones higiénicas, sino también sociales. En aquel entonces muy pocos tenían baño en su casa, de manera que era esencial la existencia de baños públicos, tanto para mantener limpia a la población como por razones religiosas (según el Islam para acudir a la mezquita a limpiar tu alma, debes ir con el cuerpo limpio). Mi uso se repartía en función de los horarios, y era disfrutado por hombres durante la mañana y mujeres al atardecer. En las tardes, mis salas eran verdaderos centros de reunión para la mujer islámica, ya que en aquella época, en plena Edad Media, no era habitual que ellas salieran solas a la calle exceptuando las salidas al zoco. Así, amigas primas y familiares solían verse en mi interior. En el caso de los hombres, también daba cobijo a auténticas tertulias donde se podía hablar de cualquier tema, desde filosofía hasta geografía. En aquellos tiempos vivía en la ciudad el geógrafo Al Idrissi, quien seguramente se sentó alguna vez en mi interior.

¿De dónde provenía el agua que se usaba en tu interior?

No recuerdo si en aquella época disponía de uno o dos aljibes y los investigadores actuales tampoco han llegado a averiguarlo. Lo que sí puedo decirte es que el patio en el que me sitúo, existe un aljibe de cien metros cúbicos y planta circular. El agua se extraía de él mediante un brocal, como si se tratase de un pozo, hasta la pileta para hacer abluciones en la sala fría, tras ser recogida de un arrollo que descendía desde la zona del actual instituto Camoens pasando por la Iglesia de los Remedios. Este aljibe, construido por los almohades, sigue recogiendo agua todavía hoy.

¿Tu fisonomía ha sido siempre la misma?

En el mismo solar donde estoy ubicado actualmente se encontraron restos del siglo XI, que parecen ser viviendas y el tramo de una muralla, que posiblemente separaba distintos barrios. Mi construcción se inició finalmente por parte de los almohades, que fueron quienes culminaron prácticamente toda mi estructura. Mi patio, de planta cuadrada, servía de vestíbulo y vestuario y estaba porticado en dos de sus cuatro partes. Hoy todavía no se ha excavado toda esta zona. De este patio se pasaba a la sala fría, compuesta inicialmente por una sala rectangular con bóveda de cañón, con pequeñas aberturas o vanos que servían de iluminación. También en el siglo XII existía ya la sala contigua o templada, con suelos de mármol y grandes arcos que formaban una bóveda de cañón y dos alhainas o habitaciones contiguas a ambos lados. De ella pasábamos a la caliente, la más complicada de construir puesto que bajo su suelo discurría el aire caliente y el vapor generado por una caldera anexa, situada donde hoy está la puerta de entrada. En esta sala, mis paredes también permanecían calientes gracias al vapor que discurría en su interior, a través de tuberías de cerámica dispuestas una sobre otra.

Ceuta siguió creciendo y, en la época de los meriníes, decidieron ampliar mis instalaciones, que se habían quedado algo pequeñas. Así añadieron unos 16m2 de espacio a mi sala fría. Ellos no utilizaron ladrillos, como lo habían hecho los almohades para mis columnas, sino mármol, y en la unión de la nueva sala fría con la antigua pusieron un dintel con dos arcos y una gran columna central.

Eres el último que queda, pero no fuiste el único de tu clase en la ciudad

Tenía más de un hermano en mi propio barrio, de hecho los arrabales medievales funcionaban como ciudades, con su pequeño zoco, su mezquita y los baños asociados. Soy el único que sigue en pie gracias a mi buena construcción y a los distintos usos que se me ha dado a lo largo de la historia. Mi declive llegó a mediados del siglo XV, con la llegada de los portugueses. En mi interior se encontró una moneda del reinado de Duarte I, hijo de Juan I de Portugal. Desde mi uso primigenio, pasando por el desuso portugués, creo haber sido también prisión, al igual que sucedió en la cercana ciudad de Kasalseguer, debido a nuestra estructura bien iluminada y con pocas puertas, fácil de controlar. También fui granero, y es que para los cristianos, los baños romanos siempre fuimos grandes desconocidos.

¿Guardas algún secreto?

La peculiaridad de la sala caliente, con un espacio excavado debajo para albergar las calderas, en mi caso de 25 metros cuadrados y apoyada en cuatro pilares de acabado perfecto. Por si no lo sabías soy el único elemento patrimonial de la Edad Media en Ceuta en el que un visitante puede entrar.

¿Echas algo de menos?

Mi decoración interior. Dependiendo de la época tuve suelo de pizarra y de mármol. También añoro la ampliación meriní, con la bóveda de aristas y mis paredes bien blancas y relucientes.

¿Cómo sobrellevas el paso de los años?

Entre la época portuguesa y los años 60 sufrí saqueos y destrucciones parciales, hasta que fui redescubierto tras ser derribado el edificio que se apoyaba sobre mi en los años 60. Fue Carlos Posac Mon quien consiguió que me respetasen y no se construyese en el solar donde me encuentro, poco más pudo él hacer hasta que en el año 2000 la Consejería de Educación y Cultura, a través del arqueólogo Fernando Villada y Jose Manuel Hita, que fui investigado de forma científica y arqueológica. Ellos, junto a un grupo multidisciplinar de ceutíes, llevaron a cabo la totalidad de mi excavación, documentando las distintas épocas de las que te he hablado. Una vez que conocieron mi historia se puso en marcha mi puesta en valor, que rehabilitó algunas partes y reconstruyó otras que había perdido por completo.Creo que me han puesto una nueva piel y aunque parezco lo que era en su día, hoy por hoy soy más pequeño que en mis buenos tiempos.

¿Tienes algún sueño?

Que todo los ceutíes vengan a verme, estoy a su alcance de martes a domingo mañanas y tardes. Sigo siendo un gran desconocido aunque sea el único edificio medieval que permite acceso. Aún así, en cuarenta años he pasado de ser una construcción abandonada e imposible de visitar a un elemento del patrimonio, catalogado y protegido de la ciudad.

Me gustaría que los ciudadanos sintieran el sosiego que hay en mi interior. Que vengan, se sienten en una de las alhainas de la sala fría y respiren mi aire, el frío de mis mármoles y mi temperatura constante.
 

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