Con el ataque en Nueva York a las
Torres Gemelas el 11 de septiembre hace hoy diez años, el
siglo XXI entró procelosamente… y aun no hemos aterrizado.
Hemos ganado batallas puntuales, el terrorismo sigue siendo
golpeado pero la guerra es el terreno de lo imprevisible y,
entre más sombras que luces, el enemigo no deja de
reorganizarse y abrir frentes en nuevos escenarios, mientras
intuye la retirada de Occidente en teatros de operaciones
claves (en Afganistán no hemos logrado los objetivos),
retirada que puede verse acelerada por la actual crisis
económica de la que estamos lejos de haber tocado fondo.
Pakistán, con su armamento atómico, cada vez es más
incontrolable y en Turquía (todavía aliada de la OTAN),
Tayyip Erdogan y su AKP siguen quitándose la careta. La
jugada de Ankara a medio plazo está clara: la vuelta del
Califato. El islamismo radical y extremista campea a su
antojo por toda Europa, tomando barriadas enteras y
envenenando mentes, subvirtiendo valores y la misma
convivencia. Holanda misma está sitiada.
Nuestros teatros de operaciones más cercanos son dos: uno el
propio terreno, donde la quinta columna islamista radical no
ha dejado de avanzar en toda Europa gracias a nuestra
estúpida legislación (“Con vuestros leyes os conquistaremos,
con nuestro Islam os someteremos”), nuestra blandura y
nuestra estupidez; el otro es el Magreb. Gadaffi es lo que
sabemos, un terrorista de Estado indultado en los últimos
tiempos por Occidente, pero los insurgentes libios… ¿ustedes
creen que son demócratas?. La oscura e implacable sharia
acecha a la esquina, como en Egipto, como en Siria…
Marruecos ya no es de los primeros países en “exportar”
terroristas, pero el Reino está en buena parte roído desde
dentro: la infiltración islamista radical, particularmente
en algunas unidades, es notable, pienso particularmente en
las Fuerzas Auxiliares y en las tropas de las FAR destacadas
en el antiguo Sáhara Occidental, para Rabat las Provincias
del Sur.
Pensar globalmente y actuar localmente. ¿Y Ceuta tras el
11-S…, los atentados de Casablanca…, Madrid y Londres…? Un
primer análisis nos indica que un eventual atentado de
matriz islamista es improbable (eso se pensaba de la España
peninsular), aunque no imposible. Sobre el tablero, cuatro
son las fuerzas en juego en Ceuta: el Estado, el
narcotráfico y el islamismo radical, más las foráneas a
varias bandas. Al Estado con que la situación se mantenga,
este equilibrio inestable, le basta (de ahí su política de
“Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même”,
¿no?), el narcotráfico con sus altas complicidades a lo suyo
y al islamismo extremista no le interesa, todavía, dar el
salto, si bien se van tomando posiciones: la ciudad es un
excelente nudo de comunicaciones, paso de activistas,
asentamiento y fuente de financiación que bien canalizada
fluye hacia otras partes… ¿La comunidad musulmana…? Ya no es
lo que era y su integración, pese a las apariencias, es muy
relativa. Por no hablar de la estrategia del islamismo
radical de infiltrar, sin subvertir, las FAS…: formarse
militarmente gratis y conocer nuestra operatividad desde
dentro (algo parecido hicieron muchos terroristas de ETA
emboscados en las antiguas COES). Y luego, ¡aun a veces sin
acabar el contrato!, dejar el Ejército y marchar a dejarse
la barba y estudiar el Corán, “pensionados” desde Ceuta por
quién sabe, a las medersas de países conocidos por su
rigorismo como Arabia Saudí. ¿Conoce el Comandante General
el destino de muchos de sus ex soldados…? Pues eso forma
parte del primer escalón de la lucha contra el terrorismo
islamista: la radicalización ideológica. Visto.
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