He aprovechado hasta el último
momento mis vacaciones. Aunque sin dejar de escribir la
página de los domingos. He dedicado gran parte de mi tiempo
a la lectura. De la que me considero adicto. No sé quién
dijo, pero lo comparto, que la adicción a la lectura, igual
que cualquier otra, no es innata. Si no prende en la primera
edad, no prende nunca.
Leyendo, más bien releyendo, he vuelto a interesarme por el
deseo de libertad que todos tenemos. Unos más que otros. Y
he acabado aceptando la siguiente reflexión, entre muchas
otras, acerca del daño que a nuestra libertad le hace la
vinculación inmoderada a personas y cosas, a las que tan
dados somos, porque dicha vinculación no nos permitirá goza
de la libertad que tanto ansiamos.
Así que he vuelto a darme cuenta de que carecer de amigos
más que un problema es lo más eficaz para poder actuar sin
efectos castrantes. Y qué decir de los falsos amigos… A
éstos, ni agua. Incluso es aconsejable mantenerlos a
distancia. Si bien debo reconocer que me son necesarios para
sentirme reconocido en la sociedad, aunque a costa de verme
abrumado cada día con sus reproches.
Me he reído de lo lindo en ocasiones, durante mi veraneo
-expresión que nunca dejará de sonarme a nuevo rico-, con
las conversaciones mantenidas con algunas personas que
frecuentaron el mismo lugar de baño al que yo estuve yendo.
Por ejemplo: hablando de infidelidades matrimoniales, tras
oír algunas anécdotas, a mí me dio por contar la siguiente:
La mujer de un preso político acude a la cárcel, durante
“Los años del miedo” por el día de su santo. Le lleva un
hatillo de rompa limpia y una fiambrera con una tortilla.
-¿De qué es la tortilla, mujer? –pregunta el hombre.
-De cardillos, muy rica.
-¡Coño, la yerba para las vacas! –protesta el penado.
-A ver, Fulano –se excusa la mujer-, lo que gana tu hijo no
da para más alegrías, y eso que el pobre se desloma
trabajando.
-Pues la mujer de mi compadre, Mengano, le trae chorizos y
filetes de carne empanada.
Suspira la esposa armándose de paciencia.
-¡No me tires de la lengua, no me tires de la lengua…!
–advierte.
-Lo que te digo -insiste el marido- Mi amigo es igual de
pobre que nosotros y come mucho mejor que yo.
-¡Sí, pero a tu amigo le llegan ya los cuernos al techo!
–estalla la mujer.
La brutal relación del origen de los manjares que degusta el
amigo deja al hombre anonadado. Después de un silencio
meditativo, baja la voz a modo de susurro, para que nadie
los oiga, y le dice a su santa: “Mujer, ¿y que ventajas
tengo yo con ser mocho?”.
Me he referido, un poco más arriba, a los nuevos ricos. Pues
bien, hay periodistas que viven los triunfos de La Roja
–vaya cursilería. Y todo por no decir España- como tales. Y
han dado en la manía, durante los días agosteños, de airear
que Casillas y Xavi tienen una cita para
salvar a La Roja, por los altercados producidos entre
jugadores de sus respectivos clubes en los últimos
enfrentamientos. Todo auspiciado por un seleccionador que
aspira a la beatitud y de Villar; quien con voz
plañidera ha dejado entrever que Mourinho le está
destrozando su equipo. Mis vacaciones han sido provechosas.
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