Los adolescentes surcoreanos
arrasaron en el último INFORME PISA, que compara el nivel
académico de los países de la OCDE, en las materias de
Matemáticas, Ciencias y Lectura.
Conviene recordar que los resultados obtenidos por nuestro
país fueron mediocres. Junto a la ciudad china de Shangai,
Corea del Sur dio la campanada desbancando a Finlandia del
primer puesto.
El sistema educativo del país asiático se considera un
modelo de éxito en el resto del mundo. El 98% de los
surcoreanos finaliza la educación secundaria obligatoria y
casi el 60% obtiene un título universitario; en España,
donde este curso no lo hemos empezado nada bien, con cortes
presupuestarios y profesores “en pie de guerra”, el fracaso
escolar al 30%, que a juzgar por los acontecimientos de
nuestros alumnos resulta algo bajo, por lo que se presta a
manipulaciones positivas.
Paradójicamente, no sacan pecho. Si los surcoreanos son los
primeros de la clase, es a fuerza de codos. Su excelencia se
basa en el sobreesfuerzo. Los alumnos están sometidos a una
presión enorme. Su nivel de estrés es el mayor de la OCDE.
Estudian 50 horas a la semana, 16 más que el resto de los
países desarrollados. Y su índice de felicidad es el más
bajo, en contraste con los alumnos españoles que lideran
esta clasificación.
Si se compara con Finlandia, donde las clases son muy cortas
y apenas se mandan deberes, sólo hay un elemento común: la
calidad de los profesores. Tanto, que la mayoría de las
chicas quieren ser profesoras, en el caso de Corea del Sur.
Dedicarse a la enseñanza, es una elección al ser considerada
como una profesión con mucho prestigio y muy respetada. Los
maestros tienen buen sueldo y autoridad en clase. Pero
también se quejan: las aulas están masificadas y los
alumnos, con frecuencia, agotados por las clases extras. De
hecho, dos de cada tres se apuntan a una o varias academias
privadas.
Afirma un profesor: “Me duele que los padres y alumnos
confíen más en las tutorías privadas que en la enseñanza
pública”. La razón es que Corea ha sido una meritocracia
desde su caída del sistema de casta. Sólo hay una manera de
escalar en la jerarquía social: llegar a una universidad de
prestigio. Por eso, tanto padres obligan a sus hijos a
lograr ese objetivo a cualquier coste. La competencia es
cada vez más despiadada y cualquier ayuda puede suponer una
ventaja decisoria.
El milagro económico de Corea del Sur, es reciente y va de
la mano de su apuesta educativa. En 1945, a mediados del
siglo pasado, el porcentaje de analfabeto rondaba el 80%. En
los años 60, su riqueza era comparable a la de Afganistán.
Pero, desde entonces, la educación se convirtió en una
prioridad nacional y contribuyó a compensar la escasez de
recursos naturales.
Hoy, Corea es la decimosegunda economía del mundo. Sin
embargo, la educación es una obsesión de las familias, pero
no tanto del Gobierno, que gasta menos en enseñanza que la
media de la OCDE. La primaria es gratis; a partir de la
Secundaria, los padres destinan alrededor del 20% de su
salario en educación de los hijos. Y eso que la mayoría opta
por matricularlos en escuelas públicas.
Pero, las clases de refuerzo en las escuelas particulares,
suponen una media de 400 euros al mes. Lo dan por bien
invertidos, con tal de que entren en una buena universidad,
se convierten en ingenieros y puedan conseguir un trabajo en
una gran empresa.
Otra paradoja: Corea del Sur es el país que más estudiantes
envía al extranjero: de hecho, copan los primeros puestos en
las pruebas de selección de las Universidades más
prestigiosas de EE.UU. Pero, derepente, algo falla: cuando
ya han conseguido lo más difícil, meter la cabeza en Harward
o Yale, se desfondan. Parece como si después de tanto
esfuerzo, la relativa libertad de la vida del campus, haga
que se relajen en exceso. Además, aunque obedientes y
memoricen como nadie, no destacan por su creatividad ni por
trabajo en equipo. Muchos acaban aislados y un 44% fracasan…
¿Y nosotros? Si el Informe de la OCDE dice que los
profesores trabajan más horas y, además, ganan más, lo cual
significa una sorpresa, ¿por qué nuestros estudiantes van
detrás de sus condiscípulos, según el informe Pisa? Nos
planteamos: ¿Fallan los profesores o el alumnado?
Particularmente pienso que lo que falla es el SISTEMA
EDUCATIVO, unos planes de estudio que, cambio tras cambio,
han sometido a profesores y alumnos a una gran confusión.
Para J. Mª. C, prestigioso veterano periodista y escritor,
“el problema está en la calidad de la enseñanza”. Piensa que
el fallo principal está en la reducción a “una muestra
testimonial” del Bachillerato de dos años, siendo el mismo
el eje de toda la enseñanza. “Quienes tuvimos la suerte de
estudiar aquel Bachillerato “humanístico” de siete años, en
el que se estudiaba Latín y Griego, Integrales y Química
orgánica, Geografía, Historia, Literatura española y
Universal, nos dimos cuenta de que cuanto sabemos partió de
allí… El Bachiller debe saber sobre todo, que ello requiere
esfuerzo, trabajo, interés, diligencia, justo lo contrario
de lo que se practica en nuestros institutos, cancelando
exámenes, permitiendo pasar cursos con un montón de
asignaturas pendientes… Permitiendo llegar a la Universidad
con unos conocimientos y actitudes más de escuela elemental
que de auténticos bachilleres, para desesperación propia y
de sus profesores…
Pero, retomando el éxito de Corea del Sur, es conveniente
conocer que está permitido el castigo físico legalmente:
“Está avalado por el Tribunal Supremo y se sigue aplicando
en muchas aulas, a pesar de las iniciativas para
erradicarlo. Se utiliza una vara y, a veces, un taco de
billar con los extremos serrados. El Gobierno recomienda que
el palo no mida más de 1,5 centímetros de diámetro y que el
número de bastonazos no supere los diez.
El castigo se aplica en los glúteos, las pantorrillas o los
muslos. No hacer los deberes, llegar tarde, hablar sin
permiso o suspender un examen se consideran faltas graves
que pueden acarrear azotes.
En ocasiones, toda la clase paga por la ofensa de un solo
alumno. El uniforme escolar tiene que está impecable. Las
chicas no se pueden maquillar y los chicos tiene prohibido
llevar el pelo largo. El rigor se extiende al ámbito de las
relaciones. Socializar se considera una pérdida de tiempo.
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