Pregunta.- Háblanos de la época en la que naciste...
Mi nacimiento se produjo alrededor del siglo XII en un
momento de expansión urbanística de la ciudad. Ceuta era
entonces uno de las principales urbes del occidente
islámico.. Soy un baño urbano, de barrio, y pertenecía al
que era considerado como el arrabal de los tres baños, por
lo que faltarían cerca de mi otros dos baños. Mis
instalaciones se fueron ampliando poco a poco y en el siglo
XIV los Meriníes dieron mayor cabida a la mayor de mis
salas, la fría. Incluso antes de que todo esto sucediera, mi
aspecto nació determinado por las estructuras sobre las que
fui construido, bastante anteriores al siglo XI.
¿Cuáles?
Tengo antecesores nada más y nada menos que romanos. De
hecho, como todos los baños, me baso en el sistema
monumental de termas romanas, que tenían como nosotros tres
salas: una fría, una templada y una caliente, aunque nos
diferenciamos de los romanos en el uso del agua. Mientras
que ellos utilizaban piscinas de inmersión y agua en
abundancia, nosotros los baños árabes, como cultura islámica
con raíces en zonas del desierto, nos preocupamos mucho por
el tratamiento del agua y usamos piletas para hacer
abluciones, es decir, para que nuestros visitantes se echen
el agua por encima.
¿Tu cometido entonces era principalmente higiénico?
Al contrario de lo que hoy se pueda pensar, antiguamente el
baño o hamman no solo se utilizaba por cuestiones
higiénicas, sino también sociales. En aquel entonces muy
pocos tenían baño en su casa, de manera que era esencial la
existencia de baños públicos, tanto para mantener limpia a
la población como por razones religiosas (según el Islam
para acudir a la mezquita a limpiar tu alma, debes ir con el
cuerpo limpio). Mi uso se repartía en función de los
horarios, y era disfrutado por hombres durante la mañana y
mujeres al atardecer. En las tardes, mis salas eran
verdaderos centros de reunión para la mujer islámica, ya que
en aquella época, en plena Edad Media, no era habitual que
ellas salieran solas a la calle exceptuando las salidas al
zoco. Así, amigas primas y familiares solían verse en mi
interior. En el caso de los hombres, también daba cobijo a
auténticas tertulias donde se podía hablar de cualquier
tema, desde filosofía hasta geografía. En aquellos tiempos
vivía en la ciudad el geógrafo Al Idrissi, quien seguramente
se sentó alguna vez en mi interior.
¿De dónde provenía el agua que se usaba en tu interior?
No recuerdo si en aquella época disponía de uno o dos
aljibes y los investigadores actuales tampoco han llegado a
averiguarlo. Lo que sí puedo decirte es que el patio en el
que me sitúo, existe un aljibe de cien metros cúbicos y
planta circular. El agua se extraía de él mediante un
brocal, como si se tratase de un pozo, hasta la pileta para
hacer abluciones en la sala fría, tras ser recogida de un
arrollo que descendía desde la zona del actual instituto
Camoens pasando por la Iglesia de los Remedios. Este aljibe,
construido por los almohades, sigue recogiendo agua todavía
hoy.
¿Tu fisonomía ha sido siempre la misma?
En el mismo solar donde estoy ubicado actualmente se
encontraron restos del siglo XI, que parecen ser viviendas y
el tramo de una muralla, que posiblemente separaba distintos
barrios. Mi construcción se inició finalmente por parte de
los almohades, que fueron quienes culminaron prácticamente
toda mi estructura. Mi patio, de planta cuadrada, servía de
vestíbulo y vestuario y estaba porticado en dos de sus
cuatro partes. Hoy todavía no se ha excavado toda esta zona.
De este patio se pasaba a la sala fría, compuesta
inicialmente por una sala rectangular con bóveda de cañón,
con pequeñas aberturas o vanos que servían de iluminación.
También en el siglo XII existía ya la sala contigua o
templada, con suelos de mármol y grandes arcos que formaban
una bóveda de cañón y dos alhainas o habitaciones contiguas
a ambos lados. De ella pasábamos a la caliente, la más
complicada de construir puesto que bajo su suelo discurría
el aire caliente y el vapor generado por una caldera anexa,
situada donde hoy está la puerta de entrada. En esta sala,
mis paredes también permanecían calientes gracias al vapor
que discurría en su interior, a través de tuberías de
cerámica dispuestas una sobre otra.
Ceuta siguió creciendo y, en la época de los meriníes,
decidieron ampliar mis instalaciones, que se habían quedado
algo pequeñas. Así añadieron unos 16m2 de espacio a mi sala
fría. Ellos no utilizaron ladrillos, como lo habían hecho
los almohades para mis columnas, sino mármol, y en la unión
de la nueva sala fría con la antigua pusieron un dintel con
dos arcos y una gran columna central.
Eres el último que queda, pero no fuiste el único de tu
clase en la ciudad
Tenía más de un hermano en mi propio barrio, de hecho los
arrabales medievales funcionaban como ciudades, con su
pequeño zoco, su mezquita y los baños asociados. Soy el
único que sigue en pie gracias a mi buena construcción y a
los distintos usos que se me ha dado a lo largo de la
historia. Mi declive llegó a mediados del siglo XV, con la
llegada de los portugueses. En mi interior se encontró una
moneda del reinado de Duarte I, hijo de Juan I de Portugal.
Desde mi uso primigenio, pasando por el desuso portugués,
creo haber sido también prisión, al igual que sucedió en la
cercana ciudad de Kasalseguer, debido a nuestra estructura
bien iluminada y con pocas puertas, fácil de controlar.
También fui granero, y es que para los cristianos, los baños
romanos siempre fuimos grandes desconocidos.
¿Guardas algún secreto?
La peculiaridad de la sala caliente, con un espacio excavado
debajo para albergar las calderas, en mi caso de 25 metros
cuadrados y apoyada en cuatro pilares de acabado perfecto.
Por si no lo sabías soy el único elemento patrimonial de la
Edad Media en Ceuta en el que un visitante puede entrar.
¿Echas algo de menos?
Mi decoración interior. Dependiendo de la época tuve suelo
de pizarra y de mármol. También añoro la ampliación meriní,
con la bóveda de aristas y mis paredes bien blancas y
relucientes.
¿Cómo sobrellevas el paso de los años?
Entre la época portuguesa y los años 60 sufrí saqueos y
destrucciones parciales, hasta que fui redescubierto tras
ser derribado el edificio que se apoyaba sobre mi en los
años 60. Fue Carlos Posac Mon quien consiguió que me
respetasen y no se construyese en el solar donde me
encuentro, poco más pudo él hacer hasta que en el año 2000
la Consejería de Educación y Cultura, a través del
arqueólogo Fernando Villada y Jose Manuel Hita, que fui
investigado de forma científica y arqueológica. Ellos, junto
a un grupo multidisciplinar de ceutíes, llevaron a cabo la
totalidad de mi excavación, documentando las distintas
épocas de las que te he hablado. Una vez que conocieron mi
historia se puso en marcha mi puesta en valor, que
rehabilitó algunas partes y reconstruyó otras que había
perdido por completo.Creo que me han puesto una nueva piel y
aunque parezco lo que era en su día, hoy por hoy soy más
pequeño que en mis buenos tiempos.
¿Tienes algún sueño?
Que todo los ceutíes vengan a verme, estoy a su alcance de
martes a domingo mañanas y tardes. Sigo siendo un gran
desconocido aunque sea el único edificio medieval que
permite acceso. Aún así, en cuarenta años he pasado de ser
una construcción abandonada e imposible de visitar a un
elemento del patrimonio, catalogado y protegido de la
ciudad.
Me gustaría que los ciudadanos sintieran el sosiego que hay
en mi interior. Que vengan, se sienten en una de las
alhainas de la sala fría y respiren mi aire, el frío de mis
mármoles y mi temperatura constante.
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