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OPINIÓN - DOMINGO, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

El drama de los parados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Leo el discurso del presidente de la Ciudad correspondiente al Día de la Autonomía, y de él lo que más me interesa es cuando hace referencia a la necesidad de resolver el drama de los parados. Y es que acordarse de las personas sin empleo, como de las caídas en desgracia, es más que una obligación entre quienes se tienen por demócratas y cristianos.

Diariamente nos están martilleando los oídos con que España está al borde de la bancarrota, por lo que las empresas privadas se ven precisadas a echar gente, y que el empleo nuevo, escaso y mal remunerado, que antes existía, ahora no lo hay, y ni siquiera los funcionarios, hace nada tan seguros de sus soldadas, las tienen ahora todas consigo.

Las empresas arruinadas, las familias endeudadas, y los bancos, causantes del desaguisado mundial de la economía, por vender a los mercados valores hipotecarios de mierda, sumidos en una crisis, están haciendo posible que la gente haya empezado a tenerle miedo al miedo. Que es el peor de los miedos.

Mientras tanto, es decir, a medida que va creciendo el pánico de los parados y de cuantos ven que están abocados a serlo también en cualquier momento, a nadie debería extrañar que los valores morales vayan siendo sepultados por los económicos. Cómo exigirles respeto a quienes necesitan trabajar y no pueden, en tanto comprueban de qué manera los dirigentes políticos han llegado al extremo de carecer de ideas para salir de una crisis económica que tiene todas las trazas de convertirse en una tragedia descomunal.

En España, por ejemplo, hay ya cinco millones de parados. Y lo que te rondaré, morena. Lo cual, traducido en drama, facilita hacer las cuentas para obtener una cifra enorme de personas que están soportando el peor de los problemas: la carencia de dinero para poder comer caliente y vivir con la dignidad requerida.

No pocas veces, a mí me ha dado por describir el pánico de los parados. Sintiéndolo de verdad. Tan de verdad porque lo fui durante una temporada que se me hizo eterna. Ya no sabía que hacer conmigo mismo. Pues un hombre sin trabajo va de un lado a otro por la casa como un perro abandonado.

Un hombre sin trabajo se vuelve susceptible. Y pobre de él si tiene la mala suerte de encontrarse con una mujer que no trata de levantarle el ánimo, ya de por sí decaído ante el calvario que supone salir todos los días a la búsqueda de un empleo y regresar al domicilio sin obtenerlo. Se ha descrito con frecuencia el desasosiego psicológico del parado. Porque más allá de la inquietud material, el hombre privado de trabajo entra en una fase de miedo irracional. Una angustia que puede convertirlo en un ser rencoroso contra todo lo que le rodea. La acritud de una persona que desea trabajar, que necesita trabajar y no encuentra acomodo, se ve a la legua. Habla y mira a los demás como si éstos tuvieran la culpa de su desgracia.

Al paso que vamos, es decir, con quienes mandan dispuestos a remediar la crisis enviando a mucha gente al paro -caso de Castilla-La Mancha, el problema llegará a ser de tal magnitud que volveremos a ver, desgraciadamente, situaciones de aquel pasado que aún recordamos quienes vivimos nuestra posguerra. Y, desde luego, habrá peligro para los ricos. Seguro. Cabe aquí lo siguiente: “Es mucho más grave fundar un banco que robarlo”. B. Brecht.
 

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