Emocionante fue el discurso que pronunció Ramón Gavilán el
pasado martes, tras ser galardonado como ‘Melillense del
año’. En el Salón Dorado del Palacio de la Asamblea, todos
los presentes se levantaron para aplaudirle, aunque ya antes
arrancó la ovación de los asistentes, sobre todo cuando tuvo
palabras para su mujer y sus hijos. Más de uno no pudo
aguantarse la lagrimilla, tras una cena en la que no faltó
de nada, en honor a una persona entrañable que llegó a
Melilla hace 37 años.
La cita era a las 22 horas en el Salón Dorado del Palacio de
la Asamblea, donde las mesas tenían nombres de árboles, por
aquello de homenajear a un hombre encargado de los grandes
proyectos de la ciudad relacionados con el medio ambiente de
los últimos años. Desde la mesa ‘Arce’, donde estaba la
prensa, se divisaba un Salón Dorado lleno de vestidos
largos, así como, o quizás más, trajes de chaqueta. La
ocasión lo merecía, más aún por tratarse de Ramón Gavilán
quien era elegido ‘Melillense del año’, pues cuenta con el
cariño de muchos, de dentro y fuera del Gobierno local.
Alrededor de 140 personas comenzaron a degustar aperitivos
tales como anchoas del cantábrico, vieiras, delicias
crujientes de langostinos, foie y manzana caramelizada,
jamón y queso. Tras ello, vino el plato principal, haciendo
hueco con un sorbete, medallones de solomillo con chalotas
glaseadas y chips de boniato, regado con Pedro Ximénez. Y de
postre, browne con helado de vainilla, sobre base de
chocolate. Claro que muchos no pudieron comerse el postre
entero, algunos porque su estómago no se lo permitía ya, y a
otros se les derritió el helado mientras escuchaban los
discursos que dieron comienzo.
Primero fue Antonio Ramírez, a las 00:20 horas habló del
premio ‘Melillense del año’ en sí, de cómo a lo largo de
estos años se le ha venido dando a personas de todas las
profesiones, pero todas con valores como la grandeza, la
voluntad y la responsabilidad.
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