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OPINIÓN - MARTES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Día de Ceuta, fiesta del Pollo

Por Manuel Corral


Ese día no fuí al trabajo. Bien porque no me apetecía, bien porque me lo tomé a modo de fiesta, bien porque los políticos todos me la repampinflan, o bien porque no tengo que dar más explicaciones, caramba. Que si el pasado viernes día 2 era algo para festejar, me lo expliquen. Que este aspirante a caballa no acaba de entender, cortito que es uno, la causa de ser fiesta sólo para organismos oficiales, no para el pueblo llano y callado. Pero que muy callado.

Asi decidí acercarme al quiosco de confianza y con la prensa adquirí unos cupones que sólo se venden aquí en tierras caballas –lo que a tenor de la satisfacción del gentío, supongo que también de los directivos de la Cruz Roja local, es todo un éxito- y que creo debería ser copiado en otras ciudades. Como de la lectura y descanso matinal quedé pronto saciado, algo intuitivo me dejó caer por el currelo para, luego de convenir acallar el rumor de las tripas y de paso restar el amargor de la fiesta sosa que ni espumea ni gasifica, menos todavía endulza, sino que asquea, salir por la manduca y..¿Saben ustedes a quién de la canalla le tocó ir a por el pollo?

Jarreaba agua como diluviando, que a punto estuve de ver aparecer al bueno de Noé (nó mi anterior casero, al que desde aquí mando saludos ¡Y suerte..!) en la proa del arca haciendo aspavientos como de querer acercarse al alféizar de la ventana de un segundo piso a recoger al presunto huído, la iguana, no sé el sexo del bicho pero me lo imagino por sus andanzas, que parecía se debatía entre saltar al vacío para acojonar al personal, que ya bastante tenía con defenderse del temporal, o descender por la pared para jalarse los huesillos humeantes de los infelices pollos.

En éstas llega un colega afincado allí en el polígono, calcadito al actor estadounidense “Victor Mature”, y aunque al asador no entra apechugando con el característico aire de dandy del otro sí que lo hace con la facha hecha una fregona, escurridito de agua de la cabeza a los pies, mas así y todo para frenarlo ante su incontinencia verborrea sobre el trabajo - larga vida a la de sin hueso que siempre versa sobre lo mismo, copón -, es invitado a una birra espumeante para solaz de su cuerpo y tragaderas, pues alarga sus dedos-pinza a por las patatas que a modo de entretiempo o por pura cortesía nos ha puesto el del negocio. Lo que es de agradecer.

Como el dichoso pollastre no acaba de dorarse - hay mucho trabajo y los moteros están agotados entre el peso de los pedidos y el agua que los empapa, menos mal que se aprecia su dominio sobre la montura -, la cháchara gira al compás del horno cercano, si bien la calentura de aguantar al amigo es contrarrestada por la templanza de la mujer que me dio la vez (media hora larga ya, pero no importa pues ella aun siendo pureta como uno es hermosa y llena la vista) y tal vez la alegria del día, quien desgrana con voz cálida sus cuitas que escucho con verdadero placer. Ojalá que no tarde en cruzarme con ella, y, tras un cumplido y respetuoso saludo, tenga uno los arrestos para invitarle a un exquisito café, ya sea donde la Tere en Zurrón o en el Vicentino del Revellín.

¡¡Bingoooo!! Salió el pollo del infierno y con él ya en mis zarpas - nuevo gesto de servicio al cliente, gracias de nuevo jefe- un joven y larguirucho musulmán que llega raudo con dos barritas de pan protegidas del aguacero persistente. “Chocran”, le digo acompañado de la mejor de las sonrisas, bueno ején casi pues ésta se la había llevado la mujer de buen conversar, que a Dios agradezco por haberse marchado instantes antes de llegar un madero que no arrastraba la corriente precisamente, sino el tiempo muerto de la frontera terrestre, al que cortésmente saludo por si las moscas porque supongo que habrá muchos ángeles de azul entre los nacionales del comisario Torres, pero también algún demonio de negro. Y ligón.
 

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