La tiranía del terrorista Gadafi
parece acercarse a su fin, perfilándose como perfil
ideológico del nuevo régimen libio post CNT (Consejo
Nacional de Transición) “un Estado regido por la sharia”
(ley islámica), según afirmó en Trípoli el líder de los
insurgentes Mustafa Abdul Khalil. El futuro del país
encierra un gran interrogante, si bien la reciente visita
del premier turco Erdogan puede sugerir a los islamistas
libios seguir el ejemplo del PKK: islamizar poco a poco y
sin violencia. Un modelo, el turco, que está siendo
analizado en detalle por los parlamentarios marroquíes del
PJD. En la inevitable islamización global del Magreb ya a
las puertas (las elecciones del 23 de octubre y 25 de
noviembre en Túnez y Marruecos serán determinantes) y
dejando a un lado la vía sangrienta del terrorismo yihadista
representado por las células del AQMI (Al Qaïda en el Magreb
Islámico), tres son los horizontes que marcarían el debate
táctico hoy día: el tradicional pan-islamismo, el emergente
pan-turquismo y el forzado nacional-islamismo.
Los medios marroquíes, en su normalmente sesgada
interpretación de la memoria histórica, jalean el apoyo a
los insurgentes libios del CNT publicando con profusión
malintencionadas fotos conjuntas de Gadafi y el presidente
argelino Bouteflika, olvidando lo obvio: y es que, tras el
Tratado de Oujda de 1984 y hasta el verano de 1986, los
dictadores Gadafi y Hassan II forzaron a sus pueblos a
adherirse a un peculiar Tratado de Unión, roto tras los
encuentros en Ifrán de Hassan II con el representante de
Israel, Simón Peres, en julio de ese año. Peculiar Tratado
en un momento en el que ambos países se desangraban en dos
guerras impopulares: en Chad, la Libia de Gadafi se
enfrentaba directamente a tropas francesas y en el Sáhara
Occidental Marruecos combatía, con desigual fortuna, a las
milicias “polisarias” de la RASD, apoyadas por Argelia.
Mientras Gadafi intentaba abrirse a Occidente de la mano de
Rabat, Marruecos lograba del brutal dictador libio el
aislamiento del Frente Polisario y la acogida de miles de
emigrantes marroquíes. Como “regalo personal” y a cambio de
141 millones de dólares, el déspota Hassan vendía a Gadafi
para hacer “picadillo” al opositor libio Omar El Mhichi,
compañero del alucinado coronel Gadafi en el golpe de estado
de 1969 y años más tarde refugiado político en Marruecos. Lo
contó, con pelos y señales, el ex embajador libio en la ONU
y ex ministro de Asuntos Exteriores hasta su reciente
deserción, Mohamed Chalyham.
Por lo demás, Marruecos sigue siendo un tradicional
“país-puente. El pasado jueves 15 viajaba a Marrakech,
presuntamente en visita privada, el influyente Hamed Ben
Khalifa El Thani, Emir de Qatar, quien ya en diciembre del
año pasado de se había encontrado en la Ciudad Roja con
Sarkozy y Mohamed VI. La novedad ahora es que se habría
celebrado una reunión de alto nivel a tres bandas entre la
delegación qatarí, autoridades marroquíes y oficiales del
insurgente Consejo Nacional de Transición (CNT) libio. La
inminente derrota de Gadafi generará otra ola de cambio que
afectará sin duda a Siria y en menor medida Argelia, no
dejando de salpicar a Marruecos. En Libia, por cierto, sigue
coleando exiliado desde hace unos 35 años el marroquí
Abdelkrim Moti, ex inspector de enseñanza y uno de los
fundadores de la histórica “Chabiba Islamiya” (Juventud
Islámica), fundada en 1969, autorizada en 1972 y formalmente
disuelta en 1976, movimiento matriz del islamismo radical
marroquí, inicial e imprudentemente apoyado por el brutal
régimen de Hassan II como “bastión” contra el izquierdismo,
hasta el asesinato por los “hermanos” de la Chabiba del
dirigente sindicalista Omar Benjellum, en diciembre de 1975.
Moti estos días, por cierto, ha reaparecido en escena
clamando desde Libia por la “unidad islamista”.
|