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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACION

Te quise, te quiero y te querré

Por Manuel Corral


Aunque este camote nunca te olvidará, ya no estoy triste y no padezco insomnio, ni pesimismo. Mi vida se ha rehecho poco a poco por mas que tú, fierecilla indómita, sigas ocupando mi pensamiento antes de quedarme dormido en las noches espesas sin fin.

Quiero que sepas, allá donde estés, que es muy probable que andes con los de Betel, Betania o qué se yo del nombre impuesto, que deseo lo mejor para ti y para la pequeñarra, la que imagino seguirá creciendo guapetona, noble, inteligente y encantadora…

Que sepas que he vencido mi distracción contigo, pues la vida me da la motivación suficiente y el sentido que siempre ha tenido para mí. Sigo ocupándome de mi pasión doble, que tú aborrecías rechazando de plano: el trabajo vocacional y la literatura. Como puedes comprobar.

Con esto no quiero decir que me apartara del triste destino de durar, de tener miedo a morir si no lo era a tu lado y dónde fuese, en el confín de este mundo, así fuera peinando canas tirado holgazán en una hamaca del gran chaco. No, que tonteria. Sabes que soy autosuficiente o al menos así lo intento, que me las valgo por sí sólo aunque algunas materias me cueste asimilarlas (sigo planchando las camisas al revés y la verdad, me queda bien la arruga bella; sigo quemando las tortillas francesas pero no es porque me guste achicharrarlas tras largo castigo batiendo huevos, no, es que el chauvinismo del concepto me da una fuerza titánica que no veas). Sabes que tengo el ego por las nubes, la autoestima por montera, pelín narcisista que es uno, toma, siempre también en busca de las gratificaciones de la vida, que pueden ser banales a veces; que no todo va a ser ganar dinero, money, flus, plata, que es el sentido único y pragmático de tu vida, niña.

Tan banales a veces, repito, como lo es tomarse un té en buena compañía y en velador romántico con agradables vistas, que es aconsejable para bajar la tensión y subir el estado de ánimo que a veces el trabajo abnegado y no siempre gratificante te depara; disfrutar del amanecer viendo el mar encrespado por la furia del dios Eolo o soltar la imaginación, acaso una furtiva lágrima también, tras el ocaso de una puesta de sol rojizo por poniente, igual. O ver llover desde los luminosos ventanales del nuevo hogar, rodeado de mar, espacio noble a mano y buena vecindad en la escalera (que tú ni podrías imaginar); penetrar también en el mercado central y patear la lonja de pescado viendo los ojos de los besugos – no de los peces panza arriba, sino de los humanos que desnudan a tu compañera que ciñe su cadera con vaqueros apretados y sueter cuyo pecho ¡porque tiene y por eso enseña, qué caramba! parece haber desenterrado el hacha de guerra -, de los jureles, boquerones y atunes frescos como el atontao que se llevó un capón por atreverse a retar a la dama. Y por merluzo.

Pero nunca te olvidaré niña, por mucho que cierto día te dijera (¿no lo sabías?) que empezaba a olvidarte, a dejar de ver tu foto, a tener sueños plácidos y sin traiciones, porque si perdonas has de ser perdonada, porque el dolor es reparado con amor, pues en verdad los que de corazón se quieren solo con el corazón se hablan. Porque en esta vida el amor se injerta en cada amanecer, en cada puesta de sol, en cada luna y en cada estrella. O nó.

¿Puede no llamarse amor a tu pareja si, tras de otra bronca en el hogar, eres humillado al comprobar que tu mejor vajilla, perfumes y muebles son rotos por un diablillo colérico que solo dialoga con las manos, uñas inclusive, forzando claro es a llamar a la policía y, tras de ésta, salirte con la cabeza gacha llevando la maleta con cuatro prendas, útiles de aseo y unos euros camino del hotel en evitación de males mayores, y no cursar denuncia alguna?

¿Cabe decir o apostillar que no hay amor tras nuevos sucesos de violencia física y verbal, y creyendo en su cese definitivo, por creer demasiado en la humanidad, pasar seis días voluntarios de fútil, delirante e inconsecuente cavilar sobre todas las cosas de este perro mundo en el interior de un pisorrio oscuro, malsano por fétido, húmedo y desangelado cual escondrijo en El Sarchal, pongamos por caso?

Pasarán días con sus noches al calor de la mutua incomprensión, de la inevitable estancia conyugal que se mostraba ya quebrada como flecha en pétrea roca. Mas no anida odio a tu pareja ¿para qué?, porque pudiera existir el milagro de una luz, de una llama incombustible, la mejor y más grande de las esperanzas: el amor de nuevo.

Lo que no puede ser no puede ser y ya está. Punto. Promesas al viento. Y dos almas (y pico) separadas, una al menos asolada de recuerdos. Que hay un vacío hiriente de amor por el alejamiento físico, sí, pero también una esperanza tenúe como la luz de un candil porque donde hubo fuego, brasas humean.

Me siento feliz aquí, y aunque el amor pueda no decrecer, la distancia le axfisia en silencio. Porque fuerte es como la muerte el amor. Aunque también morir de amores se pudiera, con embrujo o sin él.

* Dedicado a Nayat Mohamed, por abrirme la puerta de su corazón primero, por ofrecerme su amistad verdadera después, que mantengo, y por darme sabio consejo para luchar por lo que yo más quería, que tanto apoyo podría haber jugado en su contra pero no. Por todo ello y porque, según ella, los amigos estamos para entendernos…Mil gracias querida amiga.
 

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